martes, 4 de diciembre de 2018

SANTA BÁRBARA DE NUESTRA INFANCIA




Cuando empezamos a escribir en Internet dedicamos algunos artículos a esta festividad del 4 de diciembre. Colgamos también un vídeo en You Tube hace ya ocho años.
La religiosidad entre los habitantes del poblado, que desde 1866 contaban con un edificio para el culto, no parece que estaba muy extendida. La capilla que se construye en Pueblo Nuevo, considerada como primera iglesia de Tharsis, se solicita bajo la advocación de Santa Bárbara. Santa relacionada desde la Edad Media con las peregrinaciones a Santiago de Compostela, y adoptada como patrona y protectora de los mineros y antes del cuerpo de artilleros.
Si la afluencia de mano de obra a las minas de Tharsis tuvo repercusión en toda España, dos de los pueblos más cercanos, Alosno y La Puebla, sí tenían tradición religiosa; manifestada en procesiones, devociones y fiestas: San Juan Bautista o la Virgen de la Peña, entre otros.
No parece que esa tradición por lo religioso, importada al poblado que se estaba configurando en torno a la mina, tuviera la misma continuidad; en el sentido de acudir a misa, a las procesiones, o cumplir los preceptos que señalan la iglesia católica; más al contrario, esas tradiciones se irían relajando al acudir a trabajar como mineros. Fuera por comodidad y no tener que hacer 6, 0 14 kilómetros para un bautizo, una boda, o una misa de difuntos, o fuera por ideología; en la correspondencia que se mantiene con el arzobispado de Sevilla se señala que los mineros no bautizan a sus hijos o lo hacen con cierta edad.
Sobre la vida en los poblados mineros ya escribía Checkland en su libro, que la festividad de Santa Bárbara era un gran día festivo, pero relata por lo anecdótico la gira que se montaban los escopeteros. También Cándido Maestre en una de sus crónicas hacia 1953, escribía que la participación en esta festividad aumentó después de la guerra civil.
Que la guerra tuviera su influencia en una mayor participación también se puede entender, si quienes la perdieron perseguían a la Iglesia y quienes la ganaron salieron en su defensa.
También tendría su influencia los hechos tan desagradables vividos: quemas de iglesias e imágenes, requisas de objetos de culto. Después los vencedores nos impusieron el catecismo de la iglesia católica.
Hijos de aquella situación somos muchos jubilados de hoy, que vivimos Santa Bárbara sobre todo como un día festivo.
No teníamos que cumplir con la obligación de ir a la Escuela Grande. Ese día era de los más alegres de nuestra existencia. Escuchar los cohetes, la banda de música, ya nos hacía saltar de la cama la mar de contentos. Nos poníamos la ropa que nuestra madre había comprado para la ocasión, bien en el ditero, o si días antes habíamos ido a Huelva con los vales que daba la Compañía para que nos atendieran en El Barato, o en casa Aurelio la tienda chica.
Salir a la calle antes de vestirte de domingo para ver y escuchar cohetes y a la banda de música, era una obligación. Ya te podía decir tu madre que hacía frio o que habían carámbanos, tenias que respirar ese aire nuevo, que olía a fiesta, a diversión.
Nos entraba la prisa por salir a la calle, nos parecía que si no salimos a la búsqueda de la gente nos estábamos perdiendo algo. Quería ayudar en casa para que ese día estuviéramos más horas fuera, e intentaba encender el petroman sin conseguirlo, porque no le había quitado bien la carbonilla que se forma en la torcía y tenía que venir mi madre a encenderlo, dejando de planchar el pantalón o el vestido de mi hermana. Ese día, ademas, era en los que la Compañía suministraba corriente eléctrica a las casas durante el día.
Cuando toda la familia ya estábamos listo para salir, te tenían que dar el último retoque: que si en el peinado, en el pantalón, o el vestido.
La procesión, que desde 1959 ya contaba con la actual iglesia, reunía en su explanada a las familias para acompañar a la imagen hasta Sierra Bullones. Esa explanada también la vimos alguna vez repleta de trabajadores cuando algún suceso luctuoso tenía lugar. El camino de ida y vuelta se hacia con alabanzas a la patrona de los mineros, que eran contestados con vítores por el público.

El llano del paseo, cuando el casino actual entró en funcionamiento en 1951, era el lugar de encuentro. Y por supuesto, ese día había que entrar al casino, que estaba a rebosar de público. Tus padres te decían que te sentaras pero lo que hacíamos era picotear en su tapa de choco frito y salirnos al llano para estar a nuestro aire.
Encontrabas a otros compañeros con nuevas indumentarias, igual que te encontraban a ti. Comprar algunas chucherías con el dinerillo que te daban para la ocasión, era otra necesidad. Te llegabas por Julián Castell o te acercabas al canasto que llevaba Román.
Estábamos ansiosos por ver las atracciones que se habían montado. Algunas nos divertían, como esa cucaña pintada de verde con un cuadrado de madera y aristas de cuerdas, que giraba en torno a un eje, y recuerdo ver a alguien alcanzar con la boca el dinero en papel que se ponía en un extremo.

Otra atracción, pero más que diversión producía tristeza; consistía que un hombre, con el torso desnudo, se tendía en el suelo cubierto de cristales y un ayudante con una marrilla le partía una piedra apoyada en su vientre. Otro año actuó la Sansona del siglo XX, y con la boca intentaba tirar de una cuerda atada al camión de Santiago, el camión que se utilizaba para ir en grupos a la Peña.
Y cómo olvidar al presentador de la caseta instalada junto a la terraza del casino, Manolo el Control, presentando a los Beatles de Cádiz o al dúo Rupoll. Cuanto disfrutamos de todo aquello.

¡Santa Bárbara de nuestra infancia, ampáranos!

José Gómez Ponce
Diciembre 2018

lunes, 26 de noviembre de 2018

RELATO SOBRE LA RUTA FOTOGRÁFICA



La ruta fotográfica del sábado día 17, programada para conmemorar el 165 aniversario de la llegada de Ernesto Deligny, resultó entretenida. La sorpresa me la llevé yo, no solo por el número de participantes, venidos de Huelva, San Telmo, o Sotiel Coronada. La grata sorpresa, no exenta de preocupación, se me dio tres días antes por e-mail: los tataranietos de Deligny me comunican que acudirán desde París, que a las 10 de la mañana se presentaran en el casino de Tharsis. Mi alegría fue grande, y mi preocupación también. Por una parte me encontraría de nuevo con Benoit Gervais, que nos visitó hace dos años, y le podría hacer nuevas preguntas; y por otra parte, ¿cómo localizo yo en dos días a un interprete, si ellos no hablan español y conversan en ingles o francés? Ademas, en el e-mail me pedía que nos acompañase Roger Roland, que ya nos hizo de interprete y es una persona bien conocida en el pueblo. Pero mi gozo en un pozo, el móvil de Roger no recogía mis llamadas y su correo electrónico me devolvía mis mensajes. Esto era el viernes, sin esperanzas ya de poder contar con un interprete para el día siguiente. Menos mal que Jaime me recordó que el hijo de Paco Volante domina varios idiomas, y tenía que contactar con él para ver o pedirle que ese fin de semana viniera a Tharsis. Todo era una incógnita llegado el sábado, solo faltaba que lloviera para dar al traste con trabajo e ilusiones.
Me presento en el casino antes de las diez y allí que llegan Diego Volante y Roger, ¡uff!, que alegría. Dos interpretes, y el día anterior no contaba con ninguno. Al momento veo que entran al casino el tataranieto de Deligny acompañado de su hermano, una cuñada y su hijo. Lo saludo estrechándole la mano y lanzándole un ¡Bonjour! que me salio del alma. Ya con el interprete al lado, me comunica, que me hace entrega de un ejemplar de la primera edición de los apuntes históricos para que en su nombre lo entregue al museo de Tharsis.

Nos hicimos la foto en los escalones del casino. Les comenté a los allí reunidos cómo estaba organizada la ruta, y les hablé sobre el personaje del que recordamos el 165 aniversario de su visita.
Partimos del casino 15 coches, que terminamos casi cuatro horas después en el mirador de Sierra Bullones.

Los familiares de Deligny se marcharon contentos y agradecidos, y el resto de participantes, aficionados a la fotografía, han descubierto las posibilidades que el pueblo les ofrece para repetir una nueva visita por su cuenta.
Ahora nos queda por delante la segunda parte de esta ruta, que las fotografías realizadas, o parte de ellas, puedan ser expuestas en el casino, lo que comuniqué en su día al presidente, Alonso Vélez. También al presidente del casino de Corrales, Javier Gabalda, le propuse que pudieran exponerse parte de estas fotografías, y según me comentó, lo consultaría con la junta directiva, adelantándome una grata particularidad, que al estar de celebraciones por el 100 aniversario de su inauguración, quieren organizar un concurso para otorgar tres premios en metálico.

José Gómez Ponce
Noviembre, 2018


lunes, 5 de noviembre de 2018

RUTA FOTOGRÁFICA EN THARSIS




Desde amigos de Tharsis ya hemos divulgado la trayectoria de Ernesto Deligny (1820-1898), no solo en el blog, en Facebook, editando sus apuntes históricos, o en alguna intervención radiofónica. También acudimos en 2011 al colegio Argantonio para hablarle a los alumnos de la labor de este francés, que visitó un terreno inhóspito, despoblado, sin nombre ni futuro, en 1853.
Esta ruta fotográfica tiene por objetivo recordar aquella visita, que gracias a la determinación mostrada para hacer realidad lo que parecía imposible, nuestros antepasados vivieron y prosperaron trabajando para la empresa que pasó de ser francesa, a británica y después belga.
En el cartel se explica lo que se pretende, por lo que el desplazamiento es por cuenta de cada uno, y ya que los lugares a visitar están a cierta distancia, lo haremos en coche, partiendo del mismo sitio y siguiendo un itinerario. En cada lugar visitado se dará una explicación o se leerá algún pasaje de sus apuntes, después un tiempo para hacer las fotografías.

José Gómez Ponce
Noviembre 2018

martes, 4 de septiembre de 2018

CORRALES, 100 ANIVERSARIO DEL CASINO MINERO.



El pasado mes de Junio fue organizado por el Casino minero de Corrales una fiesta para conmemorar los 100 años de su apertura: 1918-2018. Por lo que nos cuentan, el acto fue emotivo y alegre, con la participación de los socios, que recrearon la efemérides con indumentaria similar a la de aquella época.
Previamente se descubrió una placa recordando aquella fecha de 1918. Después se procedió a degustar los aperitivos que los propios socios habían elaborado, acompañados de té y otras bebidas.
Estos Casinos, o círculos mineros que la Tharsis Sulphur sufragó en los tres centros: Tharsis, La Zarza y Corrales, se adelantaron muchos años al resto de Casinos de la provincia.
Lo que los hacía diferente es que la propia empresa se encargaba de su construcción y dotación. El de Tharsis, hasta los años 30, constaba de mesa de billar, pianola, proyector de cine para películas mudas, y de una excelente colección de libros. Posteriormente, con la llegada de la radio, se instaló un aparato de radio a válvulas, con tanto éxito, que venían andando desde Alosno para escuchar las retransmisiones de los partidos de fútbol.
Aunque fueron construidos para el disfrute de los trabajadores, el staff directivo debió contar mucho antes de un casino mas exclusivo y elitista, situado en los aledaños de sus viviendas. Ya pusimos aquí la fotografiá de la demolición del Casino inglés de Tharsis en los años 60, que denota una construcción bien antigua, seguramente no muy lejana al traspaso de Mercier a los ingleses en 1866.
Pero si importante fue que estos poblados mineros dispusieran de algún centro de ocio, igual de importante fueron otras construcciones financiadas por la Compañía: iglesia, cementerio, hospital, mercado; y lo mas importante, casas. Pero su construcción, o mejor, su escasa construcción de viviendas, motivó siempre un grado de conflicto entre empresa y trabajadores.
Tanto los edificios como las infraestructuras necesarias para vivir en los poblados mineros fue responsabilidad de la empresa. Suministrando agua y electricidad. Agua, perforando pozos cuando la combustión de las teleras hacía que el agua potable escaseara y la depuración ni se contemplaba. Electricidad desde la central eléctrica a las casas. El mercado, siempre surtido de productos, unos traídos por ferrocarril a partir de 1871, y otros directamente por los propios agricultores a lomos de caballería desde Cartaya, Lepe, o Gibraleón.



Esta responsabilidad asumida por la empresa debió tener dos objetivos, no por ellos despreciables: 1) Fijar a la población. En la medida que vivienda, comida y ocio estuvieran minimamente cubiertos, residir en el poblado sería atractivo. Ya en los comienzos de la minería, la empresa sufría el abandono de mano de obra en la época de la cosecha. Igualmente, la autosuficiencia a la que se vio abocada por la lejanía de centros industriales y el coste de los transportes, la persuadió a asumir la reparación de maquinas y la fabricación de piezas; donde los modelos en madera expuestos en el museo es un claro ejemplo. De ahí que instruyera a una población eminentemente agrícola para dotarse de mecánicos, carpinteros, fundidores, maquinistas, fogoneros, etc.
2) Rentabilizar la inversión económica. Poner en explotación unas minas creando tres centros mineros y unirlos por ferrocarril, fue una verdadera revolución industrial. Sus planes incluían conseguir estabilidad social, que pretendían conseguir creando casinos, teatros, hospitales, bandas de música, o economatos. Pusieron en explotación estas minas para sacar el máximo rendimiento a nuestras materias primas y a nuestros antepasados. Que el Casino fuera un elemento más para fijar a la población y alejarla de pulsiones contestatarias o revolucionarias, también es evidente. Y a pesar de toda esta ingente infraestructura la Compañía sufrió huelgas y sabotajes.
La celebración de estos 100 años del Casino minero de Corrales es un hecho histórico que los vecinos han recordado oportunamente. Si orgullosos estuvieron nuestros padres y abuelos por considerarse mineros, que menos que recordemos el aniversario de un centro que fue importante en sus vidas y les permitió, de alguna manera, evadirse de su duro trabajo.
Olvidarse de donde venimos, nos puede conducir a tomar malas decisiones.

José Gómez Ponce
Septiembre 2018

lunes, 25 de junio de 2018

Sobre la genealogía de Tharsis, y edición frustrada.


Sobre la genealogía de Tharsis, y edición frustrada.


Creo que sería interesante cierta investigación sobre nuestra genealogía centrada en nuestros apellidos y su procedencia. Cualquiera de nosotros si retrocede en su árbol genealógico encontrará lugares y apellidos venidos de otras provincias de España, así como de Portugal. Hay apellidos entre nosotros que han venido desde cientos de kilómetros de distancia, y aunque muchos los compartimos con los pueblos más cercanos: Alosno, La Puebla, Villanueva de las Cruces, etc; otros muchos podemos constatar que son compartidos entre personas bien lejanas. Poniéndome yo de ejemplo, que aunque tengo una abuela de Alosno y un abuelo de Puebla de Guzmán, también tengo una bisabuela apellidada Mantecón Rasilla y que se desplazó desde Torrelavega, Santander, donde había nacido.
Esta confluencia no sólo de apellidos, también de costumbres, creencias y expectativas; fue posible por lo que considero que se produjo con la visita de Deligny: la revolución industrial en el Andévalo. El reconocimiento y puesta en explotación de los “grandes escoriales del Alosno” dio lugar a un importante flujo migratorio que se irradió a toda España.
Aunque la especialidad de Deligny no era la minería, ya que él acudió a Asturias para trabajar en un trazado ferroviario, cuando decidió poner en explotación unas minas que estaban abandonadas desde hacía siglos, comprobaría la escasa o nula experiencia minera de los pueblos de alrededores, y debió buscar colaboradores fuera de la provincia o traerlos de Francia.
Esa necesidad de mano de obra hizo posible que miles de personas se movilizaran para acudir al extremo sur de España en búsqueda de trabajo. Hoy nos puede parecer de lo más normal el desplazamiento desde cientos o miles de kilómetros con los medios de transportes que tenemos, pero en el siglo XIX viajar, si acaso, a lomos de caballería, no estaba al alcance de cualquiera, y la única forma de llegar a los sitios era caminando.
Hay historias curiosas de estas dificultades pasadas por nuestros primeros pobladores para llegar hasta Tharsis en busca de trabajo: de caminatas a pie durante días; del familiar o pariente que trajo a otro a trabajar; y de otros que cambiaron trabajos escasos y peor retribuidos para ejercer de mineros.
Los pueblos a menor distancia de la explotación tenían su ventaja para una afluencia masiva de emigrantes, y sus apellidos se establecieron en el poblado registrados como nuevos mineros, por lo que creo que tanto Alosno como la Puebla, comparten muchos apellidos con Tharsis. Alosno por una especial particularidad aparte de la menor distancia: 1) la mayoría de los denuncios se efectuaron en su término, donde muchas gestiones administrativas pasaban por su Ayuntamiento y donde se divulgaría primeramente la puesta en explotación de las minas. 2) Igualmente, en su municipio debieron residir el equipo directivo, incluido capataces, en búsqueda de alojamiento; lo que dio más oportunidades a la contratación de otros profesionales; muleros, carreteros, o arrieros. 3)Y no menos importante, que fueron alosneros, según Deligny, quienes le ayudaron económicamente. A este respecto no se puede olvidar al gran cacique y alcalde de Alosno, D. Francisco Limón Rebollo, pues si él y otros familiares ofrecieron su apoyo para la explotación minera, igualmente bien podían interceder para que un familiar, o alguien recomendado, fueran aceptados para trabajar de mineros.
Hace tiempo comenté este asunto de los apellidos con Mario Monterroso, que ejerce de sepulturero en Tharsis, me confirmó igualmente que encontraba apellidos raros o extranjeros en las lapidas que tenía encargo de retirar por su abandono. Le pedí que las conservara, y si las tenía que destruir, al menos les hiciera una fotografiá por si alguien muestra interés por estudiar este asunto.
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Reconociendo que sobre Tharsis hay poca bibliografía, pero no porque su historia no fuera merecedora, quizás por cuestiones más mundanas. Si hace unos meses ya me refería a que por fin, íbamos a contar con la traducción de un libro que trataba en bastante profundidad la historia de Tharsis; el de S.G. Checkland, la alegría se ha transformado en desilusión. Editar en español el libro The Mines of Tharsis. Roman, French and British Enterprise in Spain”, por ahora ya no es posible, a pesar que su traducción estaba finalizada hacía tiempo por una persona capacitada y conocedora de la minería en la provincia de Huelva. Y que ademas esta traducción lo ha sido de forma desinteresada. Hasta donde me informan, el escollo parece estar en que los herederos de Checkland tienen la propiedad intelectual sobre la obra, y exigen una compensación económica. Algo lógico de entender y que la Ley ampara. Desconozco el montante de la cantidad solicitada por su hija, que al parecer es a quien se han dirigido desde la Universidad de Huelva, pero que estando la obra traducida, maquetada, y lista para la imprenta; nos quedemos en Tharsis, la Zarza y Corrales, sin leer este libro de nuestra historia, es para explotar de rabia.
Que instituciones públicas de la provincia, Diputación, Universidad; que tantos libros y trabajos editan, no se pongan de acuerdo en conseguir la cantidad necesaria, si es que es ese el único impedimento, dice bastante de su poca capacidad de gestionar.
Tampoco es comprensible que dos ayuntamientos directamente descritos en el libro, Tharsis y Alosno, no hayan manifestado su disposición a colaborar. Sin embargo, para otras cuestiones, mucho más importante, claro; hay colaboración y recursos: muchos fuegos artificiales, o mucha memoria histórica para hurgar en la guerra civil.

P.D.
Feliz Velada 2018, que bien puede ser que este año coincida con su 120 aniversario.

José Gómez Ponce
Junio 2018


viernes, 20 de abril de 2018

Tharsis, de denuncio minero a poblado.



Sabido es que los nombres con que se designan a poblaciones, accidentes geográficos, o hechos históricos, han de ser compartidos para mantenerlos en el tiempo. Así viene ocurriendo desde los tiempos más remotos para trasmitirlo a las siguientes generaciones.
Si la dependencia económica de la población de Tharsis estuvo exclusivamente relacionada con la minería desde el siglo XIX, la estabilización de la población en los alrededores, o cercana a la actividad laboral, fue conformando el núcleo poblacional que en parte perdura hasta hoy día. En una época, a partir de 1853, cuando la mano de obra era barata y el transporte caro o inexistente, los núcleos mineros se fueron configurando cercanos a los tajos. Baste repasar algunos planos antiguos para confirmar la cercanía entre viviendas y lugar de trabajo. En ellos se ven casas junto a los “canaleos”, a las teleras, a Filón Norte, a Talleres, etc. Este proceder, que se ha mantenido inalterable desde los siglos, se ha ido equilibrando en la medida que los peligros inherentes a la actividad han sido puestos de manifiesto, así como a la mejora del transporte: Alejándose de las teleras, de las zonas de los “barrenos” y también buscando un medio ambiente más sano.
Ya nuestros antepasados, que desde siglos anteriores se dedicaban a la minería, se establecían encima casi de donde ejercían su actividad laboral, evitando con ello los desplazamientos, pero manteniendo un estatus entre quienes trabajaban físicamente y quienes mandaban o dirigían. Donde las excavaciones del cabezo Juré lo confirman, con la existencia en sus faldas de un poblado anterior incluso a la supuesta introducción de la minería por los fenicios. (Aquí publicado). O el poblado romano, localizado en los alrededores del “tenis”, y que tenían Filón Sur y La Esperanza a escasos metros. Donde aparecieron importantes hallazgos: El lujoso collar de oro aparecido en una tumba en los alrededores de La Esperanza, el torso de un posible emperador, y el busto del emperador Calígula, depositados ambos en el museo de Huelva; así como cerámicas, monedas o lucernas. Este poblamiento romano bien pudo estar recogido en el Itinerario Antonino, donde se detalla el trazado de las vías romanas de Hispania, que enlazaban urbes con zonas productivas y portuarias y que bien pudo estar rotulado como “Ad Rubras”. Esto debió ser desconocido por Deligny, pues a pesar de que su instrucción académica estuvo repleta de Humanidades, y que los vestigios encontrados en 1853 catalogó oportunamente de fenicios y romanos, de conocer que este poblamiento romano ya estaba nombrado en el siglo I d. C. se le podía plantear la duda entre dar a las minas el nombre de un cabezo,”Tarse”, o el de un poblado o mansio, “Rubras”. Si estas mansio se establecían en las vías romanas a cada cierta distancia donde viajeros y caballerías podían descansar y pernoctar, es de suponer que lo que hoy es Tharsis, en la época romana ya tenia cierta entidad, que los hallazgos arqueológicos han ido corroborando. Aunque algunos investigadores dudan entre situar Ad Rubras en Tharsis o Cabezas Rubias.

Esto se lo comenté al familiar de Deligny cuando nos visitó hace dos años, que el nombre que le puso a las minas lo adoptó el pueblo, y que él, nada más oírlo, ya quedó impresionado relacionándolo con el Tarsis bíblico. Sí me comentó que pensaba investigar los pasos de su tatarabuelo y que se pondría en contacto con los descendientes del duque de Glucksbierg, con quien mantuvo estrecha relación no solo epistolar. Aunque esta importancia de Tharsis en la Hispania romana fuera conocida o no por quien puso en explotación unas minas abandonadas durante siglos, nada cambiaría la historia. Ni tampoco si llegáramos a averiguar porqué en su primera incursión minera en las cantareras de la reina y sierra de Santo Domingo, le pusiera al socavón con que pretendía llegar a minerales, el nombre de “la Sabina”.

Los nombres utilizados en registrar los denuncios fueron dispares, al igual que hizo su continuador en la etapa francesa, Mercier, pero esta claro que ponerle a las minas el nombre de Tharsis estuvo motivado por lo que él consideraba una revelación, y que detalla oportunamente en sus “Apuntes históricos”.

José Gómez Ponce
Abril 2018

martes, 20 de febrero de 2018

El libro de Checkland, y como vivíamos en Tharsis



Publicado hace más de 50 años en Londres y nunca traducido, seguimos a la espera que desde alguna institución se decidan por acometer su publicación y podamos leer en español el libro de S.G. Checkland: “The Mines of Tharsis. Roman, French and British Enterprise in Spain”. Que se estén haciendo gestiones, según nos comentan, para hacer realidad este deseo que ya  habíamos manifestado repetidas veces, por escrito y en diferentes foros donde participamos, nos alegra. Nuestra contribución a divulgarlo fue publicar el  capítulo VI: Ernesto Deligny, el redescubridor olvidado. Y el capítulo XV: La vida en los pueblos mineros (1866 – 1914).

Al parecer acudió a Tharsis para tomar contacto con la empresa que describe, agradeciéndole a sus directivos el acceso a toda la información disponible, y el haberles ayudado  tanto en Glasgow como en España. En muchos casos la interpretación de los hechos recopilados,  según escribe en el prólogo,  no son compartidas por altos cargos de la empresa.

Residiría en la casa de huéspedes donde se hospedaban las personalidades que la empresa quería agasajar. Cualquier duda, necesidad o petición, sería canalizada a través de la señorita Phillis Grey hasta el mismo director. Viajaría acompañado en los vehículos de la empresa en cuantas visitas quisiera realizar. Para relacionarse con el staff directivo acudiría al club inglés. Y para regresar a Inglaterra bien pudo ser conducido por un coche de la empresa hasta el aeropuerto de Sevilla.
El año que se editó el libro la empresa ya había pasado a manos de Antoine Velge, al hacerse con un 25% del capital a través de agentes financieros, siendo belga por lo tanto el accionista mayoritario de la compañía. En esta compra de acciones tubo que influir la opinión de Carlos Strauss, que fue nombrado director General, ya que: “había visitado Tharsis en 1958 acompañando a Antoine y Frederic Velge,  y varias ocasiones más en 1960, donde recogí información importante sobre los procesos de producción y las reservas existentes”.

Esta etapa, que no consta en el título del libro, confirmaría la labor de investigación y recogida de datos a la que dedicó Checkland varios años. Teniendo en cuenta que el traspaso de Victor Mercier a Charles Tennant se produce  en 1866 y la Tharsis Sulphur and Copper Company Limited toma posesión de Tharsis y la Zarza en diciembre de ese año  y para un periodo de casi un siglo (99 años), en 1965 la vigencia de ese contrato había concluido o se debería posibilitar su  prorroga. Esto era sobradamente conocido por el autor, y parece que se limitó a editar todo lo que había recopilado antes de 1964, pero como no hemos leído el libro, desconocemos si hay algún anexo a la etapa Belga, ya que su trascendencia no fue menos importante.  

El libro se publicó en 1967, y aunque la mayor parte del trabajo dice haberlo realizado años antes, quienes tenemos cierta edad podemos tirar de memoria y de hemerotecas para situarnos en el Tharsis que pudo haber  contemplado Checkland,  si es que visitó el pueblo para escribir del trabajo y la historia de la Tharsis Sulphur. Sobre los años 60 y vida social, ya he publicado otros artículos: (1),   (2),   (3),  (4)


A principio de los 60, en el mes de Octubre,  quienes rondábamos nueve o diez años, no teníamos la más remota idea que en las elecciones sindicales celebradas  para la constitución del jurado de empresa se eligen a tres representantes para cada uno de los grupos: técnicos, administrativos, mano de obra cualificada, y mano de obra no cualificada. Para el cargo de secretario eligen a Cándido Maestre. Nuestra conciencia social, que nos dirían después, aún no se había despertado y nos considerábamos la mar de felices en nuestra vida diaria. Existía una organización en la que crecimos, que de alguna manera también nos podía condicionar, pero es la que había y se disfrutaba de cierto bienestar comparado con otros pueblos. Teníamos el “anticipo”, donde entregando la cartilla te adelantaban dinero a cuenta de la nómina de tu padre. El Economato era también la tienda más surtida del pueblo y que más visitaban nuestras madres. La plaza de abastos disponía igualmente de todo tipo de productos frescos, a donde acudían vendedores de otros pueblos. Se podía comprar a los diteros sin necesidad de avalistas, bastaba que tu padre fuera empleado de la empresa para conseguir cualquier producto y pagar en cómodos  plazos. La escolarización, que había organizado la empresa y se disfrutaba desde 1881 en la Escuela Grande, debía tener cierto prestigio en el ámbito provincial, ya que en la visita que hace Franco a Riotinto en 1956, se le muestran fotografías de la escuela de Tharsis, una de  la clase de don Francisco.  

Sí recordamos, que al igual que ahora, la afición al fútbol era dominante en el pueblo. Los partidos del club atlético Tharsis eran seguidos por la mayoría de trabajadores, y en los desplazamientos del club a otros campos de futbol, viajaban familias con la intención de encontrarse con familiares que vivían en otros pueblos. Ocurría igual cuando otros equipos venían a Tharsis, que parientes de nuestros padres se llegaban por casa, nos besaban  y nos saludaban  efusivamente.

Una vez que se instaló el primer televisor en el Casino, los aficionados lo recibieron como un gran regalo. Ya no solo podían ver  jugadas reales en el campo Santa Bárbara, ahora también a través de la televisión, la de sus equipos favoritos. Y aunque el casino se llenaba a rebosar los domingos que televisaban algún partido, la costumbre de estar al tanto de la liga y las quinielas, con el transistor pegado a la oreja escuchando a Juan Tribuna en su carrusel deportivo, seguiría durante años.
Estábamos alegres por la felicidad que reinaba en nuestras casas, entre las familias, y en el pueblo. Nuestras ocupaciones eran ir a la escuela  y después a clases particulares, y el resto del tiempo a jugar y a esperar que llegaran nuestros grandes acontecimientos: la Velada, Santa Bárbara, la Peña, Navidad y Reyes. Con esos años el futuro era una palabra sin apenas significado. El cine también competía con el casino como lugar de distracción, no sólo para proyección de películas, algunos espectáculos tuvieron gran concurrencia de público, sobre todo de los cantantes de la época. Recuerdo uno de Rafael Farina donde se movilizó mucha gente. El cine también sirvió para entregar los premios que la compañía daba a los alumnos por asistencia y aplicación, y que presidía la Señorita  Phillis Grey.

Cuando aquellos aparatos de radio a válvulas los había en pocas casas, y la televisión aún no había aparecido,  la única distracción concurrida para salir de la monotonía diaria era el cine. Se esperaba con avidez a que en la fachada se colocara el cartel avisando de una nueva película. Una anécdota que me relató don Alberto al pedirle, hace cuatro años, que me contara sus vivencias en el pueblo, había ocurrido en el cine antes de su llegada; y es que cuando acudió a Tharsis en 1956 como médico del SOE, entabló lógica amistad con D. José Díaz Riestra, quien le contó que entrando una vez al cine se sentó en el palco que tenía reservado la empresa y vinieron a llamarle la atención. Se prometió en ese instante que jamás pisaría el cine, promesa que le dijo a don Alberto mantendría  mientras viviera. Y la verdad, tenía que ser duro en aquella época, me decía don Alberto,  renunciar al cine.   
También se celebraban en el casino otro tipo de actos y que alguna vez observamos desde la distancia, eran la reuniones convocadas por el sindicato, el que había,  que se llenaba de pancartas y de aplausos que resonaban  bien lejos. A la salida, los trabajadores  se felicitaban de los discursos que habían escuchado.

Por esta época, y cuando empezábamos a interrogarnos algunas cosas, no encontrabas mucha disidencia con la situación política, no dudo que hubiera más, pero entre los de mi edad  había, si se puede decir así, bastante desinterés: ni nos interesaba Franco, ni quienes lo combatieron, y si después me movió la curiosidad por saber, es porque quienes perdieron la guerra se empeñan en reescribir la historia. Pasarlo bien era nuestra meta   hasta entonces, poner los pájaros, jugar al foché, a la guillarda, a los bolindros, o construir y volar pandorgas. Lo más revolucionario que hacíamos era escuchar Radio España Independiente, la “pirenaica”, pero con el tiempo descubrí que no tenía nada de independiente, y de pirenaica tampoco, que emitían desde la dictadura más cruel de la historia.
Aquella situación la  sufrieron mayormente nuestros padres, y aunque nos tocó vivir en la dictadura hasta 1979, después de muerto el dictador miles se declararon antifranquistas, a pesar que se beneficiaron y prosperaron en su régimen.

La gran oportunidad para salir del pueblo se nos presentó gracias a la creación de las becas del PIO en 1961. Un grupo de alumnos acudimos a Huelva a un examen para acceder a esas becas, así fue como cambiamos los días de asueto y juegos después de clase, por la disciplina que imperaba en los colegios del frente de juventudes, como era el colegio Menor Santa María de la Rábida, que nuestros padres eligieron para iniciar el bachillerato, quizás porque otros alumnos del pueblo ya estaban en ese colegio. Otros compañeros también cursaron estudios en el seminario.
Los que no pudimos mantener la beca, continuamos en la academia Cervantes en Alosno, que se había organizado por esas fechas. A donde acudían los profesores del Instituto La Rábida de Huelva para examinarnos por libre.

En los días de invierno, que cogíamos el autobús de Damas para ir a la academia de Alosno, encontrábamos el quiosco de Valle con la chimenea encendida, y se agradecía acercar las manos al tiro metálico para calentarse. Llevábamos el canasto con la comida preparada por nuestras madres, y al llegar lo dejábamos en casa de un conocido o familiar. En mi caso, y el de mi primo Antonio, a casa de Francisco Garfia, hermano de José Garfia Cerrejón, muerto recientemente (q.e.p.d.),  y a quien tantas veces recurrí para contrastar información. Alguna vez coincidimos con obreros que viajaban a Huelva porque la empresa había organizado un curso para sacarse el carnet de conducir.
Los años 50 se viven en Tharsis con el pleno empleo. Terminada la segunda guerra mundial, la industria europea trabaja para la plena recuperación y necesita mucha materia prima. La provincia de Huelva suministra la pirita, esa materia prima tan demandada. La prensa afirma que la mina de Riotinto es la primera del mundo. En Tharsis se alcanzan 780.000 toneladas.

Durante décadas  la actividad laboral en los tres centros mineros: Tharsis, la Zarza y Corrales, tenía ocupada mucha mano de obra. La exportación de la pirita a través del río Odiel mantuvo un flujo constante de trenes con una repercusión benéfica en la población, que disfrutaba de un relativo  bienestar. Aunque  se vivieron periodos de crisis, no sólo huelgas, también los altibajos que de forma  cíclica siempre ha soportado la actividad minera. Terminada la guerra civil, otra grave crisis dio comienzo trayendo miseria y penumbra a toda España, la segunda guerra mundial. Los obreros compaginan  el trabajo en la mina con otros agrícolas. La necesidad de contribuir a la economía familiar era imperiosa, y quien tenía un huerto donde cultivar alimentos, se entregaba a ello todas las horas posibles. Cuando la exportación recayó a raíz de la guerra, la empresa tenía excedente de mano de obra de la que no se podía desprender, y optó por ocupar a los obreros  en tareas  ajenas a la minería, o reduciendo la semana a solo tres días de trabajo.

Esa época, los años 40, es la de mayor auge del contrabando, que nuestros padres bien recordaban, y a lo que también se dedicaron vecinos de Tharsis. El  café y el azúcar eran los productos más demandados en esta parte de la frontera. Esta actividad fue perseguida en España y Portugal pero con cierta permisividad en ambos países. Del contrabando, ejercido mayormente por hombres, se pasó a la recova, ejercida casi en exclusiva por mujeres, y que portando enormes canastos repletos de huevos, una vez que llegaban en tren al Puntal, intentaban abordar a toda prisa la primera canoa. Llegar cuanto antes a la plaza de Huelva repercutía al alza el precio de  los huevos.
Esos años propiciaron también la desaparición de la banda de música. Las necesidades eran tantas que se sacrificaron aficiones para la búsqueda de ingresos extras tan necesarios. En vez de ensayar y tocar con la banda, esos días y esas horas se empleaban en conseguir trabajos retribuidos. Las penurias que  se pasaban en muchas familias relegaron la afición por tocar. Nuestros padres nos contaron de esas penalidades, donde una terrible hambruna asolaba muchos hogares. Juan Blanco Estévez, a quien entrevisté en 2008, me informó de esta situación.

En 1941, 350 trabajadores de Huelva parten para trabajar en Alemania, que estaba en guerra. Entre ellos, trabajadores de  Tharsis  componentes de la banda de música. Esta ausencia de algunos, y las necesidades básicas poco cubiertas de la mayoría, debió desmotivar a todos.  Actuaron por última vez en 1951 para acompañar en procesión  por el pueblo a la virgen de Fátima. Después se entregaron los instrumentos. Uno se vendieron y otros desaparecieron.
La  exportación de la pirita en los años 50 propicia igualmente el incremento de mano de obra y la empresa promueve la construcción de nuevas viviendas: plaza de San Benito, calle Dr. Fleming. A pesar de ello muchos huertos fueron ocupados, por qué la demanda de vivienda no la solucionaban las nuevas construcciones.



En 1963 se aplicó el salario mínimo interprofesional, de 36 pesetas diarias de media para la  industria, y entre 24 y 27 en la agricultura. Un día de febrero de 1965 se supo en el pueblo que un teatro ambulante situado en el llano del paseo había sido derribado por un fuerte viento. Quienes pasaron por allí relataban que les había impresionado ver esparcidos pertenencias y objetos personales. La compañía le prestó ayuda, al igual que hicieron otros vecinos ofreciéndoles alojamientos en su huerto.

En 1967, representantes del jurado de empresa de la compañía de Tharsis, viajaron a Nerva para agradecerle al ministro de trabajo Romeo Gorría, y al “caudillo”, el incremento en los salarios de los mineros.

En 1968, el diario Odiel dedica un amplio reportaje a la Compañía de azufre y cobre de Tharsis y sus importantes realizaciones. En uno de nuestros artículos publicamos fotografías de aquella época. Ese mismo año la Sección Femenina instala su cátedra en Tharsis, que clausura con una demostración de gimnasia y la actuación de un grupo de baile en el llano del paseo.  

En 1969 se inaugura el club Juvenil. Disponer de un local de reunión para la juventud fue un hecho importante, donde asumimos, entre todos, la responsabilidad de organizarnos. Participamos en  tómbolas, teatros, excursiones y bailes. Y editamos la revista Tharsis, con su aire contestatario, que creo fue el motivo por el que nos pidieron legalizarnos o dejar de publicar.  Pero de esto ya hemos escrito en nuestro blog hace más de siete años, para conmemorar el 41 aniversario.

José Gómez Ponce
Febrero 2018