jueves, 27 de febrero de 2014

MEDICINA Y MINERÍA EN THARSIS. 1956-1966. 2ª Parte.


 
Como inciso, comento ahora que desde recién llegado a Tharsis en 1956 y hasta que me vine, 10 años después  “heredé” con satisfacción y honra, al morir el Dr. D. José Díaz Riestra, el cargo de Hermano Mayor de la Virgen de la Peña, cuyos componentes de la Junta directiva eran, mis ya buenos amigos: Juan Macías, (Secretario de la Hermandad); Antonio Vélez Arcos, (¡Qué gran amigo, siempre entusiasta y  con el que compartí muchas cacerías!); José Rigores Camacho, (algo mayor que nosotros, buena persona, serio y muy sensato); Manolo Moguer,  (con el que pronto hice buena amistad);  otros amigos (cuyos nombres no recuerdo); y por supuesto, con el beneplácito de nuestro inolvidable párroco, D. Juan Núñez, persona extraordinaria y de un optimismo, simpatía y amabilidad en su trato, encomiables. En los primeros días de mi llegada al pueblo, como todas las calles me eran desconocidas, me llevaba de paquete en su Lambreta a hacer los avisos médicos a domicilio.

A su marcha del pueblo le sustituyó D. Juan José Lucas Escobar, Sacerdote ejemplar que además tenía  la carrera de médico. Era todo bondad, humildad, espiritualidad y amor al prójimo. Vivía solo y precariamente en una casa de la Plaza San Benito, con solo una cama, unas sillas, una mesa y pocos cacharros de cocina.

Recuerdo una ocasión en la que un pobre hombre enfermo y desconocido, le pidió ayuda.  Le dejó su casa y su cama  al pobre, y marchó D. Juan José a dormir a la posada de Juana. El enfermo se puso bien en unos días, pero estaría tan a gusto en la casa del Cura, que tardó más de un mes en dejarla libre. Nunca, en ese tiempo, se quejó ni comentó nada D. Juan José.
                                                        
En otra ocasión, un día antes de la visita del Obispo a Tharsis, vino a nuestra casa para pedirnos prestada una bandejita y un pañito, “por si el Sr. Obispo quería tomarse un vaso de agua”.

D. Juan José Lucas sigue con vida en su ancianidad, acogido en el Asilo de Ancianos de Huelva.

También durante 10 años fui el Médico en la Federación Andaluza, del Club Atlético de Tharsis; siempre estuvimos en 2ª Regional, pero el equipo nos dio  muchas satisfacciones deportivas. El jefe de Talleres, D. Juan Timony,  de carácter campechano y afable, fue durante mucho tiempo el factotum del club, no recuerdo si como Presidente, asesor técnico, entrenador, o algo de todo ello.

Uno de sus buenos jugadores, Isabelo, ha sido años más tarde entrenador del Recreativo de Huelva, y tuvo un comercio de deportes cerca de mi domicilio, por lo que nos seguíamos viendo; ahora menos, desde que cerró su tienda hace años.

Pasemos a relatar cómo funcionaban en aquel decenio los servicios médicos  en el Hospital minero de la Compañía  y en el pueblo.

El antiguo HOSPITAL, (propiedad de la Compañía, como todos los edificios y viviendas del pueblo, estaba destinado exclusivamente a la asistencia del personal lesionado en el trabajo, y a todo lo referente a la prevención de Enfermedades Profesionales y Accidentes de Trabajo.

                                                                         

 
Los accidentes laborales  eran asistidas por nosotros hasta su curación, causaran o no baja transitoria, quedando hospitalizados cuando las lesiones así lo requerían. Para los accidentes graves, la Empresa tenía un concierto asistencial con el Dr. D. Francisco Vázquez Limón, eminente Cirujano y Traumatólogo, (ya fallecido) en su clínica de Huelva, bajo cuya jefatura y dirección trabajábamos los cuatro médicos de la Compañía, aunque cada Centro (Tharsis, La Zarza, y Corrales) era autónomo e independiente.

Los accidentados graves eran enviados a la capital en ambulancia o en coche, según los casos, y cuando volvían de Huelva por terminar el tiempo de hospitalización en la clínica, seguían siendo asistidos en nuestra consulta del hospital  hasta una última visita al Dr. Vázquez Limón, que autorizaba o disponía el Alta laboral.

(Fue decisivo en mi futuro profesional,  el Informe escrito que emitió D. Francisco, cuando vivía yo en Huelva, alabando mi profesionalidad, documento o aval que me exigían para la solicitud del título de Traumatólogo, que conseguí en Mayo de 1967).  Poco después desempeñé esa especialidad en el Ambulatorio Virgen de la Cinta  en Huelva, hasta que me jubilé a los 70 años.

Las misiones preventivas de los Servicios Médicos de Empresa, muy controladas con inspecciones periódicas frecuentes e imprevistas, procedentes de la Organización nacional en Madrid (OSME), ocupaban una gran parte de nuestro tiempo de trabajo, tanto del médico como del ATS, en el hospital o en visitas preventivas a los locales de trabajo.

Muy importante era el tema de los Reconocimientos Médicos en sus distintas variantes: Reconocimientos Previos al ingreso de los trabajadores en la Empresa para comprobar su aptitud. Reconocimiento Periódicos anuales a toda la plantilla. Reconocimiento Periódicos especiales a los trabajadores con riesgo de Enfermedad Profesional, (principalmente Silicosis). Reconocimientos ocasionales tras ausencias laborales prolongadas por enfermedad, accidente, u otras circunstancias.

Todos los reconocimientos médicos quedaban detallados en una Ficha Médica personal de varias hojas muy grandes, que se  archivaban en su correspondiente y abultado sobre individual.  Cada Reconocimiento suponía  una entrevista con antecedentes personales de salud, estado actual, exploración física de los distintos órganos y aparatos del  trabajador, radioscopia o radiografía, más análisis de sangre y orina.

Los Jefes de las plantas de trabajo nos iban enviando al hospital a los operarios en pequeños grupos, previamente acordados horarios y número de trabajadores.

El trabajo burocrático era tal, que ocasionalmente durante  semanas, varias veces al año, nos enviaban de las oficinas de la empresa a un funcionario, mi estimado amigo y colaborador, Santiago Osorno, al que no he visto desde hace 48 años, aunque supe de él alguna vez a través de la prensa de Huelva.

En el primer trimestre de cada año teníamos que enviar a la OSME, una “Memoria Anual Reglamentaria” del año anterior, con datos y resultados clínicos y estadísticos de nuestro trabajo, además de un completo estudio escrito de cada uno de los accidentes graves de trabajo.
                                        
La incomparable y primorosa Miss Phillis Trace Grey, era la Jefe y el factotum del mantenimiento y dotaciones del antiguo Hospital, que no carecía de nada: desde un autoclave, laboratorio clínico, sala de RX y cuarto oscuro para revelación de placas  radiográficas, varias salas de hospitalización, despachos médicos, sala de ATS y de curaciones, almacén y servicios de cocina.

Jamás intervino por curiosidad ni otro interés, en los entresijos y privacidad de los datos médicos de los trabajadores, que preservábamos como secreto profesional.

Las “hospitaleras” Candelaria, Agustina, y Sampedro, escrupulosas,  exquisitas y discretas; especialmente dotadas para todas las funciones de ayuda sanitaria, fueron merecedoras juntamente con Miss Phillis, del afecto de todos nosotros, los sanitarios, y jamás se comentó ninguna queja por parte del resto del personal de la Compañía; tan solo alabanzas durante muchos años.  De igual prestigio y respeto gozaban entre las gentes del pueblo.

Estaba situado el edificio del HOSPITAL en una colina próxima a la zona residencial de la jefatura y las oficinas de la Compañía, en Pueblo Nuevo,  en dirección opuesta al pueblo de Tharsis. Nuestro Hospital era muy bonito, pulcro y confortable, como ya hemos dicho, con las instalaciones médico-quirúrgicas necesarias para la asistencia a lesionados del trabajo y para todas las funciones preventivas del Servicio Médico de Empresa.                       
 
¡Qué pena haya desaparecido!  Según me enteré años después, se sustituyó por el que fue, durante mis 10 años en Tharsis, el domicilio habitual de mi familia, con muchísimas menos posibilidades asistenciales, por su tamaño y construcción. Tal vez entonces, todo debido a la paulatina decadencia de la Compañía, fuera suficiente su nueva ubicación.  Mi antigua casa ha pasado finalmente a ser Museo Minero, actualmente cerrado, según me informaron.
 
Tras este inciso de añoranzas,  pasemos a recordar la mecánica diaria de nuestro  trabajo: Los avisos domiciliarios de los enfermos o lesionados eran llevados por un familiar  en las primeras horas de la mañana, a la oficina de los Guardas, situada en los locales de Sierra Bullones.

El Guarda, Sr. José Romero Correa, y poco después su sucesor, Sr. Antonio Zamorano, nos llevaban la lista de los avisos a nuestro domicilio. Si no había visitas urgentes en el pueblo, me iba temprano a Sierra Bullones, donde me esperaba el Sr. Cartaya y posteriormente, mi también buen amigo, Antonio Durán, para llevarme en el coche de la empresa a las visitas de los  enfermos  de extrarradio: Barrio Pino, Vista Hermosa, la Estación etc. Y finalmente a Pueblo Nuevo, para visitar a los familiares enfermos de los jefes y a los pacientes del Cuartel de la Guardia Civil  (a cuyo mando estaba el Sargento Sr.  Cadenas).

Como último destino,  la consulta del Hospital, donde al terminarla, me recogería de nuevo el coche de la Empresa, para llevarme al pueblo. Mi jornada laboral diaria concluía con la visita a los domicilios de los enfermos,  y con la siempre nutrida consulta de la antigua casa Ambulatorio.

Emociones anímicamente muy fuertes, en la asistencia a los lesionados gravemente en el trabajo, y no digamos la impotencia y el dolor que nos embargaba cuando nos comunicaban la muerte de un trabajador en Contramina, Filón Norte, o cualquier otro lugar de la empresa. Con la angustia en espera de la llegada  del Juez del Alosno, D. Juan Jiménez Orta,  que no se demoraba mucho para el levantamiento del cadáver y restantes trámites, siempre acompañando en su dolor a los familiares hasta el final.

Aunque no había consigna alguna al respecto, cuando ocurría el accidente mortal, que solía ser fulminante o inmediato, sus compañeros trasladaban al fallecido a nuestro hospital, siempre en la creencia o ignorancia de si solo estaba inconsciente o mal herido, pero creo que también lo harían con la consciencia de su muerte, para evitar una triste y fría espera en el desolado lugar del trabajo. Creo que tanto el Juez como la familia, los compañeros y nosotros, todos  agradecíamos que la espera fuese en el hospital.

Así se hizo en  los nueve accidentes mortales que me tocó sufrir en 10 años, excepto en el siguiente e impresionante caso que voy a comentar: El sonido intempestivo, agudo y persistente de la sirena en Sierra Bullones, como en otras ocasiones análogas,  anunciaba algo terrible. Cuando llegué a la carrera a su oficina, me comunicaron la muerte de un trabajador, atropellado por una vagoneta en el piso 14 de la contramina.

Bajé al lugar del accidente y me encontré al fallecido irreconocible, pues el aplastamiento por las ruedas fue sobre su cabeza. No quiero entrar en más detalles, que continúan  claros y vívidos en mi memoria y sentimientos después de tantos años. Sus compañeros me indicaron que era un minero veterano, a quién cariñosamente apodaban “Pan y Cuchara”, y al que yo conocía.
                                                                 


No podíamos justificar el traslado de los restos al hospital, dado el estado de los mismos. No recuerdo si a la llegada del Juez, bajó a contramina para el levantamiento del cadáver o fue suficiente mi informe verbal.

Otros fallecidos en accidente laboral fueron: Uno con gravísimas heridas torácico-abdominales,  por descarrilamiento del ferrocarril  de Tharsis–Corrales, muy cerca ya de nuestra estación.

Otro resultó electrocutado, a cielo abierto, cuando manipulaba unos cables para explosionar una tanda de barrenos en la Corta de Sierra Bullones.

Un cuarto accidente mortal fue  por vuelco de una excavadora,  también en la Corta,  con fallecimiento inmediato del conductor por aplastamiento.  

Otro minero murió de forma instantánea por un traumatismo craneal, ocasionado por el desprendimiento de un tablón del ensamblado que revestía las paredes del hueco del montacargas en Sierra Bullones. Cayó sobre su cabeza desde muchos metros de altura y murió fulminado, cuando entraba o salía del montacargas.

La causa de la muerte de los cuatro mineros restantes, lo fueron en Sierra Bullones o en Filón Norte, por  desprendimiento inesperado de grandes planchas de mineral, cuando los zafreros saneaban techos y paredes tras la explosión de los barrenos. O cuando el barrenero hacía el orificio con la perforadora, previo a la colocación de un barreno, y chocaba con un resto o culote, de otro barreno antiguo que, por desprendimiento de una capa de mineral, había quedado taponado sin explosionar. Con tantos años transcurridos, he olvidado los nombres de los fallecidos.
 

Continuará…

jueves, 20 de febrero de 2014

MEDICINA Y MINERÍA EN THARSIS. 1956-1966. 1ª Parte. Carta de D. Alberto Bervel


 
 
Iniciamos a partir de esta semana, la publicación de una carta que nos envía D. Alberto. Hemos lamentado, al igual que vosotros, el abandono y venta de nuestro Patrimonio Histórico, y entre los edificios que recordamos, el Hospital marcó una etapa importante. Para que nos hablara de su organización,  de su plantilla, de su cometido; le escribimos a D. Alberto, de quien recibimos respuesta extensa, e inmediatamente. También algunas fotos de su colección.

Es muy poca la parte de nuestra historia que se haya editado en libros, pero una fuente de documentación es recurrir a la memoria de quienes aún nos pueden relatar hechos de nuestro pasado. D. Alberto Bervel Cao fue médico de la Compañía de Tharsis, tanto en la época inglesa como en la última de Carlos Strauss y Frederic Velge, asunto publicado aquí últimamente. Ejerció en Tharsis entre 1956 y 1966.

Los obreros empleados en los distintos tajos de la actividad minera, desde la "Sabina" con Deligny, hasta más intensamente Filón Norte con Víctor Mercier,  harían poco uso de los recursos sanitarios existentes en la época para lo que llamamos enfermedad común; pero sí para las lesiones contraídas en el trabajo. Desde la llegada del ingeniero francés, en 1853, quienes acudían a Tharsis en busca de trabajo estaban en edad de trabajar, y se pensaba que no necesitaban ninguna otra asistencia. Esos primeros mineros, antepasados nuestros, que añadieron al duro trabajo el desplazamiento de los pueblos vecinos, padecieron de lesiones motivadas por el esfuerzo muscular, así como de reumatismo en los inviernos. Pero las lesiones más graves,  incluso mortales, se produjeron sobre todo desde la puesta en servicio del ferrocarril y el trabajo intensivo en los distintos filones. También la población en general se vio afectada por epidemias que asolaron nuestra región y causaron varias defunciones, como el cólera morbo asiático de 1885, la malaria o el sarampión.

Aunque sabemos que Deligny hizo traer de su país a capataces y mecánicos para el manejo de maquinarias y bombas de achique, no sería de extrañar que a partir de 1853  algún dispositivo sanitario estuviera al servicio de los trabajadores. Al traspaso de la actividad minera, el 27 de Octubre de 1866, de Víctor Mercier a Charles Tennant, los franceses ya habían construido en Tharsis un hospital, una escuela, y probablemente traspasaron  también un lazareto.

Con la normalización de la actividad minera, asegurando el trabajo para el futuro, esos mismos trabajadores se fueron asentando en los entornos del poblado junto a sus mujeres e hijos. Lo que  obligó a las Compañías a disponer de asistencia sanitaria que velara por la salud de los trabajadores, y que distintas reivindicaciones y disposiciones fueran ampliando a mujeres, niños, y jubilados.

Fue a partir de hacerse cargo la Tharsis Sulphur, cuando se dispone de crónicas sobre el establecimiento de unos servicios médicos organizados.  Servicios que prestaron tanto médicos venidos de Inglaterra como españoles.

Este dispositivo asistencial con que contó Tharsis en la época británica, lo constituían, además de médicos, un nuevo hospital construido a partir de 1873. Edificio desgraciadamente derruido, pero su recuerdo, que permanece en nosotros, con más motivo entre quienes formaron parte de su plantilla.

Médicos que para algunos suenan lejanos: D. José Díaz Riestra. D. José Ortega Collantes. Pero los  nombres de otros sí nos resultan más cercanos: D. Alberto, D. Antonio, D. Adolfo. D. Feliciano. O los practicantes: D. Carlos, D. Jesús.

Es una suerte haber contactado con D. Alberto Bervel, porque su relato nos recuerda una época pasada que recordamos con cariño. Nos habla de su vida entre nosotros. Su tarea como médico para toda una población que alcanzaba las 7000 almas. Su carta, amena  y sentida, nos informa de primera mano del quehacer de un médico que pasó entre nosotros “la década más feliz de su vida”. Guarda muy gratos recuerdos de aquellos años.  Y a pesar de su edad, aún recuerda a muchas de las personas con las que convivió.

Agradecemos su apoyo a la labor que realizamos y la respuesta inmediata a nuestra carta. Cuando por cercanía recurrimos a D. Carlos Cañada, este nos informó que su memoria dejaba mucho que desear, que D. Alberto sería la persona ideal. A los pocos días de nuestro escrito, ya nos llamaba por teléfono para colaborar en las cuestiones que le planteamos.

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MEDICINA Y MINERÍA EN THARSIS. 1956-1966. 1ª Parte.

Carta de D. Alberto Bervel


Mi estimado Sr. Gómez:

Mis cerca de 90 años de edad y los más de 48 transcurridos desde que me vine de mi querido y siempre añorado pueblo de Tharsis, hacen, sin duda, que mi memoria tenga muchas más lagunas que las manifestadas por mi entrañable y buen amigo D. Carlos Cañada.

He estado repasando estos días el blog “amigos de tharsis” y les felicito por todo su contenido e interés histórico, que me ha hecho recordar con añoranza algunos hechos y situaciones de los  años que pasé entre Vds. Intentaré complacerle, en lo que pueda recordar, contando con algunos datos y fechas que conservo de un escrito del año 1995, no divulgado.  Lo haré con todo el cariño que siempre he sentido por ese noble pueblo, y estando seguro de la reciprocidad de quienes me recuerden.

Llegué por primera vez a Tharsis el 31 de Agosto de 1956 para hacerme cargo de la plaza de médico del S.O.E., (Seguro Obligatorio de Enfermedad) que dejaba vacante D. José Ortega Collantes por trasladarse a Corrales, como Titular de la Compañía de Minas de Azufre y Cobre de Tharsis, S. L.,  en aquel Centro de Trabajo.  El único médico que había en el pueblo era D. José Díaz Riestra, Jefe del Servicio Médico de la Compañía, y además Médico Titular de A. P. D. (Asistencia Pública Domiciliaria), que en aquellos tiempos llevaba acumulada siempre un Cupo completo de cartillas del SOE, y la Beneficencia. (Asistencia para los que no tenían Seguridad Social).

Eran años gloriosos del pueblo en los que no había nadie en el paro, existiendo dos cupos completos de más de 600 cartillas de la Seguridad Social cada uno, a las que se añadían 200 cartillas de jubilados por cupo, y en menor cantidad las cartillas de Beneficencia.  El total de habitantes de Tharsis alcanzaba o superaba los  7.000.

En Septiembre de 1956, el personal sanitario del pueblo éramos D. José Díaz Riestra, el ATS (que entonces se denominaba Practicante) D. Carlos Cañada Ruiz, D. José Gervasini, farmacéutico, Dª. María “la Matrona”, y yo.  Mis cuatro  nuevos compañeros eran unos excelentes profesionales, asistiendo a los pacientes con una gran calidad humana y muy queridos del pueblo sin excepciones

A los 4 meses de mi llegada falleció en Diciembre,  D. José Díaz Riestra, tras breve enfermedad. En ese espacio de tiempo entablamos una buena amistad y me fue poniendo al corriente de todo lo relativo a la sanidad local. Pude comprobar su valía profesional, su bondad e integridad como persona, y el gran afecto que sentía por todos sus amigos y pacientes. Encomiable después de tantos años de ejercicio en el pueblo.

Tras su muerte, y por no tener compañero que me sustituyera, estuve al menos 8 meses sin poder ausentarme ni un solo día,  como único médico en el pueblo, y  nombrado jefe del Servicio Médico de la Compañía en el Hospital de Tharsis, al que más adelante aludiré.

Alosno tenía en aquellos años un solo médico, D. Isidoro Royo Cerrejón, al que no se podía pedir ayuda  porque, aunque la distancia de Tharsis no es grande, su pueblo requería su presencia física permanente. No tuve relación frecuente con D. Isidoro, pero lo recuerdo como buen compañero. En una visita a su casa, al comentarme que era radio-aficionado, quedé sorprendido cuando me llevó a una habitación toda ocupada por una magnífica emisora de radio. Un buen medio de evasión cuando, hasta unos años después, no dispusimos de T.V. en blanco y negro.

Por aquella fecha la Jefatura de la Compañía, dirigida por D. Guillermo Mackenzie, la formaban: D. Juan Pott,  D. Diego K. Pollock,  D. Alfredo T. Wilson, D. Tomás,  D. Juan Timony  y D. Juan Davis.  Los ingenieros españoles D. Alberto Gray, Jefe en Filón Norte; y D. Manuel Vázquez Marín en Sierra Bullones con el Sr. Wilson.

La Gerente del Hospital, Miss Phillis Trace Grey, se comportaba para los sanitarios, más como buena amiga que jefe. Tras mi marcha de la empresa y durante algunos años, nos seguíamos tratando y recibíamos con alegría sus cariñosas cartas. No me enteré de su muerte hasta años después.

La Organización Nacional de Servicios Médicos de Empresa (OSME), en Madrid, ordenó que al superarse el tope oficial exigido del número de trabajadores entre los tres Centros de trabajo de la Compañía. (Tharsis, La Zarza, Corrales), debería tener cuatro médicos en vez de tres, y el director, Mr. Mackenzie, nombró a D. Rafael Quintero Vázquez como segundo médico de Empresa en nuestro Centro de Trabajo. Con ello se alivió mi situación de único médico en el pueblo y empezó un hermanamiento, más allá de una buena amistad, con el Dr. Quintero, (fallecido hace algo más de tres años) y su familia, que  dura toda nuestra vida.

Al año siguiente, 1957, no recuerdo la fecha, fue nombrado D. Manuel Granell Fuertes (murió el pasado diciembre del 2013),  para ocupar con carácter interino la plaza de APD que dejara vacante  D.  José Díaz Riestra. En esas fechas, el Dr. Quintero se ausentó unos meses a Madrid para preparar  el examen de Médico Titular (APD), que aprobaría brillantemente.

En Abril de 1958 llegó a Tharsis D. Adolfo Pérez Arciniega, como propietario de la plaza del interino Dr. Granell, que se marchó a Bonares.  En aquellas fechas me encontraba enfermo por una rotura de tendones en la cadera izquierda, por lo que D. Adolfo tuvo que hacerse cargo de todo el trabajo médico, tanto en el Hospital como en el pueblo, hasta el retorno de Madrid del Dr. Quintero Vázquez.

Antes de darme de baja, estuve casi un mes haciendo las visitas cojeando, cada vez más, hasta que los últimos días, la Empresa puso un coche con chofer a mi disposición las 24 horas. Para entrar y salir del coche tenía que abrazar el muslo con las manos pues ya no podía levantar la pierna. Me rendí: 6 meses de reposo absoluto y año y medio haciendo mi trabajo con muletas. Finalmente curé sin secuelas.

Posteriormente el Dr. Pérez Arciniega se hizo Odontólogo, y pasado el tiempo, durante los 90, se trasladó a Huelva capital, donde ejerció como Médico Titular (APD) y Odontólogo, hasta su muerte en esta ciudad, hace unos años (d.e.p.).

Para terminar con la relación de compañeros sanitarios en Tharsis, diré que en 1958 tuvimos un refuerzo con la llegada del ATS, D. Jesús Tocino Vizcaíno, para ocuparse de una parte de las cartillas de la seguridad Social que asistía D. Carlos Cañada. Estuvo allí más de 12 años y seguí conservando una buena amistad, que se continuó con su venida a Huelva, donde tenía una Ortopedia, casi enfrente de mi domicilio actual. (Ha fallecido inesperadamente  hace 3 días, el 13/2/2014). (d.e.p.).

Finalmente, en Febrero de 1961 llegó al pueblo D. Feliciano Díaz Riestra (hermano de D. José), como Médico en propiedad de la plaza del Seguro que yo tuve en interinidad más de 5 años, y que desempeñó hasta su jubilación, pasando después a residir en Huelva, donde falleció hace bastantes años. (d.e.p.).

Continuará...

jueves, 13 de febrero de 2014

FREDERIC VELGE Y LA COMPAÑIA DE THARSIS. Y 4ª Parte.

 
Los capítulos anteriores están colgados en nuestra Web aquí, con fotos del original.
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En Setúbal es donde estos problemas adquirieron mayor dimensión. Marc Velge, Consejero Delegado en aquella época, fue quien más sufrió esos problemas.

"Marc era Consejero delegado. En 1974, durante la Revolución, Marc se quedó encerrado en su despacho de trabajo en Setúbal durante tres días. Marc es quien se ocupaba de todo el trabajo de SAPEC, el vivía en Portugal." (Madame Velge)

"Esos tiempos fueron muy duros. Mi padre murió aquí, en esta casa, diez días antes del 25 de abril (de 1974, Revolución de los Claveles), el Sr. Truphême murió el año siguiente. En las fábricas, aquí en Setúbal, no querían trabajar. Había huelgas casi todos los días y las empresas pasaron por muchas dificultades. En determinado momento fui secuestrado y llegó a haber disparos, pero no pasó de una anécdota. Las personas parecían niños pequeños.
Estuve casi tres días en el despacho. Pero las personas iban a verme y me llevaban puros y comida. Esos tiempos pasaron rápidamente. Hoy me llevo bien con toda la gente." (Marc Velge)

"En cierto momento secuestraron al Sr. Marc Velge en la fábrica de Setúbal, en los despachos de la fábrica. Se quedó allí todavía unos días. Yo, aún así, fui allí para llevarle unos puros a escondidas". (José Henrique Semeão)

 

Para nadie de la familia Velge fueron fáciles esos tiempos. Los acontecimientos eran desfavorables para las familias propietarias de grandes negocios. Veían a su alrededor cómo las empresas eran nacionalizadas, vieron amigos partir para el exilio. Los negocios eran afectados en toda su totalidad y pasaban grandes dificultades.

"Pues lo que ocurría era lo siguiente: SAPEC vendía abonos, ¿no? Pues los agricultores, en aquella época transformados en Unidades Colectivas de Producción, (Modelo colectivista de explotación agrícola puesto en marcha en el Alentejo hacia 1975, pero sin éxito) no pagaban. SAPEC también vivía su drama. ¿Cómo podían pagar a los trabajadores si no cobraban? Pero ellos pagaban. El dinero venía de no se sabe dónde. Pero pagaban. Nunca le faltó su salario a los trabajadores. SAPEC siempre tuvo grandes financieros". (José Henrique Semeão)

Pero no era sólo en Portugal donde se sentían los signos de los tiempos. También en España, en Tharsis, se acumulan dificultades que Frédéric, como presidente, sigue de cerca.

"A finales de los años 60 el clima de paz social comienza a cambiar. Todo cambió para peor y las cosas comenzaron a deteriorarse. Es cierto que en Portugal las cosas fueron un poco más suaves de lo que aquí en España. La gente aquí es más brusca, más visceral. Los portugueses son un pueblo más dócil. Tuve muchos problemas aquí en los años ochenta, que fueron, a mi parecer, mucho más graves que los que sucedieron en Portugal, en Setúbal.
En 1975 salió una ley en España, que se aplicó a partir de 1978, que impedía que las empresas mineras en España tuvieran la mayor parte del capital en manos de extranjeros. La empresa de Tharsis era inglesa, había sido comprada a los ingleses y  cotizaba en la Bolsa de Londres. Tuvimos que hacer en ese momento una estrategia de Spinoff, es decir, separamos la concesión minera de la parte inmobiliaria. Tharsis PLC quedó como la parte inmobiliaria y la comercialización de pirita, y al mismo tiempo se crea una nueva empresa, de capital mayoritariamente español, sólo para explotar las minas de pirita: La "Compañía Española de Minas de Tharsis", que pasó a cotizar en la Bolsa de Madrid. Todo lo que no es industrial se quedó en Tharsis PLC. En ese momento el Sr. Frédéric Velge se convierte en el presidente de la empresa Tharsis inglesa, y Consejero Delegado de la Tharsis española. El presidente de la Tharsis española tuvo que ser ocupado por un español. Yo me quedo como secretario general de ambas compañías. Cada una de las empresas tenía negocios diferentes.
La Tharsis inglesa comenzó a dar valor a su patrimonio y la Tharsis española explotaba la pirita. También fue un momento en el que aumentó muy fuertemente  la protesta social. Las huelgas eran constantes.
Llegaron a estar en huelga cerca de 3.000 personas, el Club en Tharsis fue destruido y hubo cerca de 32 vehículos quemados. Tuve que enviar a mi familia a Madrid, mi casa fue robada varias veces. Entre 1982 y 1984 viví aquí grandes problemas". (Günter Strauss).

Aún así, ante la adversidad, el grupo no deja de buscar soluciones con el fin de rentabilizar su negocio.

"Fue entonces cuando desarrollamos, en colaboración con un grupo británico/canadiense (que tenía el 40%  y un grupo belga que tenía el 10% del negocio) el proceso de separación del Oro y la Plata. Por cada tonelada de Pirita se conseguía obtener 2 gramos de Oro y 5 gramos de Plata. Los resultados fueron muy buenos en general. En ese momento el precio del oro en el mercado mundial era alto, pero los precios de la pirita fueron a caer bruscamente y de manera constante". (Günter Strauss)


Mientras tanto Frédéric Velge continuaba con sus negocios en SOCFIN. Pero su voluntad de participar siempre en nuevas experiencias lo llevó en 1985 a iniciar nuevos proyectos. Esta vez se aventuró en el riesgo de la prensa. Fue una intervención fugaz, pero certera. Su objetivo, recuperar financieramente un grupo editorial.

"En la parte final de esta etapa de Bélgica, mi padre apoyó a una familia belga, la familia Le Hodey, para reanudar un periódico francófono. En Bélgica tenemos dos poblaciones: los francófonos y los flamencos, y mi padre estaba perfectamente convencido de que era importante que la Bélgica francófona continuara sobreviviendo.
Y hubo un momento, en el que los dos grandes periódicos francófonos belgas que eran: "La Libre Belgique" y "La Dernière Heure-Les Sports" estaban muy mal económicamente. Estaban a punto de cerrar. Entonces mi padre apoyó la iniciativa de Le Hodey, y juntos retomaron y desarrollaron el negocio. Instalaron una nueva imprenta. Mi padre era muy aficionado a esta parte de los periódicos". (Antoine Velge). 

El grupo "Bélgica libre" era un grupo que tuvo su génesis a principios del siglo XX y pertenecía a una familia pudiente, la familia Brébart (*25). En los años 70 se habían realizado varios negocios poco afortunados. El grupo de prensa tenía grandes deudas y un parque de maquinaria obsoleto. Durante varios años no se habían realizado inversiones.

A inicios de los años 80 François Le Hodey, procedente de una familia de valones, de tradición católica, encontró a Frédéric Velge. Buscaba apoyo a su proyecto empresarial de reestructuración de la empresa de comunicación. Pretendía aumentar el capital para sanear las finanzas y profesionalizar el cuerpo de redactores. Velge era en aquella época accionista de la "Caisse Privée", un banco que vino a prestar apoyo a este proyecto. Entre los dos se desarrolla en los siguientes años una empatía y un acuerdo de principios que llevó a que tomasen el control del grupo en 1985. Los dos mantuvieron la tradición liberal de "La Dernière Heure" y contuvieron la tentativa de manipulación política, objetivos que terceros pretendían alcanzar. Concretado este proyecto, y estabilizada la gestión de la empresa en 1986, Frédéric Velge se aparta de la gestión y vende sus acciones. Una vez más dio Frédéric Velge pruebas de sus capacidades como empresario. Un empresario empeñado en la construcción de cualquier cosa que trajese bienestar y prosperidad.
Mientras, en Portugal, a partir de 1981, comienzan a tomar forma los acontecimientos que lo conducirán una vez más a la alteración radical de su vida profesional y de su familia.

(*25) El primer número de "La Dernière Heure" salió a los kioscos el 19 de abril de 1906.

“En 1981 contraté al Dr. Catroga (*26). Fui yo quien le trajo a trabajar a SAPEC. Habíamos tenido una información de un amigo, de un banco, de que el Dr. Catroga estaba disponible
para trabajar con nosotros". (Marc Velge)

(*26) - Eduardo de Almeida Catroga nace en São Miguel de Rio Torto, en Abrantes, el 14 de noviembre de 1942. Es nombrado Presidente de SAPEC en 2002, después del fallecimiento de Frédéric Velge. Comienza su actividad profesional  en el grupo CUF en 1966. A inicios del 1974 es nombrado administrador, situación que mantiene después de la nacionalización.

"Estábamos en abril de 1981, fui primero contactado por el Sr. Marc Velge y después invitado por los Sres. Marc Velge y Freddy Velge. Fueron ambos los que me invitaron en la Victor Cordon para venir a SAPEC. Y en agosto de 1981 acepté compartir el puesto de Consejero Delegado. SAPEC tenía como único Consejero Delegado al Sr. Marc Velge y, por tanto, SAPEC pasó a tener dos Consejeros Delegados. Fue la primera vez que contacté con el Sr. Freddy Velge.
Por aquella época había decidido no aceptar nuevo mandato en la Vice-presidencia de QUIMIGAL (empresa pública que integró la CUF nacionalizada) y reencaminar mi vida profesional. Tenía dos o tres opciones. Había enviado mi currículum al Prof. Blondel, que era Presidente del Kréditbank (banco con sede en Luxemburgo) para la posibilidad de que el banco tuviera un representante en Portugal, y con el cual había contactado en calidad de Director Financiero de la CUF. No sabía que él era a su vez administrador no ejecutivo en SAPEC. Cuando recibió mi currículum, Blondel habló con Marc Velge. "- Hay aquí un tipo que podría ser útil a SAPEC".
SAPEC estaba atravesando un periodo muy difícil. Había perdido cuota de mercado, con las nacionalizaciones y con la Reforma Agraria en el Alentejo. SAPEC era esencialmente fuerte en los abonos al Sur del país. Y su cuota de mercado de abonos pasó de cerca del 25% hasta el 10 ó 15%. En la época, los abonos se subvencionaban por el Fondo de Abastecimiento, que retrasaba mucho los pagos. SAPEC sufrirá grandes quiebras de productividad en las fábricas. En esa fase, la gran preocupación estratégica era la supervivencia de la empresa de cara a los desequilibrios económicos y financieros acumulados". (Eduardo Catroga)

Y es la viabilidad de SAPEC, la empresa familiar creada por su padre Antoine y por su abuelo Frédéric Jacobs, la que motivará a Frédéric Velge para afrontar un reto más, y regresar a la casa matriz fundada por su padre y su abuelo.
 

jueves, 6 de febrero de 2014

FREDERIC VELGE Y LA COMPAÑÍA DE THARSIS. 3ª Parte

 


RUMBO A ORIENTE

"La primera vida de él es en Louzal, y su segunda vida es de hecho en Bélgica, en aquellas empresas llamadas SOCFIN: Sociedad financiera de los Cauchos, donde él tenía una participación, que llegó a través de un tío, el Sr. Van den Bosch (*23), que era primo de mi abuela, del lado belga. De las inversiones financieras de los Jacobs, el lado de Amberes. Y comienza, a partir de 1968, a dedicarse a esta empresa, Sociedad Financiera de los Cauchos. Este primo no tenía hijos, tenía una cierta edad, tenía aproximadamente la edad de mi abuelo. Era administrador en SAPEC y durante los años sesenta, en los consejos de administración, había oído hablar de la actuación de mi padre en la reestructuración de las minas de Tharsis y Louzal. Luego, este Sr. Van den Bosch, vino a hablar con mi abuelo diciendo –Antoine, tienes suerte de tener dos hijos. Yo no tengo ninguno. Me gustaría que uno de tus hijos viniera a trabajar conmigo. Y me gustaría que fuera Frédéric-" (Antoine Velge)

SOCFIN era ciertamente un nuevo e interesante reto. Frédéric había alcanzado la madurez en los negocios y, probablemente, deseaba apartarse de la omnipresente sombra de su padre. Pero también había grandes riesgos que afrontar. La decisión no fue fácil.

(*23) Las acciones de Paul Van Den Bosh en Aljustrel se habían vendido al entonces Administrador Delegado, el Sr. de Barsy, que de este modo se convirtió en el accionista  mayoritario. Cuando éste, en 1965, vendió parte del capital al grupo CUF, rival de SAPEC en la producción de fosfatos, desencadena una operación que marca el fin del clima de convivencia entre los dos grupos. Antoine Velge, después de Tharsis, probablemente tendría aspiraciones de regresar a la estructura accionarial de esta mina y, posiblemente, también incorporar este centro de producción en su ámbito de influencia.

“Sé que mi padre dudó: -Y ahora voy a dejar de trabajar con mi padre e ir a una nueva aventura-. Mi madre apoyó a mi padre mucho, porque quería que saliera un poco de la influencia de su padre, y de hecho fue un gran salto en su vida. Fue una cosa muy importante, incluso en términos materiales, salió de una empresa relativamente pequeña, como era SAPEC en aquel momento, incluso con las minas de Tharsis y Louzal. No pasaba de ser una empresa familiar pequeña, y dio un salto a una empresa que en términos de cotización en Bolsa no tenía comparación”. (Antoine Velge)

En su decisión habrá también sopesado el hecho de sentirse limitado dentro de SAPEC. Su hermano Marc administraba con total maestría todo el complejo industrial de Setúbal, que aún presentaba grandes condiciones de crecimiento. Su padre, y Luis Truphême, en ese momento hombres con sesenta años de edad, tenían su vida profesional estabilizada. Frédéric parecía sentir la necesidad de crear algo nuevo que en SAPEC no se vislumbraba. El SOCFIN parece haber sido la solución.

"Este periodo, que también era muy importante en su vida, y si queremos una biografía completa de él, no podemos olvidar este período en Bélgica. Porque es un período al que le tenía mucho cariño. Él también hizo muchas cosas en Bélgica"  (Antoine Velge)

En 1969 Frédéric Velge y su familia se trasladan a Bruselas. Los hijos dejan el Liceo Francés de Madrid. Antoine, el hijo mayor tiene 13 años y se queda un año en París para estudiar. Las hermanas, Caroline con 11 años y Patricia con 6 años, acompañan a los padres a Bruselas y se adaptan fácilmente a la nueva vida.

"En esos diez años, mi padre creó una nueva empresa en África, en Costa de Marfil, para hacer aceite de palma. Desarrolló muchas plantaciones en Malasia e Indonesia.

En Oriente tenían plantaciones de palmeras y de árboles de caucho. Generalmente en la mayoría de estos países siempre fue aceite de palma y caucho, debido a que la empresa no quería depender sólo de un mercado. De forma que estos dos productos generalmente se movían en ciclos opuestos. El caucho estaba muy ligado al mercado al ciclo de los neumáticos, de la industria del automóvil y de la industria aeronáutica, etc... todo ese área; mientras que el aceite de palma era diferente, estaba vinculado a la materia prima, principalmente la industria de la proteína.

Fueron veinte años, de los cuales los quince primeros fueron extremamente fascinantes para mi padre. En esta etapa de SOCFIN mi padre alcanzó una proyección internacional”. (Antoine Velge)

Como siempre, Frédéric se entrega al trabajo con dedicación y entusiasmo. Escoge excelentes trabajadores que le ayudan en sus arduos trabajos. Ahora sus negocios abarcan una buena parte del mundo y se globalizan.


"Durante el período de SOCFIN hay otro colaborador de mi padre, que es Xavier Scheyven. Este hombre fue para él, el Günter Strauss de Bélgica" (Antoine Velge)

Con la globalización de sus negocios Frédéric también gana una dimensión internacional.

"Tenemos fotografías de las fábricas, tenemos fotografías de mi padre y mi madre con el rey de Bélgica. El Rey Balduino y su mujer la Reina Fabiola, cuando fueron a inaugurar una fábrica de SOCFIN, y también tenemos una serie de fotografías de mi padre con el Presidente de Costa de Marfil". (Antoine Velge)


"Este es el Rey Balduino, que estaba vestido con una camisa Batik, el Batik es aquella camisa pintada típica de los indonesios. Al ser una visita oficial, los indonesios estaban todos vestidos de Batik y el rey tuvo que seguir el protocolo".

"Esta es mi madre con el Director de las plantaciones. Y este es el Director de las plantaciones que es un señor belga, es de origen ruso, pero vivió toda su vida en Sumatra. Sumatra es la isla más al norte de Indonesia, donde teníamos las plantaciones". (Antoine Velge)

Incluso con nuevos negocios, Frédéric Velge no deja de seguir los negocios de SAPEC en Portugal y España. En 1974, con la muerte de su padre Antoine, Frédéric se convirtió en Presidente de SAPEC, la empresa familiar.

"En 1968 heredó una parte de una empresa que tenía un tío en Bélgica, SOCFIN, y ocupará el cargo de Vicepresidente. Él continúa participando en Tharsis, aunque de forma más espaciada. Por aquel entonces se formó un comité de gestión formado por él, por mí, que era el Director General, por Joaquim Chapaprieta del Banco de Santander, por Javier Vega de Seoane, antiguo miembro de la Dirección de Minas de España, y por Claude Tassel, que era el financiero. Conseguimos dar continuidad al trabajo que se estaba aplicando y ampliamos la actividad. Es evidente que su presencia se hizo más espaciada. SOCFIN le daba mucho trabajo y tenía muchas actividades en las plantaciones de aceite de palma y caucho que tenían en Indonesia y Malasia. SOCFIN no tenía nada que ver con el negocio de las minas, pero él nunca dejó de participar, sobre todo porque en el año 1974, con la muerte de su padre, se convirtió en Presidente de SAPEC(Günter Strauss)
                                                                                                                         
Con el fallecimiento de su padre Antoine Velge, a los 73 años, en la Quinta de Ayres, en Palmela, pocos días antes del 25 de Abril de 1974, y al año siguiente del finaciero Louis Truphême; la actividad de SAPEC va a pasar por tiempos difíciles.

“En un determinado momento hizo falta una cama articulada para el Sr. Antoine Velge, presidente. En el Hospital de São Bernardo no había una cama articulada. El Sr. Antoine Velge no murió exactamente en el hospital, murió en la cama articulada en su propia casa, en la Quinta de Ayres. Fui yo quien consiguió la cama de un centro de enfermería, allí en Estoril, donde vivía, y llevé la cama en mi Dyane hasta Palmela. Llegamos allí y movimos al Sr. Presidente de la cama de su cuarto a la cama articulada, de la mejor manera que pudimos. Y cuando comenzamos a levantar la cama, el Sr. Presidente comenzó a sentirse mejor y dijo así: "-¡Ya no me muero! Estas son las palabras textuales. Pero el pobre murió tres días después. (José Henrique Semeão)

Pocos días después estalla el 25 de abril. SAPEC tenía por entonces su sede en la calle Víctor Cordon (*24), muy cerca del Largo do Carmo, el centro de los eventos.

"En aquella época era el chófer del Sr. Truphême, y estábamos en SAPEC cuando se inició el 25 de abril. Comenzamos a oír disparos. SAPEC en la calle Victor Cordon, y el 25 de abril fue allí mismo, al lado. Hubo grandes problemas en la calle que desembocaba en la calle Victor Cordon. En la calle António Maria Cardoso. Allí comenzaron los disparos. Y el Sr. Truphême había estado en una guerra en Francia donde perdió a la familia y la casa de los padres en Nimes. El Sr. Truphême me llamó. Él se encontraba en el tercer piso y el Sr. Presidente estaba siempre en el cuarto piso, y me dijo: "- ¡Jose, Vamonos de aquí que hay ahí unos jueguecitos de niños con disparos!." Y nos fuimos los dos para Estoril (José Henrique Semeão)

(*24) En los años 50 SAPEC adquirió un edificio pombalino en la calle Victor Cordon, donde instaló su sede.

SAPEC, al estar cotizando en la Bolsa de Bruselas, no será intervenida por el Estado Portugués como le ocurrió al grupo CUF. Aun así, la economía de la época sufre varias vicisitudes, movimientos huelguistas, paralizaciones, reivindicaciones laborales, que afectan al desarrollo de la empresa.

"En aquella época había huelgas. Por ejemplo, en el Palhal tuve un accidente de coche con el Sr. Marc Velge. Era él quien estaba conduciendo. Fuimos allí porque querían parar los hornos de Scheelita. En otra ocasión, con el Sr. Truphême, fuimos a media noche a SAPEC en Setúbal. Los trabajadores querían parar porque querían mayor salario. EL Sr. Truphême les dijo: Si paran los hornos pierden su medio de vida.
Ustedes, al acabar con los hornos, acaban con SAPEC. Y acabando con SAPEC, acaban con sus puestos de trabajo. Y los viejos trabajadores de SAPEC de Setúbal  conversaron con los más jóvenes y finalmente se entendieron los unos con los otros. Pero SAPEC nunca dejó de pagar los salarios". (José Henrique Semeão)

Continuará...