martes, 20 de febrero de 2018

El libro de Checkland, y como vivíamos en Tharsis



Publicado hace más de 50 años en Londres y nunca traducido, seguimos a la espera que desde alguna institución se decidan por acometer su publicación y podamos leer en español el libro de S.G. Checkland: “The Mines of Tharsis. Roman, French and British Enterprise in Spain”. Que se estén haciendo gestiones, según nos comentan, para hacer realidad este deseo que ya  habíamos manifestado repetidas veces, por escrito y en diferentes foros donde participamos, nos alegra. Nuestra contribución a divulgarlo fue publicar el  capítulo VI: Ernesto Deligny, el redescubridor olvidado. Y el capítulo XV: La vida en los pueblos mineros (1866 – 1914).

Al parecer acudió a Tharsis para tomar contacto con la empresa que describe, agradeciéndole a sus directivos el acceso a toda la información disponible, y el haberles ayudado  tanto en Glasgow como en España. En muchos casos la interpretación de los hechos recopilados,  según escribe en el prólogo,  no son compartidas por altos cargos de la empresa.

Residiría en la casa de huéspedes donde se hospedaban las personalidades que la empresa quería agasajar. Cualquier duda, necesidad o petición, sería canalizada a través de la señorita Phillis Grey hasta el mismo director. Viajaría acompañado en los vehículos de la empresa en cuantas visitas quisiera realizar. Para relacionarse con el staff directivo acudiría al club inglés. Y para regresar a Inglaterra bien pudo ser conducido por un coche de la empresa hasta el aeropuerto de Sevilla.
El año que se editó el libro la empresa ya había pasado a manos de Antoine Velge, al hacerse con un 25% del capital a través de agentes financieros, siendo belga por lo tanto el accionista mayoritario de la compañía. En esta compra de acciones tubo que influir la opinión de Carlos Strauss, que fue nombrado director General, ya que: “había visitado Tharsis en 1958 acompañando a Antoine y Frederic Velge,  y varias ocasiones más en 1960, donde recogí información importante sobre los procesos de producción y las reservas existentes”.

Esta etapa, que no consta en el título del libro, confirmaría la labor de investigación y recogida de datos a la que dedicó Checkland varios años. Teniendo en cuenta que el traspaso de Victor Mercier a Charles Tennant se produce  en 1866 y la Tharsis Sulphur and Copper Company Limited toma posesión de Tharsis y la Zarza en diciembre de ese año  y para un periodo de casi un siglo (99 años), en 1965 la vigencia de ese contrato había concluido o se debería posibilitar su  prorroga. Esto era sobradamente conocido por el autor, y parece que se limitó a editar todo lo que había recopilado antes de 1964, pero como no hemos leído el libro, desconocemos si hay algún anexo a la etapa Belga, ya que su trascendencia no fue menos importante.  

El libro se publicó en 1967, y aunque la mayor parte del trabajo dice haberlo realizado años antes, quienes tenemos cierta edad podemos tirar de memoria y de hemerotecas para situarnos en el Tharsis que pudo haber  contemplado Checkland,  si es que visitó el pueblo para escribir del trabajo y la historia de la Tharsis Sulphur. Sobre los años 60 y vida social, ya he publicado otros artículos: (1),   (2),   (3),  (4)


A principio de los 60, en el mes de Octubre,  quienes rondábamos nueve o diez años, no teníamos la más remota idea que en las elecciones sindicales celebradas  para la constitución del jurado de empresa se eligen a tres representantes para cada uno de los grupos: técnicos, administrativos, mano de obra cualificada, y mano de obra no cualificada. Para el cargo de secretario eligen a Cándido Maestre. Nuestra conciencia social, que nos dirían después, aún no se había despertado y nos considerábamos la mar de felices en nuestra vida diaria. Existía una organización en la que crecimos, que de alguna manera también nos podía condicionar, pero es la que había y se disfrutaba de cierto bienestar comparado con otros pueblos. Teníamos el “anticipo”, donde entregando la cartilla te adelantaban dinero a cuenta de la nómina de tu padre. El Economato era también la tienda más surtida del pueblo y que más visitaban nuestras madres. La plaza de abastos disponía igualmente de todo tipo de productos frescos, a donde acudían vendedores de otros pueblos. Se podía comprar a los diteros sin necesidad de avalistas, bastaba que tu padre fuera empleado de la empresa para conseguir cualquier producto y pagar en cómodos  plazos. La escolarización, que había organizado la empresa y se disfrutaba desde 1881 en la Escuela Grande, debía tener cierto prestigio en el ámbito provincial, ya que en la visita que hace Franco a Riotinto en 1956, se le muestran fotografías de la escuela de Tharsis, una de  la clase de don Francisco.  

Sí recordamos, que al igual que ahora, la afición al fútbol era dominante en el pueblo. Los partidos del club atlético Tharsis eran seguidos por la mayoría de trabajadores, y en los desplazamientos del club a otros campos de futbol, viajaban familias con la intención de encontrarse con familiares que vivían en otros pueblos. Ocurría igual cuando otros equipos venían a Tharsis, que parientes de nuestros padres se llegaban por casa, nos besaban  y nos saludaban  efusivamente.

Una vez que se instaló el primer televisor en el Casino, los aficionados lo recibieron como un gran regalo. Ya no solo podían ver  jugadas reales en el campo Santa Bárbara, ahora también a través de la televisión, la de sus equipos favoritos. Y aunque el casino se llenaba a rebosar los domingos que televisaban algún partido, la costumbre de estar al tanto de la liga y las quinielas, con el transistor pegado a la oreja escuchando a Juan Tribuna en su carrusel deportivo, seguiría durante años.
Estábamos alegres por la felicidad que reinaba en nuestras casas, entre las familias, y en el pueblo. Nuestras ocupaciones eran ir a la escuela  y después a clases particulares, y el resto del tiempo a jugar y a esperar que llegaran nuestros grandes acontecimientos: la Velada, Santa Bárbara, la Peña, Navidad y Reyes. Con esos años el futuro era una palabra sin apenas significado. El cine también competía con el casino como lugar de distracción, no sólo para proyección de películas, algunos espectáculos tuvieron gran concurrencia de público, sobre todo de los cantantes de la época. Recuerdo uno de Rafael Farina donde se movilizó mucha gente. El cine también sirvió para entregar los premios que la compañía daba a los alumnos por asistencia y aplicación, y que presidía la Señorita  Phillis Grey.

Cuando aquellos aparatos de radio a válvulas los había en pocas casas, y la televisión aún no había aparecido,  la única distracción concurrida para salir de la monotonía diaria era el cine. Se esperaba con avidez a que en la fachada se colocara el cartel avisando de una nueva película. Una anécdota que me relató don Alberto al pedirle, hace cuatro años, que me contara sus vivencias en el pueblo, había ocurrido en el cine antes de su llegada; y es que cuando acudió a Tharsis en 1956 como médico del SOE, entabló lógica amistad con D. José Díaz Riestra, quien le contó que entrando una vez al cine se sentó en el palco que tenía reservado la empresa y vinieron a llamarle la atención. Se prometió en ese instante que jamás pisaría el cine, promesa que le dijo a don Alberto mantendría  mientras viviera. Y la verdad, tenía que ser duro en aquella época, me decía don Alberto,  renunciar al cine.   
También se celebraban en el casino otro tipo de actos y que alguna vez observamos desde la distancia, eran la reuniones convocadas por el sindicato, el que había,  que se llenaba de pancartas y de aplausos que resonaban  bien lejos. A la salida, los trabajadores  se felicitaban de los discursos que habían escuchado.

Por esta época, y cuando empezábamos a interrogarnos algunas cosas, no encontrabas mucha disidencia con la situación política, no dudo que hubiera más, pero entre los de mi edad  había, si se puede decir así, bastante desinterés: ni nos interesaba Franco, ni quienes lo combatieron, y si después me movió la curiosidad por saber, es porque quienes perdieron la guerra se empeñan en reescribir la historia. Pasarlo bien era nuestra meta   hasta entonces, poner los pájaros, jugar al foché, a la guillarda, a los bolindros, o construir y volar pandorgas. Lo más revolucionario que hacíamos era escuchar Radio España Independiente, la “pirenaica”, pero con el tiempo descubrí que no tenía nada de independiente, y de pirenaica tampoco, que emitían desde la dictadura más cruel de la historia.
Aquella situación la  sufrieron mayormente nuestros padres, y aunque nos tocó vivir en la dictadura hasta 1979, después de muerto el dictador miles se declararon antifranquistas, a pesar que se beneficiaron y prosperaron en su régimen.

La gran oportunidad para salir del pueblo se nos presentó gracias a la creación de las becas del PIO en 1961. Un grupo de alumnos acudimos a Huelva a un examen para acceder a esas becas, así fue como cambiamos los días de asueto y juegos después de clase, por la disciplina que imperaba en los colegios del frente de juventudes, como era el colegio Menor Santa María de la Rábida, que nuestros padres eligieron para iniciar el bachillerato, quizás porque otros alumnos del pueblo ya estaban en ese colegio. Otros compañeros también cursaron estudios en el seminario.
Los que no pudimos mantener la beca, continuamos en la academia Cervantes en Alosno, que se había organizado por esas fechas. A donde acudían los profesores del Instituto La Rábida de Huelva para examinarnos por libre.

En los días de invierno, que cogíamos el autobús de Damas para ir a la academia de Alosno, encontrábamos el quiosco de Valle con la chimenea encendida, y se agradecía acercar las manos al tiro metálico para calentarse. Llevábamos el canasto con la comida preparada por nuestras madres, y al llegar lo dejábamos en casa de un conocido o familiar. En mi caso, y el de mi primo Antonio, a casa de Francisco Garfia, hermano de José Garfia Cerrejón, muerto recientemente (q.e.p.d.),  y a quien tantas veces recurrí para contrastar información. Alguna vez coincidimos con obreros que viajaban a Huelva porque la empresa había organizado un curso para sacarse el carnet de conducir.
Los años 50 se viven en Tharsis con el pleno empleo. Terminada la segunda guerra mundial, la industria europea trabaja para la plena recuperación y necesita mucha materia prima. La provincia de Huelva suministra la pirita, esa materia prima tan demandada. La prensa afirma que la mina de Riotinto es la primera del mundo. En Tharsis se alcanzan 780.000 toneladas.

Durante décadas  la actividad laboral en los tres centros mineros: Tharsis, la Zarza y Corrales, tenía ocupada mucha mano de obra. La exportación de la pirita a través del río Odiel mantuvo un flujo constante de trenes con una repercusión benéfica en la población, que disfrutaba de un relativo  bienestar. Aunque  se vivieron periodos de crisis, no sólo huelgas, también los altibajos que de forma  cíclica siempre ha soportado la actividad minera. Terminada la guerra civil, otra grave crisis dio comienzo trayendo miseria y penumbra a toda España, la segunda guerra mundial. Los obreros compaginan  el trabajo en la mina con otros agrícolas. La necesidad de contribuir a la economía familiar era imperiosa, y quien tenía un huerto donde cultivar alimentos, se entregaba a ello todas las horas posibles. Cuando la exportación recayó a raíz de la guerra, la empresa tenía excedente de mano de obra de la que no se podía desprender, y optó por ocupar a los obreros  en tareas  ajenas a la minería, o reduciendo la semana a solo tres días de trabajo.

Esa época, los años 40, es la de mayor auge del contrabando, que nuestros padres bien recordaban, y a lo que también se dedicaron vecinos de Tharsis. El  café y el azúcar eran los productos más demandados en esta parte de la frontera. Esta actividad fue perseguida en España y Portugal pero con cierta permisividad en ambos países. Del contrabando, ejercido mayormente por hombres, se pasó a la recova, ejercida casi en exclusiva por mujeres, y que portando enormes canastos repletos de huevos, una vez que llegaban en tren al Puntal, intentaban abordar a toda prisa la primera canoa. Llegar cuanto antes a la plaza de Huelva repercutía al alza el precio de  los huevos.
Esos años propiciaron también la desaparición de la banda de música. Las necesidades eran tantas que se sacrificaron aficiones para la búsqueda de ingresos extras tan necesarios. En vez de ensayar y tocar con la banda, esos días y esas horas se empleaban en conseguir trabajos retribuidos. Las penurias que  se pasaban en muchas familias relegaron la afición por tocar. Nuestros padres nos contaron de esas penalidades, donde una terrible hambruna asolaba muchos hogares. Juan Blanco Estévez, a quien entrevisté en 2008, me informó de esta situación.

En 1941, 350 trabajadores de Huelva parten para trabajar en Alemania, que estaba en guerra. Entre ellos, trabajadores de  Tharsis  componentes de la banda de música. Esta ausencia de algunos, y las necesidades básicas poco cubiertas de la mayoría, debió desmotivar a todos.  Actuaron por última vez en 1951 para acompañar en procesión  por el pueblo a la virgen de Fátima. Después se entregaron los instrumentos. Uno se vendieron y otros desaparecieron.
La  exportación de la pirita en los años 50 propicia igualmente el incremento de mano de obra y la empresa promueve la construcción de nuevas viviendas: plaza de San Benito, calle Dr. Fleming. A pesar de ello muchos huertos fueron ocupados, por qué la demanda de vivienda no la solucionaban las nuevas construcciones.



En 1963 se aplicó el salario mínimo interprofesional, de 36 pesetas diarias de media para la  industria, y entre 24 y 27 en la agricultura. Un día de febrero de 1965 se supo en el pueblo que un teatro ambulante situado en el llano del paseo había sido derribado por un fuerte viento. Quienes pasaron por allí relataban que les había impresionado ver esparcidos pertenencias y objetos personales. La compañía le prestó ayuda, al igual que hicieron otros vecinos ofreciéndoles alojamientos en su huerto.

En 1967, representantes del jurado de empresa de la compañía de Tharsis, viajaron a Nerva para agradecerle al ministro de trabajo Romeo Gorría, y al “caudillo”, el incremento en los salarios de los mineros.

En 1968, el diario Odiel dedica un amplio reportaje a la Compañía de azufre y cobre de Tharsis y sus importantes realizaciones. En uno de nuestros artículos publicamos fotografías de aquella época. Ese mismo año la Sección Femenina instala su cátedra en Tharsis, que clausura con una demostración de gimnasia y la actuación de un grupo de baile en el llano del paseo.  

En 1969 se inaugura el club Juvenil. Disponer de un local de reunión para la juventud fue un hecho importante, donde asumimos, entre todos, la responsabilidad de organizarnos. Participamos en  tómbolas, teatros, excursiones y bailes. Y editamos la revista Tharsis, con su aire contestatario, que creo fue el motivo por el que nos pidieron legalizarnos o dejar de publicar.  Pero de esto ya hemos escrito en nuestro blog hace más de siete años, para conmemorar el 41 aniversario.

José Gómez Ponce
Febrero 2018