jueves, 11 de noviembre de 2021

Y BROCHE FINAL DEL HOMENAJE

 


El broche final del homenaje lo han puesto los bisnietos de Ernest Deligny con la carta tan amable y agradecida que me ha enviado el señor Gervais. Dando las gracias a todos: a las autoridades, al prior del monasterio, al grupo de teatro, a quienes le acompañaron al monte Tarse, o en la oficina de Tharsis Mining.

“Estos dos días dedicados a Deligny fueron un éxito, un gran éxito. De todos nuestros viajes a Tharsis, este de hoy ha sido sin duda el más importante y el más conmovedor. Estos días quedarán grabados en nuestro corazón como homenaje a Deligny".

Y termina así: 

“Mi hermano Jérome, así como mis dos hermanas, Pascale y Ariane, se unen a mi agradecimiento. Mi querido José, una vez más para decirte nuestra alegría por haber participado en estas ceremonias. Nos gustó estar en Tharsis cómo a Deligny sin duda le gustó estar allí en su tiempo"

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Para corresponder a quienes quisieron acompañarnos en este homenaje pero no pudieron, os dejo las imágenes grabadas en Tharsis. Del Ayuntamiento de Huelva, o del Monasterio de la Rábida, solo tenemos fotos.

Esta grabación fue realizada por Raúl Gala, amigo de la familia. A quién le agradecí que se desplazara hasta Tharsis a pesar de la lluvia, realizando un excelente trabajo y pasado a YouTube. 

https://youtu.be/1lENrWkXHCQ


José Gómez Ponce

Noviembre 2021


miércoles, 3 de noviembre de 2021

RESUMEN DEL HOMENAJE A DELIGNY

 


Hace más de 20 años constituimos la Asociación Amigos de Tharsis Ernesto Deligny. Inscrita en el Registro de Asociaciones de la Consejería de Justicia y Administración Pública de la Junta de Andalucía, con domicilio en la calle Pueblo Nuevo de Tharsis. Pero de todos los actos que hemos organizado, de los libros que hemos editados; este del homenaje a Ernesto Deligny es de los más importantes y emotivos.

La conclusión no puede ser más positiva. Ya expuse el pasado sábado en el Salón Cultural lo bien que había salido los actos programados en Huelva. Cualquiera se alegraría de que salga a la perfección lo que llevas años preparando, y así de alegre estaba al contarlo, porque esperaba que los actos que quedaban por hacer en Tharsis salieran igual de bien

Mi hijo y mi sobrina Isabel, después de hacer la presentación, dieron paso a la representación histórica del nombre Minas de Tharsis. El libreto lo escribí para contar este acontecimiento ocurrido hace 168 años, centrado en tres personajes fundamentales:

Luciano Escobar, que acompaña al extranjero venido de Francia para mostrarle lo que él ya había recorrido gracias a las recomendaciones del párroco de Alosno, don Manuel Ambrosio.

Ernesto Deligny, que le confirma el potencial minero de la zona y decide comunicarlo a Luis-Charles Decazes para que invierta en estas minas.

El pastor, que cuenta la opinión que tienen en Alosno del francés, al que considera un poco iluso, pero si don Manuel Ambrosio dice que hay que apoyar, bueno será. Y el nombre de aquella cima que solicita el francés para fijar las lindes de los denuncios mineros, acabará adoptando el poblado que se erige a su alrededor.

Pedro María, Manolo Raimundo, Pepe Martín y Dominga Macías; se llevaron un caluroso aplauso al final de la representación. Los bisnietos subieron al escenario para felicitar a los actores y a su “bisabuelo”.

Desde el Salón Cultural, y amenazando lluvia, subimos al monte Tarse para el acto fundamental del homenaje, que esa cima decidió el nombre de las minas.

La placa la descubrimos el Señor Gervais y yo. Él tenía que tirar de un extremo de la cortina y yo del otro, pero le di un tirón tan fuerte que me quedé con la cortina en la mano. Aunque todo salió bien porque no llovía en ese momento.

Desde allí nos fuimos a la Oficina General de la antigua compañía de Tharsis, pero ahora oficina de Tharsis Minina. La exposición que nuestros amigos de Corrales montaron, fue de matrícula de honor. Javier, María del Mar y José; trajeron desde Corrales material, documentos, pintura y escultura; que forma parte del particular museo que tienen instalado en el propio Casino Minero de Corrales, visita que recomiendo. Y por supuesto contando con Andrés Hernández y Tharsis Mining desde el primer momento.

Terminado los actos, y visto el resultado final, me embargó una enorme tranquilidad. Al día siguiente apareció una detallada crónica en el Huelva Información, con lo cual el homenaje ha podido ser conocido fuera de la provincia. Alguna puntualizacion a la organizada entrega de documentos en el Ayuntamiento sí es preciso hacer. Pero cuando no se tiene toda la información puede ocurrir eso.

Para llegar a esta firma de documentos, donde el archivo de Huelva va a recibir una importante documentación, hay una colaboración muy cordial y afectiva de años con el señor Benoit Gervais. En sus dos visitas a Tharsis, en 2016 y 2018, donde le acompañé, junto a sus hermanos, haciendo el recorrido que hizo su bisabuelo en 1853. O en nuestra relación epistolar, que mantenemos hasta el día de hoy. Sí, estoy muy contento que la documentación particular de los bisnietos de Ernesto Deligny acaben definitivamente en Huelva, para que pueda ser consultada por quiénes se interesen en los pormenores de este pionero de la minería. Pensar por un momento que esta documentación podía perfectamente ser depositada en la Universidad de París. En cualquier Facultad donde se estudia ingeniería de minas en Francia. En el archivo del Colegio de Ingenieros de París, del que formó parte. O en el archivo de la prestigiosa Escuela Central de París, donde hizo sus estudios; ¿es, o no es motivo para sentirse orgulloso de que la podamos tener en Huelva?

Igual que con el cuadro donado por su bisabuelo al Monasterio de la Rábida en 1869, que cuando se hable de la obra pictórica de Pierre-Jules Jollivet, hay que informar que uno de sus cuadros importantes, Christophe Colomb découvrant l Amérique, está depositado en el Monasterio de la Rábida, en Huelva.

El archivo de Huelva, situado en la Casa Colón, que muchos hemos visitado, tiene fácil acceso. No tienes que averiguar si está abierto o no. No te exigen demostrar que vas a investigar para un Organismo Público o para una Tesis. Ni te preguntan si estás capacitado para investigar. Por todo esto, mi recomendación a los familiares de Ernesto Deligny para que depositaran la documentación en Huelva estaba bien meditada.

Para el acto en Tharsis estuvieron presentes los alcaldes de Tharsis y Alosno, a quienes invité personalmente y los presenté al señor Gervais. También invité en Tharsis al presidente del Casino, al Director del colegio Argantonio, al presidente de la Asociación de mayores la Divisa, y a la presidenta de la Asociación las Mineras. Y en Alosno, al director del colegio Ntra. Sra. de Gracia, y al director del Instituto la Alborá.

Muchas gracias a quienes nos apoyaron, a quienes estuvieron presentes, y a quienes desde la distancia quisieron estarlo.

José Gómez Ponce

Noviembre 2021









jueves, 28 de octubre de 2021

ÚLTIMA HORA DEL HOMENAJE A ERNESTO DELIGNY


Los bisnietos ya están en Huelva. Para cumplir con los actos programados, la donación del archivo particular de la familia, el viernes serán recibidos en el ayuntamiento de Huelva a las 11,30, por el alcalde o teniente delegado de cultura. Quienes mostraran públicamente su agradecimiento y la importancia de este gesto de los bisnietos de Ernesto Deligny.

La directora del Archivo municipal ya tiene la relación de documentos que se van a donar, y su opinión es que son muy interesantes. Esa relación la publicaremos también, si antes no lo hace el Ayuntamiento.
Y el sábado toca reunirnos con ellos en Tharsis. Por eso, ante la posibilidad que sea poco recomendable subir al monte Tarse, porque amenace lluvia, aunque el acto no duraría más de 40 minutos; hemos solicitado el salón cultural. Por lo tanto, hasta última hora se mantiene la concentración en el llano del Casino a las 16,30. Si vemos que la lluvia lo hace imposible, pues nos desplazamos al salón cultural.




jueves, 14 de octubre de 2021

PROGRAMACIÓN DEL HOMENAJE A DELIGNY


Esta es la programación que le hemos propuesto a los familiares de Ernesto Deligny. Nos confirman que ya han reservado el vuelo.

-Viernes 29 de octubre, sobre las 9 de la mañana. Rueda de prensa en Huelva. El Señor Gervais, en representación de la familia, informará de la donación del archivo familiar a la ciudad de Huelva. Ya que no hablan español, nos acompañará el señor Rogers que amablemente hará de intérprete.

-A las 12 horas. Los bisnietos de Deligny van a tener la oportunidad de contemplar el cuadro donado por su antepasado al Monasterio de la Rábida en 1869. El prior del Monasterio ha atendido gustosamente nuestra petición para acompañarles en la visita.

-El sábado 30, a las 16,30 horas, en Tharsis. Concentración en la explanada del Casino Minero para recibir a los familiares. Desde allí partiremos en vehículos al monte Tarse para conmemorar el 200 aniversario.

-A las 17 horas, actos del homenaje. Actuación del grupo de teatro de Tharsis, que nos trasladará al mes de marzo de 1853. Terminada la función se descubrirá la placa de recuerdo a Deligny. Después nos dirigimos en vehículos a la Oficina General para inaugurar la exposición.

-Visita de la exposición. Como no está instalada en una sala amplia, igual tendremos que acceder por grupos. Pero esto está por ver.

Terminada la exposición, despedida de los familiares.

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MÁS INFORMACIÓN DEL HOMENAJE

Un hecho interesante que ha propiciado el homenaje es la relación de la familia Deligny con Huelva. Con una diferencia de 152 años, esas buenas relaciones se han reconocido con una donación comunicada a las autoridades provinciales mediante cartas. La más antigua, fechado en París el viernes 1 de octubre de 1869, dirigiendo al Gobernador de Huelva el objeto de la donación:

Ilustrísimo señor, tengo la honra de remitir a vuestra Ilustrísima con destino al ex convento de Nuestra Señora de La Rábida, un cuadro pintado por el distinguido artista monsieur J. Jollivet, y que representa a Colón en el momento de divisar por primera vez, en su larga y penosa navegación, las tierras de América.”

Y su motivación.

He residido por bastante tiempo en esa provincia, me unen a ella y me la hacen sumamente querida tiernos recuerdos de amistad; el nacimiento de una hija, los constantes y fructuosos trabajos que ocuparon el tiempo de mi residencia, y la satisfacción de haber puesto una de las primeras piedras en el edificio de prosperidad futura con el descubrimiento de algunos de los ricos criaderos mineros. Muy especialmente dando nueva vida al de Tharsis y con él a esa ría, en otro tiempo surcada por los numerosos buques que conducían sus productos al reino de Salomón”.

Firmado. Ernest Deligny y Ardaillon.


La más reciente. Fechada en París el viernes 1 de octubre de 2021. De nuevo otra donación. Esta vez un archivo particular que se le anuncia al alcalde de la ciudad.

Me gustaría compartir con ustedes mi deseo de entregar a los archivos de la provincia los documentos que me han llegado. Estos documentos, escritos mayormente por Deligny, merecen ser depositados en los archivos. Su conservación estaría así asegurada y serían accesibles a todos los interesados en la mina y en la historia de la provincia”.

Y su motivación.

Viajando varias veces por la provincia de Huelva, como bisnieto de Ernest Deligny, me conmovió conocer calles o plazas que llevan su nombre. Me conmovió aún más descubrir en Tharsis una Asociación que también llevaba su nombre y, sobre todo, que le dio vida a su memoria”.

Esperando que acepte esta iniciativa”

Firmado. Benoit Gervais

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La recreación histórica que va a representar el grupo de teatro de Tharsis lleva por título: Marzo de 1853, Tharsis se inscribe en la historia.

Deligny, en compañía de Luciano Escobar, contempla desde un alto cerro las labores mineras abandonadas hace siglos; los inmensos escoriales, los pozos y galerías excavadas, el portillo de Santo Domingo. Humos de las calcinaciones de Riotinto, de las minas a los pies de la sierra de Aracena: Poderosa, San Miguel, San Telmo. El puerto de Huelva.

Para fijar lindes en los denuncios mineros pregunta por el nombre de aquel cerro. La respuesta que le da un pastor le trae a la memoria lo que ha leído del mundo antiguo; de Historia, del Imperio Romano, de Geografía.

El título lo dice todo, en esa fecha, hace más de 168 años, Deligny registró las minas con el nombre que trascendió a la población que se fue configurando en su entorno. Renacía así una actividad milenaria que ya habían desarrollado primitivos pobladores, antes incluso de fenicios y romanos. Descubrir por medio de un pastor, cómo la tradición oral había conservado un nombre hasta entonces mitológico, fue una revelación para Deligny.

Revivir ese momento a cargo de actores, es situarnos de dónde venimos; al comienzo de hace más de siglo y medio. Para evocar aquella fecha no hay mejor lugar que representarlo en la cima que quedó recogida para la historia, el monte Tarse.

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En cuanto a la exposición en la Oficina General, qué deciros de este importante edificio inaugurado en agosto de 1879. Y aunque no tiene habilitada ninguna dependencia para exposiciones, el sitio elegido no puede estar más cargado de historia, el despacho y sala de reunión de la Dirección. Donde Alexander Allan recibió la citación a juicio por el daño de los humos sulfurosos de las calcinaciones. Donde estaba la “Audiencia”, y se decidían sanciones por faltas cometidas en el trabajo o en el poblado; aplicando un particular “Código penal”. Donde la “señorita” Phyllis Gray despachaba con Rutherford los problemas que le llegaban de la población.

José Gómez Ponce

Octubre 2021 

lunes, 4 de octubre de 2021

HOMENAJE A ERNESTO DELIGNY

Este recuerdo a Deligny vamos a celebrarlo con dos actos muy interesantes, en Huelva y en Tharsis.

Dado que la situación sanitaria nos va a permitir llevarlo a cabo, hemos retomado este asunto que lo teníamos planteado para 2020 y aplazado por dos veces.

El primero en Huelva, donde sus familiares han decidido donar a la ciudad el archivo particular que poseen. Para este fin se ha comunicado al Ayuntamiento de Huelva el deseo de los familiares, y se convocará una rueda de prensa en la que sus bisnietos informaran de los detalles de la donación. Esta documentación, que aportará datos para quiénes quieran investigar la labor llevada a cabo por este pionero de la minería, estará disponible cuando desde el Archivo se organice y catalogue adecuadamente.

El otro acto, aunque no es el primero que dedicamos a Deligny, es una exposición en Tharsis que abriremos al público el mismo día del homenaje. En un edificio emblemático de la actividad minera que milagrosamente no ha sido vandalizado, la Oficina General de la antigua Compañía de Tharsis.

Por nuestra parte, desde Amigos de Tharsis estos actos no son más que nuestra contribución de admiración y respeto a Ernesto Deligny. Para la semana próxima tendremos cerrado los horarios y lugares de todos los actos a celebrar. Los familiares, que se desplazaran desde París, nos tienen que confirmar los días.

jueves, 2 de septiembre de 2021

1853. EL INICIO DE UNA COMUNIDAD. 3ª Parte

Resumen de lo publicado.

Felipe estaba disponible para cualquier tarea que le encargaban los capataces, pero a raíz del cólera, que castigó sobremanera la provincia de Huelva, regresó a La Puebla.

Mientras, la sociedad auspiciada por Deligny vivía momentos de crisis. Al reiniciarse los trabajos, se acrecentó su espíritu minero y decidió convertirse en barrenero.

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Tras el cese casi total de la actividad por el abandono de los trabajos que el miedo al cólera había provocado en los mineros, estos comenzaron a regresar al trabajo. Del Alosno y de la Puebla principalmente, pero también de otros lugares. El tránsito de mercancías se fue restableciendo, no solo con la capital, también comenzaron a llegar las importaciones del material que se había solicitado.

Un hecho importante tuvo esta paralización momentánea de la actividad y el regreso de muchos trabajadores a sus pueblos por el miedo a la enfermedad, y es que corría de boca en boca la magnitud del trabajo en el que se habían implicado con los franceses. Y más que eso, el optimismo que sus dirigentes, Deligny el primero, ponían en la importancia de estos trabajos como fuente de prosperidad, que repercutiría en los pueblos de los alrededores. Quién por el miedo a la enfermedad había regresado a su pueblo, pudo informar a sus vecinos de la grandiosidad de los trabajos que se estaban acometiendo. Del futuro que estos trabajos podían proporcionar a la juventud. De la posibilidad que ofrecía a los “buscavidas” de establecerse en una nueva comunidad que partía de cero en recursos para vivir permanentemente.

Este futuro verosímil que brindaba trabajar en las minas, corrió de un extremo a otro de la provincia, y cruzó al reino de Portugal. No solo era proporcionar trabajo a cientos de hombres condicionados exclusivamente al clima para que los trabajos agrícolas le proporcionaran sustento, es que muchos vieron la oportunidad de cambiar a un oficio, aunque peligroso, pero que no dependían de estar constantemente pendiente de que lloviera, o no, en la primavera y el otoño.

En la Puebla, en Alosno, en el Almendro, en Encinasola y en otros muchos pueblos, solo se hablaba de probar fortuna en las minas de Tarsis.

Así acudió mucha mano de obra; por que un pariente, un primo, un hermano, o un padre trabajaba para los franceses; y se les unieron familias enteras.

Pero la empresa, que ya había pasado por una crisis financiera, dejando de pagar regularmente los salarios, estuvo a punto de acabar con el proyecto de explotación de las minas del término de Alosno.

En 1855, Deligny, que ya había traído a Huelva a su mujer y a sus tres hijos, regresó a París para defender ante los accionistas su proyecto. Allí se encontró con un fuerte rechazo. La casa Rothschild había enviado a Tarsis y Calañas a un experto ex-profesor de la escuela de minas de Saint-Etienne. Este presentó a los accionistas el informe que había elaborado en su visita, dónde concluía que en Tarsis y Calañas "solo se encontrarían muchos azufrones y alguna que otra veta de mineral".

Este rebate a su proyecto le supuso un duro golpe a Deligny.

-¿De qué me serviría explicarle a los accionistas que en mi proyecto confían los directores de Río Tinto, con Martínez Alcibar a la cabeza, con mucha más experiencia sobre el terreno que la visita y el informe del señor Benoit? -se decía.

Pero este revés, más que desmotivarle le persuadió para seguir adelante. Y esta confianza que tenía en el proyecto la compartía también su amigo Decazes. Una vez más, el duque volvió a confiar en él, como había hecho cuatro años antes enviándole a reconocer algunas minas del sur de España. Decazes, que “tenía fe en la lealtad e inteligencia de Deligny”, le presentó a posibles nuevos socios: Eugene Duclerc, Hippolyte G. Biesta, y Alphose Pinard. Todos hombres de negocios, ligados a los hermanos Pereire y por ello a la Societé Generale de Credité Mobilier. Y lo que parecía que iba a acabar en derrota, acabó en una importante batalla ganada para la supervivencia de Tarsis; la creación de una nueva empresa mucho más importante.

El 23 de junio de 1855 se constituyó en París la sociedad Compañía de minas de cobre de Huelva, con un capital de 6.000.000 de francos, con Eugene Duclerc como gerente y Deligny como ingeniero jefe.

Siendo su cuñado, Henry Sergant, que se había instalado a vivir en Alosno, el responsable de la actividad minera en Tarsis.

Felipe había participado en cuántos trabajos le proponían los capataces de los franceses, el último, en la construcción de chozos. Pero él, cuando remitió la epidemia de cólera, regresó a su choza de la Huerta Grande. Como había adquirido destreza en las muchas tareas que le proponían, acabó aceptando trabajos a destajo, a veces para él solo, pero otras muchas para hacerlo en cuadrilla.

Hacia 1856 se le presentó un nuevo cometido, trabajar en la galería Sabina. Informado por los capataces del proyecto para cavar un túnel que atravesara la sierra de Santo Domingo en el sitio de las Cantareras de la Reina, solicitó formar parte del grupo de mineros para hacer el trabajo. Lo que sí le dijeron es que tenían que usar pólvora, por la dureza de la roca. Aunque usar pólvora conllevaba mucho peligro, era de los trabajos mejor retribuidos. Antes de decidirse, aprovechó un día de descanso que regresó a la Puebla, para hablar con un armero, vecino suyo, que reparaba escopetas y sabía de manejarse con la pólvora. El armero le habló de la pólvora negra y su fabricación. Del deterioro que causaba en las armas por el humo y residuos que producía, por lo que era muy importante su limpieza y mantenimiento. Que los sistemas de percusión daban muchos problemas y por eso estaba cambiando muchas escopetas de rueda a otras de pistón, mucho más fiable. Que era un trabajo meticuloso que hay que hacerlo bien. Pero lo único que sacó en claro es que utilizara una mecha larga y despejara antes el camino por donde salir corriendo.

A esta nueva tarea se apuntaron muchos alosneros, pues el recorrido para quiénes vivían en Alosno era menor. Así, antes de empezar a remover tierra y piedras se dedicaron a construirse chozos en las inmediaciones, lo que iría fomentando la tendencia de quedarse a vivir cerca de las minas antes de ir y volver todos los días a sus casas. (Estas primitivas chozas, con el tiempo, se convirtieron en casas, y albergaron una pequeña comunidad durante el siglo XX).

Felipe formó parte de una cuadrilla que pactaban con el capataz el tajo que tenía que acabar en la jornada, esto le permitía aprovechar la luz solar para trabajar muchos días en su pequeño huerto que tenía junto a su choza.

Deligny, y su cuñado Sergant, participaron personalmente en el planeamiento de esta galería. Primero se decidió cavar una trinchera para bajar el nivel de la entrada al túnel. Había que aplanar el terreno para que el estéril, que se iría sacando en pequeñas vagonetas montada sobre raíles, se pudiera trasladar a la escombrera a cierta distancia. (Las aguas ácidas que fluían del túnel se aprovecharon en esta explanada, y al final del terraplén, disponiendo tanques de cementación, “los canaleos”. Muy operativos en la época británica).

Felipe asistió allí a la primera clase práctica de barrenero. Al encontrarse en el camino trazado de la trinchera rocas de gran dureza, el capataz había decidido utilizar pólvora negra, (compuesto explosivo formado al 75% de potasio, al 15% de carbón, y al 10% de azufre. Estas proporciones se fueron mejorando hasta el uso definitivo de la dinamita a finales de siglo XIX) y convocó a 12 trabajadores del turno de mañana para que vieran y aprendieran sobre su uso.

El día anterior habían cavado a base de punterolas y mazas, un pequeño orificio en la roca a explosionar. El capataz introdujo la pólvora negra hasta rebosar por el borde del orificio. Después metió una varilla que llegaba hasta el fondo. Vertió tierra fina sobre la pólvora retacandolo todo. Sacó con mucho cuidado la varilla, y el hueco dejado lo rellenó con pólvora de grano fino hasta la boca del barreno. Después le puso una mecha. (cuerda de algodón o cáñamo retorcida impregnada de brea, o con pólvora en su interior).

Todos vieron de lo más fácil el trabajo de barrenero, pero lo que no sabían es que el capataz, con mucha experiencia en detonar barrenos, les había preparado una sorpresa. Le pidió a un ayudante que le acercara el candil que tenía encendido para prender la mecha, y que todos corrieran a esconderse lo más lejos posible.

-¡Mecha encendida! -gritó- y salió corriendo.

Esperaron y esperaron, pero no se escuchó ninguna explosión. Los que estaban agazapados se levantaron al escuchar que llamaba a los barreneros. Felipe, que se había inscrito como voluntario, tuvo que levantarse y preguntarle al capataz qué había que hacer. El capataz le gritó desde la distancia, que tenía que averiguar por qué no había explotado la pólvora. Felipe, que hubiera querido en ese momento que lo tragara la tierra, o irse con sus cabras que no tenían ningún peligro; temblaba. Lo que no quería es morir por una explosión y lejos de su familia. Cuando el capataz vio que se levantó para dirigirse a inspeccionar el barreno, dijo que no se preocupara nadie que el barreno no podía explotar, que él se había encargado para que no explotara.

-Esto es lo más importante a tener en cuenta, que cuando arméis un barreno, lo tenéis que hacer perfectamente para que explote, porque si no explota y tenéis que averiguar por qué no ha explotado, corréis un grave peligro. Esta es la lección más importante -les dijo.

Después les descubrió algo que ellos no habían visto, que el final de la mecha lo había tapado con tierra y cubierto con una piedra, por lo tanto no pudo darse la ignición.

El segundo intento resultó un éxito. Se escuchó un enorme trueno. Una manta de humo lo cubrió todo. La roca había quedado muy debilitada, y se podía destruir más fácilmente.

Terminada la trinchera, el trabajo continuó bajo tierra a través de un hueco abierto, de poco más de la altura de un hombre, de ancho y de alto.

En unos meses, trabajando a destajo y en turnos, llegaron a 60 metros. Felipe se había responsabilizado de varias explosiones más, y el capataz y sus compañeros lo consideraron apto como barrenero.

Con la ayuda de su hijo mayor, que ahora trabajaban juntos, acondicionaron tan bien la choza que ya parecía una vivienda. Pensaron que su madre y hermano podían trasladarse a vivir con ellos a la mina de Tarsis. Pero un escrito del Ayuntamiento de la Puebla, que le había traído un paisano, iba a trastocarle los planes.

Continuará...

José Gómez Ponce.

Septiembre 2021







miércoles, 7 de julio de 2021

1853. EL INICIO DE UNA COMUNIDAD. 2ª Parte

RESUMEN DE LO PUBLICADO. Felipe, el cabrero que acompañó a Deligny en su visita a los escoriales de la Huerta Grande, decide trabajar para los franceses. Acude al Ayuntamiento de Alosno para inscribirse y allí se reencuentra con el francés. Al regreso a la Puebla y ante el interés despertado en los pueblos cercanos por la puesta en explotación de las minas, le interrogan sobre estos trabajos mineros. Pero al año siguiente, una epidemia está a punto de acabar con el proyecto de Deligny y que se olvide el nombre de Tarsis. ======================================================================= A finales de 1853 se disponía de fondos para el trabajo de exploración y extracción. Ha transcurrido más de un año y el trabajo en la mina Tarsis continúa atrayendo mano de obra. Si la sociedad creada por Deligny y Decazes se definió como empresa de exploración, los socios fundadores contribuyeron con su aporte de capital al necesario respaldo económico. Al que se sumó después un préstamo de 400.000 francos negociados con la casa Rothschild de París. Se continuó con más determinación la limpieza de los denuncios y concesiones. La maleza, que lo cubría todo, impedía llegar a los pozos y socavones abandonados durante siglos. Se adecentaron todos los caminos para llegar a esos antiguos tajos. Deligny, que tenía un compromiso de visitar Asturias donde estaba prevista la ampliación del ferrocarril, tuvo que ausentarse unos días de la febril actividad minera para viajar a Asturias y reunirse a finales de septiembre con Claudio Gil. En sus descansos, Felipe volvía a la Puebla y se convirtió sin quererlo, en el pregonero al que acudían los vecinos para informarse de las posibilidades de trabajo en la mina. A su casa, o en su búsqueda, se llegaban a verle quiénes tenían pensado cambiar su trabajo por otro a más de dos leguas de distancia. También quiénes tenían algún tipo de negocio y querían saber si encajaría con el trabajo que se hacía en la mina. En la Puebla, donde había tantos arrieros como en el Alosno, también se interesaban en poner sus animales y ellos mismo al servicio de los franceses. Y no es que les faltara trabajo a quiénes se dedicaban a llevar y traer mercancías con los pueblos cercanos y al contrabando, es que se había divulgado que la empresa minera podía dar trabajo a todos los vecinos. Se decía que había un proyecto de crear un pueblo junto a la mina, donde pudiera establecerse las familia que lo quisieran, y que para ello la empresa les facilitaría una vivienda. El tío Pedro. Un día le visitó en su casa el tío Pedro, un arriero con cierta edad y curtido en su trabajo, que bien podía ser considerado el recadero más importante de todo el Andévalo. Tío Pedro se decía mayor para no aventurarse a cambios de aires y abandonar a tantos “clientes” que recurrían a él y a su hijo. El hijo, un muchacho avispado, era su ayudante, y si acudía a Felipe era pensando más que el cambio de aires que para él no quería, lo mismo le vendría bien al hijo. (*Los muchachos eran admitidos para trabajar en las minas: a cielo abierto, en contramina y posteriormente, cuando llegó el momento, en los talleres. Era el departamento que más muchachos incorporaban; seguramente era donde recibían la enseñanza práctica que desarrollarían después como adultos*). Como era muy querido por los vecinos, nunca le faltaban recados y encargos de lo más diversos que llevar a cabo. Desde dar noticias: el nacimiento de una nieta a unos abuelos que vivían en el Almendro; la pronta llegada de unos soldados que habían embarcado para llegar a Cádiz licenciados del servicio militar; o el tabardillo que tenía postrado al párroco del pueblo. Tío Pedro servia muy diligente a sus clientes. Era muy conocido también fuera de la Puebla, y es que ejercía de valijero sin serlo, qué unido a su trabajo de trajinero, hacía llegar las noticias a las familias antes que a través del Correo. Llevaba noticias y mercancías desde Castillejos hasta Santa Bárbara. Aunque la estafeta de Correos funcionaba dos días por semana, se despachaba desde Gibraleón vía Castillejos, él llevaba la información mucho más rápido y directamente al interesado. Raro es que alguna familia no hubiera necesitado sus servicios. Un adorno para una casamentera que había que traer de otro pueblo; una manta; un encaje. Esos encargos eran parte de su especialidad. Y aunque en la Puebla el nombre de Pedro fuera habitual, tío Pedro solo había uno y poco importaba si su apellido fuera de los más extendidos; un Ponce, Monterde, o Fernández. Solo en el Ayuntamiento y en la iglesia de la Santa Cruz estaba registrado. Quiénes acudían a él para un encargo, también le pedían consejos de mil cosas. Les relataba su experiencia de andar de un sitio para otro, a veces solo o en compañía de su hijo. Donde se le presentaban muchos retos, pero la pericia adquirida le ayudaba para salir airoso. Felipe, que le tenía mucha confianza, le preguntaba cómo conseguía contentar a tantas personas. Tío Pedro le decía que él no contentaba a todos, solo a quienes se lo merecen. Aplicaba unas normas a su trabajo, desconocida por quiénes solicitaban su servicio, que mantenía rentable su negocio de traer y llevar mercancías. Le explicó, que quienes acudían a su casa solicitándole un encargo, sabían cómo tenían que proceder. En su casa, o en las fondas donde se hospedaba cuando el recorrido lo exigía, pedía a sus "clientes" que dejaran su encargo por escrito. Allí llegaban uno con un papel para que le trajera un sombrero del Almendro. Otro quería una estameña de Paymogo, una pieza de lienzo o de encajes. A solas con su hijo, se quitaba su sombrero de ala ancha y lanzaba unos sombrerazos de aire sobre los papeles. El que no tenía un contrapeso de las monedas dejadas a cuenta por el cliente, salían volando. Recogía los que quedaban en la mesa, y al recogerlos le decía a su hijo. -Esto son los que se vienen con nosotros-. Pero de irse a trabajar a la mina de los franceses el tío Pedro no tenía una opinión formada, solo le recomendó a Felipe que si él tenía confianza en sí mismo, siguiera adelante. Los arrieros de la Puebla, que al igual que los de Alosno compartían el monopolio de los servicios de mensajería y transporte con todos los pueblos de alrededores, vieron el beneficio que para su trabajo les podía reportar poner la recua de mulos y asnos al servicio de unos transportes garantizados para todo el año. Ello le supondría, según le comentaban otros puebleños que habían entrado en contacto con los arrieros alosneros, que los franceses necesitaban toda la caballería disponible. Que las tareas requeridas no eran solo las de limpieza y adecentamiento de los caminos y tajos mineros, también las que preveían en un futuro cercano del transporte hasta la capital para llevar y traer mercancías. Y ese futuro, donde se ocuparían todos los dueños de recuas de los alrededores, no se acababa de vislumbrar. Lo que ocurrió en agosto de 1854 daría la razón a quienes no lanzaron las campanas al vuelo. Otro hecho interesante que se estaba produciendo es que se hablaba mucho de los escoriales de la Huerta Grande, que pocos habían visitado hasta entonces. De la mina en la que trabajaba Felipe y otros puebleños, y esa mina de los franceses la llamaban Tarsis. En agosto y septiembre de 1854 una epidemia pudo acabar con el proyecto de Deligny. La creación de ese poblado que imaginó con trenes, talleres, y un pueblo laborioso trabajando. A raíz del brote de cólera detectado en Europa se imponen restricciones al comercio marítimo, no solo proveniente de Europa también de Marruecos y Portugal. Los gobernadores civiles dictan medidas que obligan a las Juntas de Sanidad de los puertos a ejercer mayor vigilancia. -Que los barcos pesqueros no pasen más de una noche en alta mar, ni tengan roces con otros buques retenidos. -Que no se permita la estancia de los cadáveres en casas por más de 12 horas, depositándolos en los cementerios. Vigilar la venta de pescado. La limpieza de los lavaderos públicos. Y prohibir la cría de cerdos en la población. En Cádiz se acuerda establecer lazaretos provisionales para que los pasajeros que arriben al puerto sean sometidos a cuarentenas antes de transitar por la provincia. El cólera se extendió por la provincia de Huelva. Los trabajos mineros se paralizan. Los obreros, al igual que Felipe, regresan a sus casas. Los pedidos de material a Inglaterra solicitados por Deligny, bombas de achique y maquinas de vapor para el arranque, no podían llegar a la mina por el cierre de las aduanas. Cundió el pánico. Se habla de hacer intervenir a la Milicia Nacional. Isla Cristina suspende las elecciones municipales por el mal estado sanitario del municipio. El pueblo de Aljaraque, censado en la capital para las elecciones, piden segregarse de Huelva para no acudir a votar por miedo a la enfermedad reinante, y agregarlo al de Cartaya. El 14 de septiembre de 1854, el gobierno civil de Huelva dirige escrito a la Casa Real solicitando cambiar las elecciones previstas del 4 de octubre a diputados en las Cortes Constituyentes, por: “*Teniendo en consideración el mal estado sanitario de algunos pueblos de esta provincia y las incomunicaciones que con tal motivo se hallan unos pueblos con otros*”. El 15 de agosto, el ayuntamiento de Huelva aprueba la contratación urgente de 4 plazas de sepulturero hasta fin de año. El 16 de septiembre de 1854 el gobierno civil de Huelva moviliza la Milicia Nacional. (*Cuerpo formado por ciudadanos armados obligados a servir en la milicia. Aunque se había regulado por primera vez con la Constitución de Cádiz de 1812, esta milicia era independiente del ejército regular. Su número se fijó en 30 ciudadanos por cada 1300 habitantes. Su cometido era mantener el orden público. Sus miembros tenían que ser mayores de 30 años y menores de 50, y se les concedía la potestad de elegir entre ellos a sus mandos y jefes de milicia*). Deligny diría después: (“*El cólera que castigó tanto a las ciudades de esta Andalucía, infundió el terror en los pueblos. Y tan estrechas fueron las incomunicaciones que el tránsito y las relaciones se hicieron casi imposibles. En aquellos difíciles momentos, una fe absoluta y firme en el gran porvenir de Tarsis nos sostuvo. Esta fe la infundía en el rededor mío, y encontré en el pueblo del Alosno un apoyo simpático y efectivo inesperado*”). Pero nuevos retos aparecían en el horizonte que podían acabar con la “revolución industrial” iniciada. Continuará... José Gómez Ponce. Julio 2021

miércoles, 2 de junio de 2021

1853. EL INICIO DE UNA COMUNIDAD.

Aquella despedida le resultó afable, pero a la vez sugestiva: “que se volverían a ver si todo salía bien”. ¿Qué tenía que salir bien?, se preguntaba durante el trayecto de vuelta a casa. Aunque el viajero le había manifestado su gratitud, y el beneficio que había obtenido por acompañarle compensaba cualquier aclaración, hacer solo el camino de regreso le mantuvo pensativo un tiempo. El campo estaba en silencio, como de costumbre. El verdor de los jarales lo inundaba todo. Crispín iba con su trote borriquero, pero Felipe no tenía intención de arrearlo para aligerar la marcha. Alguna vez miró para atrás, porque pensaba que el francés cambiaba de opinión y le hacía señas desde lejos para que volviera. Pero la distancia era cada vez mayor. Ya no resultaría posible distinguir a alguien subido en los escoriales y haciendo señas. Llegado a la altura del Cerro del Águila, donde veneraban a la Virgen de la Peña, se sitió más cerca de los suyos. Después divisaba el campanario de la iglesia y las primeras casas. A esa sucesión de imágenes llevaba años acostumbrado. Cuando regresaba con las cabras se desviaba un poco del camino para acceder a un abrevadero, pero llegando al pueblo seguía por una trocha que le evitaba un rodeo. Ahora viajaba sin las cabras, y sin el perro que le ayudaba a vigilarlas, por eso sentiría más deseo de llegar. Al perro le hablaba como a una persona. Cuando se alejaba una cabra le decía que fuera por ella. Si otra estaba preñada le decía que no la molestara, que la dejara tranquila. O lo llamaba para decirle que era hora de comer y le rebanaba pan seco en pequeños trozos. Alguien se acercaba en dirección contraria y sintió deseos de hablar. Era conocido del pueblo y viajaba con una guadaña al hombro. Se saludaron. El de la guadaña le preguntó si había terminado su trabajo para el extranjero. En el pueblo se sabía que había partido bien temprano acompañando al francés. Le dijo que su cometido era acompañarle hasta los escoriales antiguos, y desde allí había partido para el Alosno. -¡Bah, la minería, como si los antiguos no hubieran sacado todo el provecho!. -respondió el de la guadaña. Como Felipe pensaba lo mismo, asintió con la cabeza y afirmando a modo de despedida. -Nosotros a lo nuestro. Llegado a la casa, cruzó con Crispín el pasillo empedrado hasta la cuadra. Sacó agua del pozo y la vertió en un lebrillo con múltiples desconchaduras, pero limpio, dónde bebía Crispin. Su mujer estaba en casa y le preguntó por el viaje. Puso en la mesa las monedas que le había entregado el francés y le recomendó que se comprará calzado nuevo. Le dijo que iría a ver al alcalde porque le había pedido que le informara después del regreso. El Ayuntamiento estaba cerrado, pero al ordenanza que se encontró por la calle, le pidió que le dijera que había ido a visitarle. El alcalde acudió al día siguiente en su busca. Estuvieron hablando. El alcalde para reafirmarse en la importancia de la minería. Felipe no tenia ganas de contradecirle. TRES MESES DESPUES. La puesta del sol propiciaba la salida de las casas para combatir el calor. La calle empezaba a llenarse de bancos y sillas donde los vecinos pasaban algunas horas antes de irse a la cama. El alcalde llegó a la calle Laderas y entró en la casa de Felipe. Ya habían cenado. Le pidió que le acompañara un momento a una taberna cercana. Ocuparon una mesa en el patio, que iluminaba un candil colgado en la pared. Otra mesa más lejos la ocupaban otros parroquianos. -¡Qué me dices ahora! -exclamó el alcalde. - ¿De qué? -preguntó Felipe. -¿No han venido a pedirte la choza, o que la vendas? Pues van a venir. - Sí, algo me han comentado. -Te lo dije, la minería es futuro. He hablado con Francisco Ponce, el marido de Catalina. Ha ido a inscribirse en el Ayuntamiento del Alosno para trabajar en la mina de los franceses. -afirmó el alcalde. Francisco Ponce le había comentado al alcalde, que desde el Alosno salían todos los días 100 hombres, también portugueses, para trabajar en la mina. Que hacían el camino andando. Que el trabajo era duro y algunos pensaban en quedarse a vivir allí, en un poblado que querían construir. Que otros iban con sus hijos, que también trabajaban en la mina. Y se habían enterado que Felipe tenía una choza en la Huerta Grande, y preguntaron si quería alquilarla o venderla, que era preferible dormir cerca de la mina para no regresar cansados al Alosno. La choza que refería Francisco era una barraca que había construido Felipe con otros pastores y compartían en algunas épocas del año. Que aprovechaban esas estadías trashumantes para cultivar el escaso terreno fértil que habían roturado. Estaba protegido con setos y sembraron árboles: naranjos, olivos, granados. Felipe dijo que la choza no estaba en buenas condiciones, que solo disponía de dos camastros, pero que si era necesario no tenía inconveniente en compartir o ceder a alguien. -Tú eres de los puebleños que mejor conoce aquello. Sabes dónde construir un refugio. Dónde hay agua potable. Dónde pueden pactar los animales. Creo que tienes que hacer por esos hombres y sus hijos para ahorrarles tantas caminatas- dijo el alcalde. Salieron de la taberna. Felipe dijo que le preocupaba este asunto. Que si la mina daba trabajo a los alosneros también le podía dar a los puebleños. Regresó a casa decidido a volver a la Huerta Grande cuanto antes. Tenía que ayudar. La minería podía ser prosperidad como decía su pariente. Al llegar a casa, Caterina le esperaba sentada a la mesa y con cara de preocupación. Los niños dormían. Explicó que iría con Crispín a visitar los escoriales grandes. Que el alcalde le había dicho que los franceses están trabajando la mina. Que acuden cientos de trabajadores. Que están necesitados de refugio dónde descansar. Que por allí surcan veneros de aguas ácidas de la que huyen el ganado y las personas. Que la mejor agua potable se encuentra en una poza en la falda sur del Madroñal y no se seca en verano. Caterina dio la aprobación a la decisión de su marido. Ella era española y puebleña y quería a su marido y a sus hijos. Igualmente era muy querida en el pueblo. En la Puebla vivían otros hijos de portugueses que se sentían españoles. Su padre, que era de Santo Domingo, al igual que su abuelo, le habían comentado alguna vez la “espina” que tenía clavada el abuelo con Olivenza. Esta población, antes portuguesa, había pasado en 1801 a ser española por un tratado que el abuelo refería que era de vergüenza. Pero aparte de esto, nunca se privó de visitar a su hijo cada año cuando decidió radicarse en la Puebla y casarse con una española. Llegado el día, apenas despuntaba la aurora, Crispín y Felipe iban camino de los escoriales. Le había dicho a su mujer que no se preocupara si tardaba unos días en volver. Esta vez el viaje le parecía muy importante por cuánto le había comentado el alcalde. Quería ayudar a esos hombres para establecerse en mitad del campo. Buscarles refugio. Ya desde la distancia se divisaba que habían personas moviéndose por aquellos contornos. Cuando estuvo más cerca comprobó lo que nunca había visto, que personas y animales seguian una ruta por aquel terreno desolado. Se llegó por la choza. Ató a Crispin a uno de los árboles. La puerta estaba cerrada, nunca tuvo cerradura que le impediera a nadie entrar. Vio utensilios a los pies de los camastros. En la mesa vasos y platos. Allí se estaba quedando alguien. Subió por el camino que bordea los escoriales y al llegar a la cumbre de aquel montículo quedó maravillado. Había 40 o 50 hombres que quitaban piedras del monte y las cargaban en los serones que una recua de mulas y asnos aguardaba en la base de aquel “cráter”. Le parecía un trabajo monótono. Coger piedras, cargar, y vuelta a coger otra. Cuando un animal completaba la carga, un arriero lo sacaba de la fila y lo subía por un camino. El siguiente animal de la recua ocupaba el puesto del primero a esperar que le llenaran el serón. Sintió interés para bajar hasta allí y preguntar qué era aquello. Veía todo tan organizado que interrumpirlo con su curiosidad le parecía una falta de respeto. Decidió cruzar la sierra de Santo Domingo para comprobar si había tránsito de obreros desde el Alosno, como le habían comentado. Regresó en busca de Crispín. El camino pasaba cerca de una pradera poblada de árboles; encinas y alcornoques. Bajo uno de gran porte vio afanarse a varias personas. Se dirigió hacía ellos para preguntar qué hacían. Le dijeron que venían del Alosno, y estaban trabajando para los franceses. Que construían un cuchitril acarreando troncos y ramajes. Así evitaban el viaje de ida y vuelta diaria. Le informaron que la empresa iba a construir viviendas para que los obreros pudieran traer a la familia. Que los arrieros del pueblo se habían volcado en estos trabajos mineros. Que habían venido más portugueses en busca de trabajo. Preguntó a quién había que acudir para trabajar. Le informaron que se dirigiera al Ayuntamiento, que allí se organizaban las cuadrillas de trabajo. Felipe se despidió de aquellos trabajadores y decidió que tenía que acudir al Ayuntamiento. Quería saber más de estos trabajos, porque su pariente, el alcalde de la Puebla, así se lo había pedido. En el trayecto se cruzaba con trabajadores que viajaban a la mina, la mayoría a pie, otros con animales que portaban enseres personales. Todo esto le causaba asombro, nunca había visto este tránsito de caminantes. Y menos ese entusiasmo que notaba en la gente, dispuesta a abandonar el pueblo para establecerse en medio de un campo pedregoso y nada productivo. Llegó a la puerta del Ayuntamiento. Un grupo de hombres hacían corrillo a la entrada. Preguntó qué ocurría. Le dijeron que se habían inscrito para trabajar en la mina. Que estaban organizando una partida para el día siguiente. Entró a preguntar al conserje dónde tenía que registrarse para trabajar en la mina. Lo llevó ante un escribano para anotar su filiación. Cuando dijo que era cabrero, el escribano torció el gesto, no era lo que más necesitaban, pero al comprobar su presencia y fortaleza física, continúo rellenando el libro; "Personal contratado para la mina Tarsis". Lo volvió a torcer cuando dijo que era de la Puebla, y el escribano le señaló la distancia en un mapa; tres leguas. Viendo peligrar su contratación, recordó en ese momento algo que podía jugar una baza a su favor. Le dijo al escribano que él tenía una barraca en la Huerta Grande, que era casi una vivienda. Aquí exagero bastante, pero seguro que el escribano no se molestaría en comprobar. Con ese argumento el escribano le extendió un recibo para que lo entregará al encargado de la mina, y que podía acompañar al grupo que se estaba organizando para el día siguiente. Cuando salía del escribano se encontró frente a una persona que salía de otra dependencia. -¡Don Ernesto! -¡Felipe! Sí, era Ernesto Deligny, a quién había acompañado en la visita a los escoriales. Se saludaron. Mantuvieron un pequeño dialogo. Felipe encontraba muy optimista al francés, y atareado, llevaba algunos documentos bajo el brazo. Le dijo que habia venido de la Puebla para trabajar en la mina y le mostró el recibo. Que iba a reunirse con otros vecinos del pueblo que partirían mañana a primera hora. El francés le preguntó donde pensaba pasar la noche. Le dijo que su mujer tenía una prima portuguesa casada en Alosno, y que iría a su casa. Pero el francés le ofreció que pasara la noche en la suya. Continuará... José Gómez Ponce. Junio 2021

miércoles, 21 de abril de 2021

Libro de Checkland. Capítulo 1: La historia a grandes rasgos. Y 2ª parte.

En un esfuerzo por estabilizar el precio mundial del cobre, la Tharsis Company, junto con Rio Tinto, llegó a acuerdos en los años ochenta con Hyacinthe Secretan, el espíritu impulsor en un clásico intento de hacerse con el mercado de un producto primario líder. Pero el acaparamiento del cobre fue un espectacular fracaso. La Tharsis Company era parte de los amplios intereses ramificados de Sir Charles Tennant; le ayudó a hacerle uno de los grandes hombres de negocios del dominio victoriano de Gran Bretaña. La Compañía se vio muy perjudicada por los grandes cambios en la industria de los productos químicos pesados, especialmente por la lucha entre los tradicionales productores de álcali que usaban el proceso de Leblanc, un consorcio del cual se había fundado Tharsis, y los recién llegados que seguían el totalmente diferente método de Solvay. El método de Solvay resultó ser superior; como no necesitaba azufre, esto fue una derrota para Tharsis. Pero surgían nuevas demandas, especialmente de fertilizantes de superfosfato. Los directivos de Tharsis y los mayores accionistas eran un grupo de destacados hombres. Fueron los fundadores, en 1872, de la Steel Company of Scotland (Compañía del Acero de Escocia). De nuevo motivados por la naturaleza de su material, la pirita, buscaron con empeño nuevas formas de separar minerales valiosos de sus menas. Fundaron la conocida Cassel Gold Extracting Company (Compañía Cassel de Extracción de Oro). Jugaron un papel importante en el desarrollo del proceso de extracción de oro con cianuro de MacArthur-Forrest; ello revolucionó la explotación minera del oro; hizo posible el enorme desarrollo de la mina de Witwatersrand (Sudáfrica). A través de la Cassel Company registraron el proceso de MacArthur-Forrest, pero los magnates de la Rand anularon las patentes en los tribunales sudafricanos, de modo que la producción de cianuro se convirtió en el principal interés de la Compañía: fue rebautizada como la Cassel Cyanide Company  (Compañía de Cianuro  Cassel). Puso a disposición del mundo a una nueva escala un producto químico útil en tiempos de paz y de guerra. Los directivos de Tharsis fueron pioneros en la minería del oro en la India: la Gold Fields of Mysore Limited (Yacimientos de Oro de Mysore S.A.), y la Mysore Gold Mining Company Limited (Compañía de Explotación de Oro de Mysore S.A.), fueron, después de una fase de casi desesperación, triunfos especulativos impresionantes. Sus intereses como dueños de minas abarcaron naturalmente la nueva industria de los explosivos de gran potencia: apoyaron a Nobel con la British Dynamite Company Limited (Compañía Británica de Dinamita S.A.), y con su sucesora, Nobel’s Explosives Limited (Explosivos Nobel S.A.). La extraordinariamente vigorosa iniciativa empresarial presente en Glasgow desde los años cincuenta hasta los noventa le debió mucho a este grupo de hombres, yendo juntos muy a menudo en el patrocinio de nuevas iniciativas comerciales. Los empleados de la Compañía conocían su reputación y estaban orgullosos de ella. En España quizá se sentían un tanto eclipsados por el vecino que había seguido y sobrepasado el liderazgo de Tharsis, la gigantesca Rio Tinto Company. Pero en Glasgow, Tharsis era un nombre con una gran fuerza evocadora. Hasta finales del siglo la Tharsis Company era un tema de conversación en la ciudad, incluso entre la clase obrera, al igual que con los grandes constructores navales, Fairfield o John Brown. Carros tirados por fuertes Cydesdales (2) cargados de pirita, o de sal gema, podían verse subiendo desde los muelles hacia la fábrica de St Rollox, parte de ella para la fábrica de productos químicos para su uso en el proceso de Leblanc, y otra parte para el proceso ‘mojado’ de Henderson de recuperación de cobre en la planta Tharsis de extracción de metales en Garngad (3), donde los chicos del barrio creían que la Compañía hacía cobre de botas viejas. Un imaginativo profesor de externado cercano enseñaba a sus alumnos sobre la pirita, sosteniendo una muestra y llamándola la “piedra de los filósofos”; profesores de catequesis, mientras se esforzaban para dar proximidad al Viejo Testamento creando un puente entre lo lejano y lo conocido, hablaban de los ‘Barcos de Tharshish’. En el transcurso de sus explotaciones, la Compañía de Tharsis, y sus predecesores franceses, reunieron a hombres y mujeres de todas las partes de España y Portugal para crear tres comunidades completamente nuevas – dos poblados mineros y una terminal de ferrocarril y un muelle, con una población total de unos 8.000 hombres, mujeres y niños. La Compañía trajo, hace cien años, un frenético desarrollo económico al corazón de una tradicional sociedad campesina. Sus directivos no querían involucrarse en los problemas sociales de su mano de obra, pues esto, además de ser un coste adicional, planteaba toda una nueva serie de problemas. Tuvieron como primera prioridad el establecimiento de una empresa rentable: al igual que en Gran Bretaña, pensaban poco en objetivos sociales. Nadie más mostraba gran preocupación por tales asuntos en este rincón de Andalucía. Mucha de la mano de obra recibida era migratoria. La historia de la Compañía ilustra un aspecto de la historia política de España. Con el paso de los años quedó más claro que el concepto de las aldeas como simplemente campamentos mineros no era suficiente. A medida que los trabajadores se contagiaban de nociones políticas, bajo el impacto de ideas socialistas y anarquistas, algunos de ellos se volvieron activistas, afiliándose a uno u otro de los partidos de izquierdas. Pedían poder laboral frente a la Compañía y poder político en la reconstrucción de la sociedad española. La gerencia, bajo las más estrictas órdenes de los directivos de permanecer neutral sobre temas de política y religión, pero ordenada también a suprimir tanto sindicatos como partidos políticos, se vio con un papel claramente paternalista, dirigiendo las aldeas sin participación de los trabajadores de la mina, evitando todas las influencias perturbadoras hasta donde fuera posible. Los directivos y la gerencia eran muy conscientes de que estaban explotando recursos minerales que se estaban agotando rápidamente. Primero trasladaron el gran esfuerzo de explotación de la Compañía a La Zarza, su mina del norte. Muy pronto allí también, el área de riqueza, a la que el cobre realmente rentable se limitaba, mostró signos de agotamiento. Hacia los años noventa se requirió una decisión muy importante: ya sea buscar posibilidades de extracción completamente  nuevas en otras partes del mundo, ya sea dispersar el capital y liquidar, o ya sea invertir las grandes reservas de la Compañía, que ascendían a un millón de libras, en un costoso programa de modernización, basar el futuro de la Compañía, a todos los efectos, en el azufre solamente. Tras una búsqueda que se prolongó durante unos quince años, se abandonó la idea de nuevas minas y la Compañía miró hacia dentro para concentrarse en la explotación de sus filones en Tharsis y La Zarza. Esta fue la gran era de la expansión minera, en todo el mundo, en Sudáfrica y Rodesia, en Sudamérica, y, especialmente, en el Oeste americano. ¿Cómo fue posible que una Compañía británica con gran experiencia y capital no pudiera tomar parte? Para 1914 la Compañía había disfrutado de casi cincuenta años de condiciones comerciales relativamente favorables. El segundo medio siglo de su vida fue una serie de crisis: la guerra, la interrupción de posguerra, una depresión profunda, condiciones inestables en España en las que la Compañía se involucró mucho contra su voluntad, una cruenta Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial, el aumento de nuevas fuentes de azufre que eran tan amenazantes para las antiguas como la pirita lo había sido para el azufre en la primera mitad del siglo, y, finalmente, la consolidación en España de un sistema de control económico, en marcado contraste con el mínimo nivel de intervención estatal de épocas anteriores. Resultó imposible aislar la vida de las poblaciones mineras de la trágica política de España. Desde 1918 en adelante la organización industrial y política se desarrolló rápidamente aunque de forma desigual en las zonas industriales y mineras. Había mucha confusión ideológica ya que líderes anarquistas y socialistas competían por el apoyo de los trabajadores. Hubo una gran irrupción de organización y actividad política en un país en el que el castigo por llamar la atención en el bando equivocado siempre había sido terrible. Durante la dictadura de Primo de Rivera, la Tharsis Company, aunque las condiciones en sus aldeas mineras no eran peores que en otros centros mineros, y en algunos aspectos eran mejores, llegó al conocimiento de todo el país cuando sus trabajadores de las minas apelaron a Madrid sobre condiciones laborales y de vida. Tras el viraje hacia la izquierda que trajo la Segunda República en 1931, el gobierno de las localidades de la zona pirítica ya no estaba en manos de los monárquicos derechistas, sino que pasó a los representantes de los trabajadores, orgullosos y eufóricos, al menos hasta 1933, de que “su” Gobierno gobernara en Madrid. Cuando llegó la Guerra Civil, agrupaciones de trabajadores, o sóviets, tomaron el control en los tres centros, dispuestos a sostener al Gobierno de Madrid. Pero el Ejército de África del General Franco pasó, los evitó y a sus aliados de Rio Tinto, avanzando hacia el norte desde Sevilla a Badajoz. Más tarde las aldeas mineras fueron “limpiadas” con tranquilidad y los líderes de los trabajadores de las minas fueron proscritos. La Compañía bajo tal presión de los trabajadores, en medio de una gran depresión, tuvo que buscar mercados. Si se pudiera vender suficiente pirita, al menos el empleo se podría  mantener, y un pequeño programa de mejoras sociales, especialmente la vivienda, se podría llevar a cabo. Pero la capacidad de la industria, como la de tantas empresas durante el periodo de entreguerras, estaba muy por encima de la demanda. Era necesario llegar a algún tipo de acuerdo, explícito o informal, con otros productores de azufre, especialmente la Rio Tinto Company y la nueva y dinámica Cyprus Mines Corporation. La amenaza de los productores americanos de azufre elemental que usaban el procedimiento de Frasch era cada vez más seria. El mercado del azufre en los años veinte y treinta (siglo XX), con el peligro siempre presente de la destructiva guerra de precios, fue un claro ejemplo de las limitaciones de la mercadotecnia competitiva, y de la competencia monopolística en funcionamiento, de la cual da un clásico ejemplo. La historia del continuo ajuste de la Compañía a estas circunstancias bajo el Presidente y Director General, William Rutherford II, un hombre de gran tenacidad y vigor, es un ejemplo, como en el caso de Charles Tennant, de cómo la biografía personal y la empresarial pueden confluir. Ello también pone de manifiesto algunos de los problemas con los que una empresa extranjera se enfrenta, cuando la sociedad en la que está operando comienza a alejarse de una situación de subdesarrollo y acelera hacia la plena industrialización. Bajo tales condiciones, gran parte del pasado es destruido por la propia naturaleza de los mismos cambios, pero una parte de él sobrevive, encarnado en las ideas y principios que se encuentran detrás de la política oficial. El Estado español ha adoptado ahora una planificación indicativa. Con la llegada al poder del General Franco era necesario un programa de reconstrucción de gran alcance. Durante los últimos años se ha aprobado un conjunto amplio de medidas, destinado a favorecer el bienestar social y la seguridad del empleo, simultáneamente con cambios y desarrollo económicos. Esta extensión de control, al igual que todas, tiene por objeto compatibilizar estabilidad con crecimiento. Ello ha culminado con el plan cuatrienal lanzado en 1964. Cualquier empresa que opere en España tiene que tener en cuenta los muchos puntos en los que sus intereses e iniciativas entren en contacto con la política oficial; debe tomar sus decisiones dentro de las condiciones así establecidas. Las circunstancias han cambiado enormemente durante los últimos cinco años aproximadamente; la Compañía se enfrenta nuevamente al reto de una reorganización importante. La historia de las minas de Tharsis es de extraordinario interés. Revela como sucesivas generaciones de hombres han luchado contra los filones de mineral; deja constancia de como actuaron entre ellos en las aldeas mineras. Nos habla de otros hombres que han tratado de desvelar la química de la pirita para hacer uso de todos sus elementos. Pero hubo otros cuya preocupación era la viabilidad comercial. La experiencia y la conducta de los tres grupos de hombres toca asuntos económicos, sociales y científicos en muchos momentos: nos reta a considerar la luz que una única empresa puede proyectar sobre la historia en general.” FIN. (1) Nombre del lugar en el distrito de Springburn, Glasgow, donde se encontraba la fábrica química de Charles Tennant (1823-1906). (2) Raza escocesa de caballos de tiro. (3) Distrito de la ciudad de Glasgow. Su nombre actual es Royston. The Mines of Tharsis. Roman, French and British Enterprise in Spain. (S.G. Checkland) [Traducción del texto original en inglés, por Pedro Giralde Bernal] *********************************************

miércoles, 14 de abril de 2021

Libro de Checkland

Hasta la fecha no hay acuerdo para la traducción del libro: “The Mines of Tharsis. Roman, French and British Enterprise in Spain”. Gracias a la aportación de un amante de nuestra historia, seguidor de nuestra página, vamos a publicar en varias entregas el capítulo 1 del prólogo. Publicado en 1967, el autor expone que gran parte del trabajo inicial lo realizó en el Instituto de estudios avanzados de Princeton. La investigación, que le llevó unos años, bien pudo iniciarla en el domicilio de la compañía, en West George Street de Glasgow, pues con la compra de un paquete de acciones por parte de Antoine Velge en 1963 y pasar la mayoría de capital a manos belgas, la documentación generada desde 1866 acabó depositada en su Universidad de Glasgow. Antoine nombraría a Günter Strauss director general y a su hijo Frederic director auxiliar, trasladando de sede la sociedad. Checkland dispuso de cuánta información necesitaba para su libro, no solo en forma de cartas, informes, fotos; también de opiniones cualificadas entrevistándose con directivos que regresaron a Glasgow, como William Rutherford. En Glasgow estaban al corriente de todos los pormenores que se daban en los tres Centros mineros. El canal de comunicación con la sede se centralizaba en Tharsis, de donde partían todas las propuestas que tenían que ser refrendadas para ejecutarse. El eficiente canal de comunicación del que disponía la empresa, como el telégrafo, fue puesto a disposición de las Diputaciones provinciales para la transmisión de datos electorales. Este trasvase de información era continuo. Todos los grandes acontecimientos o situaciones preocupantes y conflictivas vividas en los poblados, o habían obtenido el visto bueno en la sede, o informada al detalle. No solo se aprobaba la construcción de viviendas y de nuevos mercados, también se daba el visto bueno al primer casino minero en 1880. A la fundación en 1890 de la cooperativa de consumo la Igualdad. A financiar la primera Velada en 1898. Pero otra información que se envía desde Tharsis era preocupante, y quedaban a la espera que Glasgow marcará las directrices. En 1888 se cita al director Alexander Allan, para que comparezca en Alosno ante el juez Francisco Limón Rebollo, como responsable de los daños que causan los humos sulfurosos de las calcinaciones. O las directrices a seguir para garantizar las exportaciones durante las dos guerras mundiales. O el detalle de los acontecimientos vividos en la guerra civil española. Checkland tuvo a su disposición toda la información de la empresa, así lo reconoce en el prólogo: “Los mandos de la Tharsis Company me han dado acceso a toda la información disponible y me han ayudado de todas las maneras posibles, tanto aquí como en España” Pero este agradecimiento no le impide exponer sus conclusiones, aunque no sean compartidas por altos cargos directivos que le piden, en justa correspondencia, que lo haga público en el libro: “Aunque la Compañía me ha dado permiso para su publicación, se me ha insistido en que aclare que no comparte todos los puntos de vista y conclusiones que aquí expongo”. Esta traducción del capítulo 1 del prólogo, constituye solo una parte importante del libro, pero mejor que nada, porque acuerdo para que el libro salga a la luz en español me parece tan fácil, que es increíble que llevemos años sin que a los que creo interesados en su publicación se pongan de acuerdo. ¿Tan difícil es que Tharsis, La Zarza y Corrales acuerden pedir la traducción del libro? ¿Tan difícil es que ingenieros y facultativos de minas acordaran su publicación? ¿Tan difícil es que la Diputación Provincial, la Universidad de Huelva, y el Ayuntamiento de la capital se pusieran de acuerdo en que este libro forma parte de la historia de la provincia? Y es de justicia que los ciudadanos de esta provincia y de España podamos leerlo en el idioma que hablamos, el español. Pues muy a mi pesar, parece ser que sí, que es muy difícil, pero que lo expliquen. José Gómez Ponce. Abril 2021 ************************************************** Capítulo 1: La historia a grandes rasgos “Muchas minas son cosas transitorias; los hombres las agotan tanto como lo permitan las técnicas disponibles; mueren, dejando cavidades que son olvidadas e irregularidades en la superficie que para todos, salvo para aquellos bien informados, son características naturales del paisaje. Pero algunas tienen más de una vida, repetidamente resucitadas cuando el control técnico del hombre avanza y sus necesidades crecen. El resultado es una historia en la que están involucrados dos héroes: los yacimientos y los hombres que aceptan su desafío. La lucha es en cierto modo discontinua puesto que puede haber largos periodos en los que es abandonada. En otro sentido, sin embargo, no cesa, ya que en los intervalos en los que los yacimientos permanecen imperturbables, el hombre está continuamente rehaciendo su sociedad para que tanto técnica como económicamente los filones puedan ser relevantes para sus necesidades una vez más. Tal es la historia de algunos de los grandes yacimientos de pirita de Europa. Los del sur de España, que se encuentran en las pizarras al sur de Sierra Morena y al norte de la llanura de Andalucía, son los más grandes yacimientos de sulfuros masivos del mundo. Han sido la fuente más grande de cobre de Europa tanto en la antigüedad como en tiempos modernos. Ningún otro ámbito mineral ha jugado un papel tan importante en dos épocas, sustentando tanto el Imperio romano como el Imperio británico en el apogeo de su riqueza y poder. El potencial de las vetas aún no está agotado; la esquina suroeste de España es todavía una zona minera con futuro. Los hombres que la han explotado abarcan desde los legendarios tartesios, pasando por los romanos, hasta los de épocas modernas – primero españoles, franceses, después escoceses e ingleses. Cada grupo sucesivamente, motivado por las necesidades de mineral de su tiempo, se adentraba en los cerros para ponerse a prueba con los yacimientos. Allí cada uno desplegaba conocimientos mineros contemporáneos a su máxima capacidad técnica. Reunieron alrededor de ellos una numerosa mano de obra de hombres y mujeres; dirección y mineros juntos formaron comunidades en la sierra. En grandes centros de negocios, tanto en épocas antiguas como en modernas, otros hombres hacían frente a los problemas de finanzas y de comercialización. Algunos de estos han sido hombres ricos y poderosos, cuyos intereses en la pirita formaban parte de una preocupación más general con las posibilidades de inversión de la época. Los oscuros inicios de la explotación recaen en el pueblo de Tartessos, celebrado por autores bíblicos y griegos. Los tartesios buscaron oro, plata y cobre. Su desaparecida capital es uno de los grandes enigmas históricos, de la cual los antiguos hablaban maravillas, y de la que se piensa, según algunos, que dio lugar a la leyenda de la Utopía de la Atlántida, sumergida en el mar occidental. De la fuerza de la entrada romana en el ámbito de la pirita española no hay ninguna duda, pues allí, en su búsqueda de metales para sustentar un gran imperio, sus actividades mineras y metalúrgicas superaron con creces en técnica y en grandiosidad todo lo que habían hecho en otros lugares. Cuando el Imperio cayó, las empresas mineras de Rio Tinto y Tharsis eran demasiado complejas para que la nueva Europa o necesitara o pudiera continuarlas. Las múltiples norias de agua permanecieron inmóviles, la vegetación invadió los enormes escoriales, y los pozos y las galerías estaban callados de no ser por el sonido del agua que goteaba y de la roca que caía. Durante más de mil años las explotaciones estuvieron inactivas. En este largo intervalo, los Moros invadieron España, la conquistaron y la dominaron, y fueron expulsados. Colón zarpó desde Palos sobre aguas a las que el desagüe ácido de las vetas de pirita contribuía. Felipe II presidió la magnificencia de la España Imperial, fomentando el interés por la minería española, especialmente de la plata, provocando un ligero resurgimiento de los yacimientos de pirita. Había visitantes esporádicos que se maravillaban ante las antiguas explotaciones, que aprendían sobre las cualidades medicinales de los arroyos de la zona que llevaban azufre y cobre, y les fascinaba su poder de convertir en cobre trozos de hierro abandonados en ellos. La grandeza de España entró en su largo declive. No lejos de la desembocadura compartida de los ríos Odiel y Tinto, Nelson murió en Trafalgar. Napoleón ocupó la Península, hizo a su hermano José rey de los españoles, y fue expulsado por la furia patriótica de partisanos españoles y portugueses, y por el Ejército Británico de Wellington. El proceso de industrialización se aceleraba rápidamente en el mundo postnapoleónico. Se necesitaban mayores y más baratos suministros de dos elementos principales, los cuales podían ser proporcionados por los filones de pirita: cobre y azufre. Gran Bretaña, usando menas de Cornualles que eran fundidas en Gales del Sur, había dominado el mundo del cobre, pero ya no lo podía hacer por más tiempo. Los recursos británicos se estaban agotando; y mucho más importante, la demanda mundial de cobre aumentaba a un ritmo extraordinario. Chile, una república del Nuevo Mundo nacida del Imperio Español a principios del siglo diecinueve, proporcionó el primer alivio. A partir de 1830 la producción de cobre allí se intensificó tan rápido que el precio cotizado por las “barras de chile” pronto se convirtió en el estándar de referencia en el mercado del cobre de Londres. Pero el cobre chileno tenía que soportar altos costes de transporte: una fuente competidora dentro de los límites tradicionales de Europa, especialmente si pudiera ser explotada con mano de obra campesina barata, tendría grandes ventajas. Era el momento para que las minas de Tharsis se reactivaran. Los franceses habían tenido desde hacía tiempo gran interés en el potencial mineral de España: un aristócrata francés, el Duque de Glücksberg, con grandes intereses financieros e importantes contactos, entre ellos los Rothchilds de París, contrató a un joven compatriota, Ernest Deligny, alumno de una gran escuela francesa de ciencias, para que buscara una posibilidad en el campo de la pirita. Fue en primer lugar a las Minas Reales de Rio Tinto. Allí vio un nuevo procedimiento de extracción del cobre en funcionamiento, pero la empresa, carente de capital y asfixiada por la burocracia de Madrid, no pudo responder a su oportunidad. Deligny se trasladó a unas 30 millas (48 kilómetros) hacia el oeste, donde las escorias de la antigüedad yacían, imperturbables, en Tharsis. El entusiasmo de Deligny, como el de tantos prospectores, era ilimitado. El Duque y otros socios, no del todo convencidos, y con otros compromisos financieros, encontraron un mínimo de capital, y Deligny empezó su programa de explotación en 1853. Luchó contra enormes dificultades, pero no tuvo éxito. La vacilante Compañía, sumida en peleas a las que el temperamento de Deligny contribuía, estaba al borde del fracaso. La reorganización fue encomendada a un hombre de negocios, Víctor Mercier. Deligny se fue, y llegó un meticuloso sistema de control de la contabilidad y de explotación planificada. Mercier tuvo éxito dentro de los límites de su situación. Las crecientes pérdidas se frenaron y se generó un rendimiento de la inversión. Pero fue tan pequeño que no se pudo conseguir nuevo capital. Por falta de este, Mercier no pudo dar el gran paso adelante que realmente pondría a prueba la viabilidad económica de las minas: la construcción de un ferrocarril y de un muelle-embarcadero. Deligny y luego Mercier habían luchado durante trece años cuando, en 1866, apareció una nueva posibilidad. Esta oportunidad provenía del otro elemento importante en la pirita, en concreto el azufre. En el proceso de cementación de producción de cobre usado en Rio Tinto, y seguido por Deligny en Tharsis, el azufre simplemente se quemaba al aire libre, y de esta manera se perdía. El crecimiento de la industria química pesada en Gran Bretaña, con el azufre como uno de sus principales materiales, había provocado una búsqueda de nuevas fuentes, justo como había sucedido con el cobre. La pirita ibérica proporcionaba los dos. Si se pudiera formar una compañía que fuera capaz de explotar ambos, entonces el éxito de las minas de Tharsis estaría garantizado. Los fabricantes británicos de álcali, quienes prácticamente componían la industria química pesada, habían sufrido un sobresalto en 1838 cuando su gran fuente de azufre, el sulfuro siciliano, había sido puesta por el Rey de Nápoles en manos de monopolistas que enseguida subieron el precio. Deseaban ansiosamente una fuente de suministro que estuviera bajo su propio control. La pirita se había convertido en el objeto de ilusionante experimentación: hacia 1866, no solamente había un método eficaz de extracción de azufre disponible, sino que un posterior proceso para la recuperación del cobre del residuo había sido desarrollado por el químico de Glasgow, William Henderson. Una figura destacada entre los productores británicos de álcali, Charles Tennant, dueño de la gran fábrica de St Rollox (1) en Glasgow, vio claramente las posibilidades de la nueva situación. Los productores de álcali debían formar un consorcio, conseguir capital, adquirir los derechos de patente de Henderson, y explotar una importante mina de pirita española. Tennant y Mercier se reunieron, y se llegó a un acuerdo. La nueva Tharsis Company se formó y adquirió las minas, primero en forma de regalías, y después, habiendo integrado a la Compañía francesa, como propietarios. Se construyeron el ferrocarril y el muelle-embarcadero. La producción de cobre por cementación continuó en las minas, pero pronto fue acompañada de grandes exportaciones de pirita bruta a Gran Bretaña. Allí, la mena se entregaba a los fabricantes de álcali, que extraían el azufre; luego las cenizas se enviaban a las siete fábricas de metales de la Compañía, situadas en todas las principales zonas metalúrgicas, donde se extraía el cobre. Pronto, incluso las utilidades de metales preciosos menores también se recuperaron. Quedaba el residuo de hierro, alrededor de un 70% del peso de la pirita. A este también, después de muchos experimentos, se le dio utilidad en los altos hornos. Con ello, cada componente de la pirita hacía su contribución a los ingresos.  De esta manera se sentaron las bases de la gran prosperidad de la Compañía. Hasta 1909 Tharsis fue la mina de cobre más rentable del mundo. Tan grande fue su logro que en 1873 se fundó en Londres una Compañía incluso más grande, con respaldo financiero internacional, para adquirir las minas de Rio Tinto al Gobierno español y volverlas a explotar según el modelo demostrado en Tharsis. La competencia entre Tharsis y Rio Tinto redujo a la mitad el precio del azufre para la industria de productos químicos. Juntas hicieron que los yacimientos de pirita españoles fueran la principal fuente mundial de cobre. Esta situación se mantuvo durante algo más de una década, desde los primeros años setenta hasta los últimos años ochenta. Cuando se produjeron los enormes avances del cobre del Oeste americano, el sur de España continuaba siendo una de las grandes zonas de suministro. Hasta al menos los años noventa, la producción de Tharsis de cobre y azufre tenía que ser tenida en cuenta por cualquiera que calculara los suministros mundiales y que evaluara las tendencias futuras de los precios. La Compañía ocupó un lugar de cierta importancia en los mundos tecnológicos de los métodos de  minería, de la química, y de la metalurgia. Había miembros en su dirección que fueron de los primeros que experimentaron con nuevos métodos mineros. Sus excavaciones a cielo abierto eran conocidas en todo el mundo de la minería. Pronto recurrió al método de ‘corte y relleno’ a profundidades mayores. Las invenciones de Henderson fueron más allá de la extracción de cobre: en el intento de utilizar los residuos de hierro de la pirita, de la mena morada o del ‘blue billy’ (‘billy azul’), se convirtió en un pionero del ferro-manganeso. Mucho más que esto, fueron los esfuerzos de los directivos de Tharsis conjuntamente con Siemens, luchando con el tentador problema de los residuos de hierro de la pirita de Tharsis, lo que introdujo la producción de acero a gran escala en Escocia. El francés Claudet, alentado por el desafío de los metales preciosos en la pirita ibérica, perfeccionó su proceso de extracción de plata, el cual fue integrado en el método del cobre de Henderson para elaborar un conjunto continuo de operaciones. La extracción de plata condujo a la extracción de oro: fue un químico de la Tharsis Company, John Stewart MacArthur, quien, con los hermanos Forrest, desarrolló el famoso proceso de extracción de oro con cianuro, haciendo posible un enorme aporte al suministro mundial de oro a través del aprovechamiento de menas de baja calidad. La Compañía era muy conocida en las Bolsas de Glasgow y Londres. Sus beneficios oscilaban con el rumbo errático de los precios del cobre. Era muy sensible a rumores como a las reservas de mena y a las producciones de cobre. Como sucede con muchas compañías del momento, resultaba imposible, especialmente en los años ochenta, disuadir a los accionistas de entrar en pleitos contra la empresa. La prensa económica tanto en Gran Bretaña como en Francia rápidamente se refería a alguno o a todos estos asuntos delicados. El resultado era vulnerabilidad ante la actividad a la baja, de la cual los mismos directivos a veces eran acusados. Los cánones de conducta correcta para directivos en tal situación, entonces todavía una cuestión novedosa, era un tema de agria disputa. Continuará...

jueves, 25 de febrero de 2021

FOTOGRAFÍAS Y FOTÓGRAFOS

Cuando contemplamos fotos antiguas no solo comprobamos el cambio de las personas, también el del paisaje. Lo que fue moderno y actual en su día, indumentaria, costumbres, lugares; ahora nos parece caduco y superado, pero simpático. Es que la fotografía y el cine tienen el atractivo de inmortalizarnos para siempre, aunque no sepamos dónde acabaran esas imágenes. Conservar fotos de nosotros mismos, de los demás, o de nuestro entorno, ha tenido siempre muchos aficionados. Hoy ya no es difícil que nuestros hijos tengan fotografías desde que nacen. Pasando por cumpleaños, fiestas, guarderías y colegios. Pero en los años 40 -50 del pasado siglo, guardar recuerdos de nosotros, o de familiares, no era tan fácil. Había que esperar la llegada de los fotógrafos ambulantes que acudían en las fiestas, instalaban el telón decorado, y las familias íbamos pasando por el improvisado “estudio” un día de Velada. Así disfrutábamos de la modernidad de aparecer junto a la familia en un trozo de papel. Pero las imágenes más elaboradas, las de estudio, había que hacerlas en Huelva, y allí se viajaba para fotos de boda, de nacimientos, de niños bautizados, de comuniones, o simplemente por gusto. En uno de estos viajes que hacíamos en tren nos ocurrió un pequeño accidente que nos dio un buen susto y puede que algunos lo recuerden. Entre los pasajeros había quienes íbamos de compra con los vales que daban a nuestras madres en el Economato, otros iban de médicos, y las recoveras con sus canastos. Pero ese día varios niños iban a Foto estudio Monís, o Foto Báez, los mas visitados en Huelva, para hacerse las fotos de comunión. Por eso sus madres traían los trajes en bolsas, no era plan que las más de dos horas que se tardaba en llegar a Huelva se arrugaran o mancharan lo que sacrificio había costado. Entrando en Corrales empezaron a sonar con gran intensidad los parachoques de los vagones, ruidos a los que estábamos acostumbrados, pero no con aquella fuerza. El tren paró de repente y nos desplazó de los asientos. Nuestras madres corrieron a arroparnos. Por el suelo cayeron bolsas con trajes de comunión y algunos huevos de las recoveras. A través de las ventanas se veía mucho humo y para tranquilizarnos, los obreros que trabajaban en la vía nos hicieron señas para que nos calmáramos. En Corrales estuvimos el tiempo justo para desenganchar los vagones de mineral, que eran donde se produjo el incendio de las zapatas de frenado, que se construian de madera. Pudo ser que los guardafrenos dieran más manivela de la cuenta para frenar el convoy. Esperando en el Puntal de la Cruz que la locomotora nos llevara de regreso a Tharsis, las madres comentaban que los niños se habían hecho las fotos de comunión. Todos volvimos contentos, con una anécdota más que contar La mayoría de nosotros guardamos fotos con cierta calidad que nos hicieron, incluso en color, en la escuela Grande. Estas sesiones fotográficas se encargaban de organizarla los maestros. Disponían el decorado para que fuéramos pasando cada día por el “estudio” al aire libre instalado en el patio. También se ponían en contacto con doña Solita, para quiénes teníamos hermana nos hicieran la fotografía juntos. Unos libros sobre una mesa, un fondo de mapa de Europa, y una pizarra con algunas letras escritas de las primeras lecturas, era todo el decorado. A veces también la imagen de un santo. Estas fotos vinieron de Huelva a hacerlas, “Tuero”. Yo creía que había participado otro fotógrafo de Tharsis, Benito el “retratista”, que vivía en las casas de las Cantareras. Casas que me llamaron la atención de pequeño. Me parecían enormes, suntuosas; quizás porque estábamos acostumbrados a la vista de los cuarteles, o a las nuevas que se construyeron en la plaza de San Benito. Aquellas casas, que eran pocas, pudieron estar construidas sobre los cimientos de rudimentarios y antiguos cobertizos que servirían de refugio para los trabajos que inició Deligny en la galería Sabina. Se mantuvieron en pie hasta los años 60. Allí funcionaron unos canaleos aprovechando las aguas que salían de la galería. Era la época de la escasez de vivienda, y siempre sería más cómodo vivir en una casa, aunque retirada del poblado, que en la choza de un huerto. Filón Sur, la Esperanza, o la Planta del Oro; sí la tenían más a mano. La Compañía de Tharsis siempre dispuso de abundantes fotografías de la mejor calidad, enviadas a las oficinas en Glasgow para estudiar los avances de los trabajos. Estas fotografías, junto a la cantidad de escritos, telegramas, e informes; constituyen un legado histórico importante para conocer no solo la evolución de la actividad minera, también de la fisonomía de los poblados. Toda esta información se conserva en su Universidad. De los fotógrafos ambulantes que acudían por la Velada hay dos que hicieron muchas fotos en los años 50 y 60. Sabino Morera, que venía de Peñarroya-Pueblo. Y Manuel Flores, que en los 60 venía de Trigueros. Con la hija de Manuel, Ana, pude contactar y puso a mi disposición cantidad de negativos relacionados con Tharsis. Una vez revelados montamos una exposición en 2008. En esos años más obreros disponían de cámaras fotográficas. En mi casa había una, regalo de mi tío José, de Madrid, que aún conservo. Mi padre la utilizó para hacer fotografías en Filón Norte, que he publicado para desarrollar otros relatos.También la utilicé yo para otras muchas fotos en los años 60. El inconveniente que se te presentaba con la cámara era el revelado de la película, que había que enviarlo a Huelva, a través de un corsario, o al cobrador de Damas por una pequeña gratificación. Pero este inconveniente lo resolvía Tomás Gómez Rodríguez (Tomás el tocino) instalando su pequeño laboratorio y dónde llevaban a revelar muchos aficionados de Tharsis. Estos negativos que Tomás fue conservando durante años, constituyen una colección magnífica de la que yo vengo haciendo un uso generoso. Aunque Tomás fue un hombre polifacético, fue su hijo Alfonso quién realizó un curso de fotografía, y quien a menudo se desplazaba por los pueblos de alrededores. Haciendo fotografías individuales para renovar el DNI, para tramitar las ayudas por familias numerosas, o simplemente porque unos padres querían aparecer junto a sus hijos, o reunidos con toda la familia. Algunas de estas fotos que captan la realidad humana de las personas en su ambiente, serían representativas para calificarlas de artísticas. Me he permitido escoger varias, en colaboración con otro aficionado a la fotografía. Creo que ninguna son de Tharsis, aunque pudieran ser de Villanueva de las Cruces o de La Puebla, desconozco donde se tomaron. José Gómez Ponce. Febrero 2021