Cuando
empezamos a escribir en Internet dedicamos algunos artículos a esta
festividad del 4 de diciembre. Colgamos también un vídeo en You
Tube hace ya ocho años.
La
religiosidad entre los habitantes del poblado, que desde 1866
contaban con un edificio para el culto, no parece que estaba muy
extendida. La capilla que se construye en Pueblo Nuevo, considerada
como primera iglesia de Tharsis, se solicita bajo la advocación de
Santa Bárbara. Santa relacionada desde la Edad Media con las
peregrinaciones a Santiago de Compostela, y adoptada como patrona y
protectora de los mineros y antes del cuerpo de artilleros.
Si
la afluencia de mano de obra a las minas de Tharsis tuvo repercusión
en toda España, dos de los pueblos más cercanos, Alosno y La
Puebla, sí tenían tradición religiosa; manifestada en procesiones,
devociones y fiestas: San Juan Bautista o la Virgen de la Peña,
entre otros.
No
parece que esa tradición por lo religioso, importada al poblado que
se estaba configurando en torno a la mina, tuviera la misma
continuidad; en el sentido de acudir a misa, a las procesiones, o
cumplir los preceptos que señalan la iglesia católica; más al
contrario, esas tradiciones se irían relajando al acudir a trabajar
como mineros. Fuera por comodidad y no tener que hacer 6, 0 14
kilómetros para un bautizo, una boda, o una misa de difuntos, o
fuera por ideología; en la correspondencia que se mantiene con el
arzobispado de Sevilla se señala que los mineros no bautizan a sus
hijos o lo hacen con cierta edad.
Sobre
la vida en los poblados mineros ya escribía Checkland en su libro,
que la festividad de Santa Bárbara era un gran día festivo, pero
relata por lo anecdótico la gira que se montaban los escopeteros. También
Cándido Maestre en una de sus crónicas hacia 1953, escribía que
la participación en esta festividad aumentó después de la guerra
civil.
Que
la guerra tuviera su influencia en una mayor participación también
se puede entender, si quienes la perdieron perseguían a la Iglesia y
quienes la ganaron salieron en su defensa.
También
tendría su influencia los hechos tan desagradables vividos: quemas
de iglesias e imágenes, requisas de objetos de culto. Después los
vencedores nos impusieron el catecismo de la iglesia católica.
Hijos
de aquella situación somos muchos jubilados de hoy, que vivimos
Santa Bárbara sobre todo como un día festivo.
No
teníamos que cumplir con la obligación de ir a la Escuela Grande.
Ese día era de los más alegres de nuestra existencia. Escuchar los
cohetes, la banda de música, ya nos hacía saltar de la cama la mar
de contentos. Nos poníamos la ropa que nuestra madre había comprado
para la ocasión, bien en el ditero, o si días antes habíamos ido a
Huelva con los vales que daba la Compañía para que nos atendieran
en El Barato, o en casa Aurelio la tienda chica.
Salir
a la calle antes de vestirte de domingo para ver y escuchar cohetes y
a la banda de música, era una obligación. Ya te podía decir tu
madre que hacía frio o que habían carámbanos, tenias que respirar
ese aire nuevo, que olía a fiesta, a diversión.
Nos
entraba la prisa por salir a la calle, nos parecía que si no salimos
a la búsqueda de la gente nos estábamos perdiendo algo. Quería
ayudar en casa para que ese día estuviéramos más horas fuera, e
intentaba encender el petroman sin conseguirlo, porque no le había
quitado bien la carbonilla que se forma en la torcía y tenía que
venir mi madre a encenderlo, dejando de planchar el pantalón o el
vestido de mi hermana. Ese día, ademas, era en los que la Compañía
suministraba corriente eléctrica a las casas durante el día.
Cuando
toda la familia ya estábamos listo para salir, te tenían que dar el
último retoque: que si en el peinado, en el pantalón, o el
vestido.
La
procesión, que desde 1959 ya contaba con la actual iglesia, reunía
en su explanada a las familias para acompañar a la imagen hasta
Sierra Bullones. Esa explanada también la vimos alguna vez repleta
de trabajadores cuando algún suceso luctuoso tenía lugar. El camino
de ida y vuelta se hacia con alabanzas a la patrona de los mineros,
que eran contestados con vítores por el público.
El
llano del paseo, cuando el casino actual entró en funcionamiento en
1951, era el lugar de encuentro. Y por supuesto, ese día había que
entrar al casino, que estaba a rebosar de público. Tus padres te
decían que te sentaras pero lo que hacíamos era picotear en su tapa
de choco frito y salirnos al llano para estar a nuestro aire.
Encontrabas
a otros compañeros con nuevas indumentarias, igual que te
encontraban a ti. Comprar algunas chucherías con el dinerillo que te
daban para la ocasión, era otra necesidad. Te llegabas por Julián
Castell o te acercabas al canasto que llevaba Román.
Estábamos
ansiosos por ver las atracciones que se habían montado. Algunas nos
divertían, como esa cucaña pintada de verde con un cuadrado de
madera y aristas de cuerdas, que giraba en torno a un eje, y recuerdo
ver a alguien alcanzar con la boca el dinero en papel que se ponía
en un extremo.
Otra
atracción, pero más que diversión producía tristeza; consistía
que un hombre, con el torso desnudo, se tendía en el suelo cubierto
de cristales y un ayudante con una marrilla le partía una piedra
apoyada en su vientre. Otro año actuó la Sansona del siglo XX, y
con la boca intentaba tirar de una cuerda atada al camión de
Santiago, el camión que se utilizaba para ir en grupos a la Peña.
Y
cómo olvidar al presentador de la caseta instalada junto a la
terraza del casino, Manolo el Control, presentando a los Beatles de
Cádiz o al dúo Rupoll. Cuanto disfrutamos de todo aquello.
¡Santa
Bárbara de nuestra infancia, ampáranos!
José
Gómez Ponce
Diciembre
2018
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