martes, 20 de enero de 2009

OTRO ICONO MENOS


La caída del muro de Berlín en 1989 marcó el epilogo trágico del socialismo real. El muro de la vergüenza, que separó durante 28 años a padres, hijos, y tantas familias, también separó la libertad de la esclavitud: los alemanes "buenos" del Este, de los "malos" del Oeste. Por eso en la parte Oriental del muro, en la DDR, lo llamaban, "muro de contención antifascista". Esa había sido la baza manejada por la izquierda: la mentira institucionalizada. Ya nos inculcó Lenin sobre el uso de la mentira como arma revolucionaria, y que tanto ha contribuido a que sinvergüenzas y asesinos fueran tenidos por héroes.
La caída del Muro significó para muchos un aterrizaje sin paracaídas de la nebulosa socialista, pero la penitencia comenzó con el primer gobierno de izquierda, cuando todo por el cambio significaba todo por la pasta.
Si el denostado Alexandr Solzhenitsyn ya nos pusiera de mala leche con su “Archipiélago Gulag”, aún teníamos esperanzas que ese "traidor" y "renegado" no fuera más que un infiltrado fascista. Pero no, el muro se vino abajo y la Arcadia Feliz se nos cayó encima. Muchos se refugiaron en movimientos alternativos, en variopintas ONG, y por supuesto en grupos ecologistas.
Al fin y al cabo estos últimos tenían algo en común con el socialismo, liberar al género humano. El Estado, representado ahora en La Naturaleza, que había que defender. Movilizar a los parias ignorantes para su defensa y salvación, planteada como otra consigna de partido. La imagen del bosque incendiado, la contaminación de un petrolero, o las aves que morían envenenadas por el crudo derramado, tenían la misma fuerza que viejas consignas. Del extremo de la dictadura del proletariado pasamos al extremo la dictadura de la Naturaleza, donde flora y fauna constituyen el objetivo desmedido. Era la misma lucha: solidaria, necesaria, y únicamente la podía protagonizar la izquierda.
Si hasta hoy ya se nos fueron quedando por el camino muchos iconos, conscientes somos que en su tumba estarán muchos más, que por respeto o vergüenza nadie se atreve a remover, pero que hoy serian tantísimo más odiados que ensalzados fueron ayer.
Se han ido descubriendo las mentiras de algunos personajes, idolatrados no solo por sus camaradas y correligionarios, también, y desgraciadamente, por una legión de ignorantes, idiotizados por una propaganda sectaria.
Indiferencia en lo personal nos producen unos, desprecio y asco otros. Al cubo de la basura han sido arrojado muchos: desde el "Che" a Víctor Manuel, desde Carrillo a Alberti.
Pero el nuevo icono que se esfuma esta vez es una foto. Una foto que circuló por toda Europa, cómo un mensaje sobre la tragedia de nuestra Guerra Civil; pero también contribuyó a la movilización y la lucha. Nos referimos a Robert Capa y su fotografía. "muerte de un miliciano". Hoy sabemos que la foto fue un montaje, lo que no le resta impacto visual y emotivo. Y lo que es más importante, su contribución propagandista; siendo acreedora, junto a su autor, para figurar en lugar destacado con los mejores cartelistas que trabajaron para la República. Sin dudar de la calidad artística de su autor, reconocida mundialmente, ni del peligro al que, es de suponer, se expuso.
Si os apetece profundizar en el tema, aquí lleváis más enlaces.

-Robert Capa, visto desde Italia
-La sombra del iceberg
-Video sobre la foto de Robert Capa

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