Escribir sobre la problemática de
las viviendas que para los obreros de Tharsis habían dispuestos las distintas
Compañías, francesa e inglesa, es introducirnos en la Historia para conocer
otra faceta vivida por nuestros antepasados, y recordada aún hoy por quienes,
ya jubilados, les tocó vivir parte de aquel problema.
Ya hemos referido que el asunto
de la vivienda en Tharsis ha sido motivo de conflicto a lo largo de la
actividad minera. Con Deligny desde 1853 pasando por Mercier, y la Compañía
Británica desde 1866.
Sabemos que el primer trabajo de
envergadura asumido por Deligny, que le supuso gran descrédito entre los
accionistas porque no consiguió llegar a minerales, agotando el presupuesto,
fue el socavón de La Sabina. Trabajo a base de músculo y pólvora negra que
consiguió horadar 591 metros en la Sierra de Santo Domingo. Acción que ha sido
posteriormente criticada por algunos entendidos como una errónea planificación
minera (tema que ya hemos tratado en este blog )
Aquella mano de obra, que tenia
que acudir diariamente a las Cantareras de la Reina desde algunos kilómetros de
distancia, debió ingeniárselas para acondicionarse algún tipo de alojamiento
que les evitara la caminata si se desplazaban desde Alosno o desde la Puebla,
las poblaciones más cercanas.
Checkland refiere en su libro: The Mines of
Tharsis. Roman, French and British Enterprise in Spain. En los primeros tiempos, las chozas y
cabañas construidas por los propios trabajadores eran las únicas viviendas para
esta población inmígrate. David Avery, en su libro traducido al español: Nunca
en el cumpleaños de la Reina Victoria. Historia de las minas de Río Tinto,
aporta la siguiente foto de, alrededor de 1875, con información a pie de página:
En 1873, cuando se vendieron las minas, muchos de los obreros vivían en casas que eran más o menos toscas chozas.
Es previsible que en esta primera
etapa de
explotación de las minas de Tharsis, la mayoría de los obreros procedieran de Alosno. No sólo porque la
proximidad les haría menos penoso la ida y vuelta diaria al trabajo que
acudiendo de otros pueblos más lejanos. También, porque Alosno estaba más al
corriente del proyecto de Deligny, bien porque personalmente, o por mediación
de representantes, hubo de realizar gestiones ante el Ayuntamiento para
conseguir permisos y denuncios mineros. Y porque, quien al parecer le acompañó
al monte Tarse, fue Luciano Escobar, minero de la provincia de Sevilla que se
radicó en Alosno en 1849. Pero lo que dio
una trascendencia mediática importante
al asunto de la vivienda en Tharsis fue la denuncia aparecida en "El Socialista"
en 1929. Denuncia recogida por otros periódicos de la época a raíz de una
visita a Tharsis propiciada por la UGT. Llegó incluso a debatirse en las
Cortes, donde se creó una comisión que giró visita para comprobar in situ la
denuncia que había aparecido en El Socialista. Igualmente, otros periódicos
se hicieron eco de esta denuncia, informando de la problemática de los obreros de esta manera:
“Un hecho, que ha impulsado al
Gobierno a adoptar medidas protectoras del trabajo en favor de obreros
españoles, ha destacado en el mes que acaba de transcurrir. Nos referimos a las
condiciones abusivas en que trabajan los mineros de Tharsis (Huelva) en las
explotaciones de propiedad inglesa.”
Pero expongamos lo que escribía
en 1929 El Socialista, órgano de propaganda del PSOE, relatando la explotación
a la que sometía la Compañía de Tharsis a aquellos trabajadores. Decía así:
"Hemos girado una rápida visita
por las instalaciones más cercanas, y podemos asegurar con toda la valentía que
proporciona la convicción más absoluta, que ellas son burla y escarnio de
nuestras leyes de protección al obrero. Decimos muy alto que en Tharsis se
falta a las prescripciones del Código del Trabajo en la mayoría de sus
aspectos; comenzando por la ausencia casi absoluta de mecanismo de protección y
terminando por la infracción de la ley en el abono de jornales en caso de
accidentes. Pero no es esto, con ser mucho lo que más nos ha indignado en
nuestra visita.
Lo que ciertamente ha provocado,
no sólo en nosotros, sino en cuantos nos acompañaban, una verdadera reacción
contra quienes son causa de ello, es el atentado a la moral que significa el
siguiente hecho:
Nos invitan los obreros que
constituyen la Comisión a visitar algunos de los “cuarteles” donde éstos
residen, y accediendo gustosísimos a esta invitación, penetramos en el primero
que nos indican. Se trata de una habitación de cuatro metros de fondo por cinco
de fachada, aproximadamente, perfectamente blanqueada y oliendo a limpieza. Nos
recibe una mujer de edad, rodeada de varios pequeñuelos, y en la penumbra otra
mujer más joven arrebujada en un mantón, cuyo rostro delataba reciente enfermedad.
Nos explica la que resulta ser su madre, cómo hace pocos días ha dado a luz y
ha estado muy grave.
A la medida que esa mujer nos va
dando detalles de cómo viven, aumenta la sorpresa de los que allí estamos,
excepto, claro es, de los demás obreros afectos al trabajo de la mina, que por
experiencia saben de estas cosas.
En esa habitación existen dos
camas en unos de los testeros, que dejan entre ambas el hueco sucinto para que
pase una persona, y al otro testero, a la distancia que puede figurarse el
lector, se encuentra la cocina, Esta habitación es además comedor, y todo en
una pieza, puesto que no hay más que ella. Y en ese local, ¿sabéis cuántas
personas viven?... Pues la madre, el padre y ocho hijos... Todos duermen en
esas dos camas. Y hay más. Como no tienen otro sitio más que ese (nos explica
la anciana), su hija ha tenido necesidad de dar a luz en un colchón colocado en
el hueco existente entre las dos camas, a la vista de todos sus nietos.
Pero esto es poco... Como no
existen nada más que dos camas, ya que no hay posibilidades de colocar otras
por falta de sitio, han de dormir en una de ellas el padre y la madre con dos o
tres de los pequeños, y en la otra el resto de los hijos con las hijas;
debiendo advertir que en este caso había varones de diecinueve años y hembras
de veintidós, ¡Y todos duermen en la misma cama! Éstos son los locales que la
Compañía de Tharsis destina a sus obreros, luego de cobrarles por ellos un
arrendamiento.
Bien es verdad que cuando el
padre de esta familia de que hablamos vuelva a su hogar, después de haber
trabajado durante todo el día, expuesto a que una piedra de mineral le destroce
el cráneo, o a que una máquina le desbarate, se encuentra con que ha ganado,
para mantener a su mujer y a sus ocho hijos, “la Importante” suma de dieciocho
reales.
La Compañía que tales injusticias
mantiene es la “The Tharsis Sulfur and Copper Mines Ld.” domiciliada en Glasgow
y con un capital de 1.250.000 esterlinas. Todos sus consejeros y alto personal
son ingleses, y a Inglaterra se marchan todos sus beneficios."
Y seguía informando la prensa:
Según estos mismos Informes, la Compañía es dueña del subsuelo y del suelo y,
por tanto, de las viviendas de sus obreros. Estas viviendas son unos tugurios,
sin otra ventilación, en la única pieza de que se componen, que la de la puerta
de entrada; allí se guisa se come, se duerme -matrimonios e hijos- en morbosa
promiscuidad.
Miguel González Vílches en su
libro; “Historia de la arquitectura inglesa en Huelva” Inserta un grabado que
se corresponde con la vivienda descrita por la delegación de El Socialista. Esa
vivienda pudiera ser de las primeras 79 construidas por la empresa francesa.
Durante la gestión de Ernesto Deligny y Eugenio Duclerc, o de Victor Mercier.
Checkland las describe así en su
libro: Consistía el prototipo en un cubículo de 5 metros x 4,5 metros,
sin ventanas ni chimenea, adosada por tres de sus lados a otros cubículos
similares, con cubierta de tierra compactada sobre entramado de madera. Estas
cuarteladas registraban una superpoblación de, a veces, ocho personas por
habitáculo.
CONTINUARÁ…
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