jueves, 3 de mayo de 2012

El Andévalo: Una Mirada Desde La Antropología

Esta fue una de las ponencias presentadas en la I Jornadas sobre el Andévalo. Por su interés la reproducimos aquí, aunque en varias entregas, dada su extensión.
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Rafael Cáceres Feria.
Universidad Pablo de Olavide (Sevilla)
Diciembre de 1949, dos jóvenes antropólogos, Julio Caro Baroja, director del Museo Pueblo Español y George Foster, director del Instituto de Antropología Social del Smithsonian en Washington, se adentran en El Andévalo procedente del Condado. En plena posguerra y en uno de los períodos más secos del siglo XX, se desplazan por tierras andevaleñas desde Valverde del Camino hasta El Alosno. Caro Baroja acompaña a Foster por Andalucía en un proyecto de recogida de da­tos para comparar las culturas española e hispanoamericanas. Esta corta visita, apenas unos días, les resultó tan atractiva que decidieron volver al año siguiente. En la primavera de 1950, presenciarán la romería de San Benito en El Cerro, la romería de la Virgen de la Peña en La Puebla de Guzmán y las Cruces de Alosno. Sorprendentemente la imagen que tanto uno como otro plasmarán en sus escritos difiere mucho del dibujo que hasta entonces se solía hacer de esta comarca. No la presentan como una tierra pobre y estéril, la tierra que según la leyenda había sido creada por el diablo, sino como un área con una cultura rica y fértil. La mirada de estos antropólogos no se dirigió únicamente hacia los aspectos socioeconómicos sino que se posó sobre una cultura que hasta entonces a nadie había interesado.
En muchas de las obras de Caro Baroja aparecen detalladas descripcio­nes de esta comarca que tanto le impresionó tal como queda reflejado en sus memorias familiares:
“Varios apuntes tomé en Rociana el 30 de noviembre, antes de salir rum­bo al Cerro del Andévalo, donde nos asentamos el 1 de diciembre, a don­de volvimos en la primavera y donde conservo buenos amigos (...) La provincia de Huelva hace veinte años era un tesoro desconocido, y El Cerro, uno de los pueblos más curiosos, no sólo de la provincia, sino de toda Andalucía. Las casas, el mobiliario, los trajes y joyas conservados
 (...). Algo castellano-leonés de un lado, influjo portugués de otro, muy espe­cíficamente andaluz. (...) Hacer la visita a Alosno y a La Puebla de Guzmán otros dos pueblos de los que siempre me acordaré por motivos parecidos y a los que también volvimos Foster y yo por primavera. Cada uno, con ser vecinos, tiene una fisonomía distinta. El Cerro, más severa; más serrana la de la Puebla, más andaluza de llano la del Alosno”. (Caro Baroja, 1972:47)
En su obra La estación del amor dirá:
“Personalmente he tenido la ocasión de asistir a varias fiestas de la Cruz. Pero la que ha quedado más grabada en mi memoria es la que vi el 3 de mayo de 1950 en El Alosno, pueblo conocido de la provincia de Huelva" (Caro Baroja, 1979:.87-88).
También en el trabajo de Foster La cultura tradicional en España y Améri­ca, El Andévalo estará presente.
He comenzado mi Intervención refiriéndome a este viaje pues considero que tuvo una gran trascendencia, supuso el descubrimiento de El Andévalo para la Antropología. La revalorización de una tierra olvidada a la que muy pocas ve­ces se le había prestado atención.
Agosto de 1991, varios antropólogos recién licenciados, entre los que me encontraba, recalamos en Villanueva de los Castillejos y El Almendro. Nos dis­poníamos a comenzar el que sería nuestro primer trabajo de campo, una inves­tigación que se centraba en las relaciones fronterizas hispano-portuguesas en Andalucía, dirigida por el catedrático de antropología de la Universidad de Se­villa, Isidoro Moreno Navarro. Debo reconocer que, en un principio, El Andévalo no me fascinó como a Caro Baroja, más bien, al contrario, me chocó. Aunque soy de una localidad no muy lejana, lo que veía me resultaba distinto, el paisaje, los pueblos, el habla..., digamos que un tanto sobrio. Durante los cerca de dos años que recorrimos estas tierras mi visión fue cambiando radicalmente. Cuando me marché me di cuenta la atracción que ejercía sobre mí esta comarca, por eso, quince años más tarde, volví para realizar una investigación que sería mi tesis doctoral. El tiempo que he pasado en El Andévalo he tratado de profundizar y reflexionar sobre la idiosincrasia de esta región, de averiguar cuáles son las peculiaridades de El Andévalo y qué rasgos culturales definen esta comarca.
¿Cuáles son las peculiaridades de El Andévalo? ¿Qué rasgos culturales definen esta comarca?
Para un antropólogo por muy especialista que sea en estudiar la cultura no es fácil responder a estas preguntas. Tratar de definir a un colectivo humano, en este caso una comarca, a través de un conjunto de rasgos culturales, desde mi punto de vista, tiene poco sentido. Definir El Andévalo con fandangos, danzas rituales masculinas, aguardiente, romerías o caballos, es una simplificación que termina por dar visión folklórica de la realidad. Por supuesto que algunos de esos rasgos son muy importantes en su identidad pero por sí solos no bastan para caracterizarla.
Por este motivo más que hablar de esos rasgos culturales trataré de expli­car de dónde deriva la personalidad de estas tierras, cuáles son los factores que la han hecho distinta de las comarcas limítrofes de la Cuenca Minera, la Sierra o la Costa.
Sobre El Andévalo se ha escrito poco y, en general, desde mi punto de vista, con escasa precisión. Como ocurre con casi todo lo desconocido, abundan los tópicos y los lugares comunes.
Las características más utilizadas para presentar estas tierras son el aisla­miento, el arcaísmo de sus costumbres y su carácter ganadero. A partir de estos tres rasgos, que podría ser más, organizaré mi exposición, tratando sino de des­mentir algunos de ellos, al menos, sí de matizarlos. No es mi intención presentar una imagen exhaustiva, simplemente, apuntar algunas cuestiones sobre las que considero sería interesante reflexionar.

I. El Andévalo una comarca "aislada"
  
Por lo alto del Algarve
yo he visto salir el sol
no era el sol que era la luna
que el sol no sale tan tarde.
Yo he visto salir el sol.
Durante siglos El Andévalo ha presentado unas muy deficientes vías de comunicación e, incluso, hoy día que han mejorado, siguen mostrando serias carencias, sobre todo si lo comparamos con otras áreas de la provincia que han visto modernizar en las últimas décadas sus infraestructuras viarias. Este hecho incuestionable se ha utilizado y se utiliza para presentar la imagen de una re­gión replegada sobre sí misma, donde no llegan ningún tipo de influjos externos. Conviene precisar que malas comunicaciones no significa un aislamiento total. Desde finales de la Edad Media esta comarca ha tenido numerosos contactos con otras zonas de las que han llegado influencias que todavía son palpables. No debemos perder de vistas que El Andévalo ha sido una tierra de arrieros que se ocupaban de vender fuera la producción de la comarca y de abastecerla con productos foráneos. A través de estos arrieros han sido muchas los influjos que llegaron del exterior.
La posición fronteriza es un rasgo que ha configurado profundamente la personalidad de esta comarca. Las tierras del Andévalo Occidental limitan con las regiones portuguesas del Algarve, por el sur, y el Alentejo, por el norte. Para poder entender muchas de las características del área, hay que tener presente esta posición limítrofe. La Raya de Portugal ha marcado la vida de los andevaleños a lo largo de su historia y ha sido una fuente de conflicto, pero, también, de relaciones y de recursos económicos. Guerras estatales y razias se entremez­clan con contrabando, comercio, fiestas compartidas y relaciones vecinales. La frontera ha vinculado de un modo particular y complejo estas regiones y, lejos de la idea que existe fuera de la zona, a nivel local, no ha sido nunca un muro impermeable entre España y Portugal, sino que ha permitido y, en ocasiones, incentivado, los vínculos entre poblaciones de un lado y otro de la raya.
Durante siglos la falta de vías de comunicación de la comarca con el resto de la provincia llevó a los pueblos de El Andévalo a orientar sus relaciones ha­cia Portugal. La mayor influencia portuguesa no depende exclusivamente de la proximidad a la raya. Así, por ejemplo, factores socioeconómicos explican que pueblos alejados de la línea fronteriza, como es El Alosno, tuvieran más contac­to con Portugal a través del contrabando que otras poblaciones situadas en la misma frontera.
La influencia portuguesa lo permea todo en esta comarca: el habla, la gastronomía, la arquitectura, las costumbres....
Desde la fijación de este límite estatal, a finales del siglo XIII, se han pro­ducido continuos trasvases poblacionales de un lado al otro de la raya. Depen­diendo de las circunstancias del momento, la población se ha movido en una dirección o en otra. Motivos económicos, pero también políticos, explican estas migraciones. A partir de los años veinte del siglo pasado observamos sucesivas oleadas portuguesa que se asientan de manera permanente. Las consecuencias son palpables, se generan relaciones de amistad y parentesco, y se producen numerosos matrimonios mixtos. No hay municipio donde no haya vecinos portu­gueses, y es fácil encontrar muchas familias con antepasados lusos. 

Continuará…

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