jueves, 10 de mayo de 2012

El Andévalo: Una Mirada Desde La Antropología. 2ª parte

Una de las consecuencias más evidentes de la posición fronteriza es el desarrollo de la actividad contrabandista. Basta con ver un mapa de la zona y comprobar los topónimos con nombres alusivos a esta actividad para comprender su importancia económica. Los habitantes de un lado y otro de la raya han evitado, siempre que han podido, los controles aduaneros para obtener el máximo beneficio de sus intercambios. Esta ocupación ha sido constante desde finales de la Edad Media, cambiando su intensidad y los productos con los que se comerciaba. Unas veces fue ganado, otras la sal, el café, el tabaco... El contrabando permitió las relaciones entre una parte y otra de la raya, hizo posible la subsistencia de muchos jornaleros convertidos en mochileros en momentos de gran penuria económica, pero, también, generó algunas importantes fortunas de esta comarca.
El caballo, elemento característico de los rituales festivos de esta región, está relacionado con el contrabando y la tradición arriera. El Andévalo se suele identificar como tierra de caballistas. Este animal, presente en muchas otras fiestas andaluzas, aquí cobra un protagonismo especial, hasta el punto de convertirse, junto con la imagen religiosa, en el componente central de muchas fiestas. En algunas poblaciones, como La Puebla de Guzmán, el caballo se encuentra entre los principales marcadores de la identidad local; este pueblo tiene acreditada fama de ser la localidad con más caballos, con más afición por este animal, donde se monta a más temprana edad y donde están los mejores jinetes de la comarca. Los tiempos de la fiesta están separados por el desfile de la caballería.
El folclore local está muy influenciado por contrabando, la literatura popular de estas tierras lo tiene como un tema central, plasmado en canciones, fandangos o tonás. Existe una literatura épica donde el contrabandista es un personaje heroico que recorre con su montura las sierras desafiando las inclemencias meteorológicas y los controles fronterizos:
Grandes tormentas de mayo
por aquella serranía;
yo he visto la luz del rayo,
de contrabando venía
a lomos de mi caballo.
Pero también hay una lírica del contrabando que refleja el sufrimiento de los hombres y mujeres que empujados por la necesidad tuvieron que buscarse la vida en esta actividad; fandangos que hablan de tiros, de muerte, de sufrimiento, de peligros y de crecidas del Chanza:
Ayúdame compañero,
los dos venimos“herios”
nos tiró un carabinero
al atravesar el río;
cura a mi jaca primero.
Las fiestas en numerosas ocasiones reflejan simbólicamente los conflictos en las relaciones fronterizas. Por ejemplo, la romería de San Benito en El Cerro de Andévalo se celebra para conmemorar que las tropas lusas, durante la Guerra de Independencia Portuguesa, en el siglo XVII, no entraron en el pueblo, como sucedió en Cabezas Rubias. La Misa de la Paz en El Almendro y Villa nueva de los Castillejos, conmemora la paz entre España y Portugal a principio del XVIII. Otras veces, los rituales festivos nos muestran vínculos mucho más cordiales. Ha sido frecuente la presencia de vecinos portugueses en las celebraciones andevaleñas, como meros espectadores o, también, como participantes activos. En distintos rituales encontramos elementos lusos, así en las fiestas de El Puerto de la Laja o en la celebración de San Antonio en la Minas de La Isabel se podían escuchar acordeones y corridiños portugueses. Bandas de música del otro lado de la raya han sido habituales en celebraciones patronales. Igualmente, de influjo portugués son los denominados mastros (1), que tienen lugar en varios pueblos de la zona occidental, como El Granado.
(1) Es una palabra portuguesa que significa palo. Esta fiesta es equivalente a los pirulitos o pinos de otras localidades. Se suele celebrar entre San Juan y San Pedro. Encontramos mastros en Villanueva de los Castillejos, El Almendro y El Granado.
Entre los principales ejes que articulan El Andévalo está la vía que va de norte a sur, desde Rosal de la Frontera hasta Villanueva de los Castillejos, enlazando con la carretera Sevilla-Lisboa que atraviesa la Sierra. Por el Sur, se prolonga en dirección Ayamonte, Cartaya y Lepe. Esta ruta ha sido la más usada para el comercio comarcal, han permitido las transacciones con la Costa, la Sierra y Extremadura. A través de esta vía llegaron, desde Extremadura y Castilla, trajineros, especialmente tratantes de ganados, por eso la influencia extremeña es palpable en muchos pueblos. Estos influjos no vinieron únicamente de la mano de comerciantes sino también es producto de migraciones y asentamientos de extremeños procedentes de los pueblos del sur de Badajoz. En las dos primeras décadas del siglo XX observamos que un nutrido grupo de campesinos compraran propiedades en El Andévalo y se instalarán definitivamente, trayendo a sus familiares e, incluso, a trabajadores de su tierra. Genéricamente, en muchas localidades a esta población, que mantuvo durante un tiempo un cierto grado de endogamia, se les conoce como oliveños, en alusión al origen de una parte de ellos, Oliva de la Frontera en Badajoz. La influencia extremeña es patente sobre todo en la chacina, introdujeron formas nuevas de elaboración de productos de las matanzas y, en general, son altamente apreciados por su saber en este campo.
Los contactos con la costa también han sido frecuentes, especialmente en los pueblos del sur de la comarca. Del litoral llegaba el pescado que complementaba la dieta de los campesinos y en la costa se embarcaba parte de la producción agrícola y ganadera de El Andévalo. Durante siglos, arrieros de La Puebla de Guzmán han transportado hasta los pueblos del litoral onubense y Cádiz, jamones y embutidos, que eran enviados al continente americano. Desde poblaciones como El Almendro y Villanueva de los Castillejos, hasta mediados del XIX, se exportaba hasta Sevilla la cera de sus colmenas. Una vía de comunicación alternativa la han tenido los habitantes de Sanlúcar de Guadiana, utilizado el río como medio para salir de su aislamiento. El Guadiana, navegable desde la desembocadura, en Ayamonte, hasta Mértola, en Portugal, ha permitido la llegada al pueblo de mercancías desde el litoral y la salida de los excedentes agrarios de sus huertas y su producción artesanal. Durante años ha existido un trueque entre Sanlúcar de Guadiana y Ayamonte, los sanluqueños cambiaban canastas fabricadas con las cañas que crecen en la ribera del río, que eran utilizadas para el transporte de sal y pescado, por sardinas saladas.
II. “Una región arcaica”
Calañas ya no es Calañas
que es un segundo Madrid.
Quién no ha visto por Calañas
pasar el ferrocarril
a las dos de la mañana
Mientras que algunas zonas de la provincia se identifican en los discursos con un paisaje, como ocurre con la Sierra, o con una actividad económica, como sucede con la Cuenca Minera, es significativo que la comarca de El Andévalo se asocie a la idea de tradición. Se suele presentar como una región arcaica apegada a una cultura que se mantiene durante siglos sin variar. Es cierto que esta característica se utiliza a veces con un sentido positivo, para expresar su riqueza cultural pero, también, es verdad que con bastante frecuencia este rasgo tiene una carga peyorativa, se emplea para explicar y justificar el estancamiento de estas tierras.
En ocasiones, leyendo algunas noticias sobre esta comarca uno tiene la impresión que estamos ante una tierra repoblada por castellanos en el siglo XIII y que desde entonces nada ha sucedido, todo sigue igual. Desde mi punto de vista, hay una cierta obsesión por buscar raíces medievales-castellanas a todo lo que se encuentra en esta región.
Como ejemplo nos pueden servir las danzas andevaleñas. En casi todos los escritos que he podido leer, independientemente que sean de periodistas, curiosos o investigadores de distintas disciplinas, estas danzas se suelen presentar como una pervivencia medieval de la repoblación. Pocos se han preocupado de estudiar cuál ha sido su evolución, qué papel han jugado en los pueblos o por qué se han mantenido hasta nuestros días; en cambio, son muchos más los que se afanan en buscar raíces ancestrales. Creemos que no es necesario remontarse a la Edad Media para buscar el origen de estos bailes. Tal como señala Caro Baraja, hasta el siglo XVIII, estas danzas eran comunes no sólo en El Andévalo sino también en casi toda España e, incluso, en buena parte de Europa. En este sentido es llamativo el comentario de un trabajador inglés de unas mina onubense que, a finales del XIX, contempló la danza de espadas durante la romería de la Peña de La Puebla de Guzmán, se sorprendía que estos bailes fuesen muy parecidos a los que había visto ejecutar a los mineros de su pueblo en Gales donde, por cierto, nunca llegaron los repobladores castellanos.
Sé que para algunos la imagen romántica medieval de El Andévalo resulta muy atractiva, sin embargo, creo que tiene poco de real. El Andévalo desde la Edad Media, como no podía ser de otra forma, ha evolucionado mucho. Por sorprendente que pueda parecer, es imposible entender la evolución de esta tierra sin tener en cuenta los efectos sobre ella de la Revolución Industrial.
En la segunda mitad del XIX las principales potencias industriales europeas pusieron sus ojos en la riqueza minera de El Andévalo. Compañías francesas, inglesas y belgas desembarcan en Huelva y, aunque de una manera colonial, conectan estas tierras con la contemporaneidad.
Si bien el impacto de esta actividad fue menor que en la Cuenca Minera, sus efectos se dejaron sentir. La explotación de minas como Las Herrerías, Tharsis, La Zarza, El Perrunal, Sotiel... atrajo a trabajadores foráneos y con ellos llegaron a El Andévalo las ideologías obreras revolucionarias que se expandían por toda Europa. Díaz del Moral cita Alosno como una de las primeras agrupaciones anarquistas de España, que continuó en activo incluso después de las persecuciones que se produjeron en 1847, y Antonio M. Calero incluye a Alosno y Tharsis como poblaciones con sociedades adheridas a la AIT, entre 1871 y 1874, y a La Puebla de Guzmán, en 1882, como una localidad con una sociedad obrera incluida en la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), asociación que sucedió a la AIT. En este pueblo se creará, en 1906, el Casino Obrero de La Puebla de Guzmán. Esta ebullición revolucionaria debió de afectar a otras poblaciones ya que en toda la comarca hubo numerosas minas de pirita y manganeso en explotación.
Contrasta el aislamiento de esta zona con el hecho de que las primeras líneas férreas de la provincia se instalaron en esta comarca, a finales del XIX. Se trataba de líneas construidas por las empresas mineras francesas e inglesas, destinadas a dar salida al mineral hacia el río Guadiana y el puerto de Huelva. Resulta significativo que los ferrocarriles andevaleños sean anteriores a la línea férrea de la costa. En 1871, la compañía inglesa The Tharsis Sulphur & Copper Company Limited, inaugura la línea de ferrocarril que iba desde Tharsis a la ría del Odiel. En 1868 empezaba los primeros tramos de la línea entre El Buitrón y San Juan del Puerto. En 1888, se construyó el ferrocarril, que transportaba pirita y manganeso desde las minas de Bede, Herrerías, Cabezas del Pasto, La Laja, Romanera, Sardón y Guadiana, hasta El Puerto de La Laja, un descargadero a orillas del Guadiana.
Minas, movimiento obrero y ferrocarril no fueron los únicos elementos de la contemporaneidad que aparecen tempranamente en El Andévalo. Un icono de nuestros tiempos, el fútbol, se asomó muy pronto a los pueblos andevaleños. Aunque no está documentado, es más que probable que en las poblaciones con minas se practicara este deporte a finales del XIX. En una entrevista de 1933 en el Diario de Huelva a un vecino de Riotinto de origen inglés, Daniel Young, uno de los primeros practicantes de este deporte en esta provincia, cuenta como un año después de su llegada a Huelva, en 1881, se organizó el primer equipo de fútbol en Riotinto que jugaba “contra otro equipo que se formaba en Huelva, compuesto por ingleses residentes allí y otros que llegaban de Tharsis y otras minas cercanas (2)
(2) Citado por José Sánchez Barbero, El fútbol en Valverde del Camino. 2004

En 1925 se fundará en Valverde del Camino, La Olímpica Valverdeña y, en 1926, el Club Deportivo de Las Herrerías.
Asociado a la minería, a finales del XIX, llegará a El Andévalo una música que se extendía en esos momentos por toda Andalucía, el flamenco. Este género provocó una revolución musical ya que transformó la música popular de la zona. Los fandangos tradicionales muy pronto se aflamencaron dando lugar al que se denomina genéricamente como fandangos de Huelva, que tiene en los pueblos de El Andévalo los principales focos creadores. Las raíces de estos fandangos pueden ser muy antiguas pero al igual que el resto del flamenco, es una música contemporánea. Tal como cuenta Fernando el de Triana los focos mineros eran centros atracción para los cantaores de flamenco, este hecho tendrá sus consecuencias para los fandangos locales:
“Era un segundo sábado del mes y, como todos los meses, en ese mismo día hacía mi viaje al pueblo de Alosno (cuna gloriosa del fandango), porque en esa fecha se efectuaba el pago en la mina de Tharsis, y en los días siguientes se tiraba dinero como tierra en el pueblo alosnero” (Triana, 1986:80)
A principios del siglo XX los principales cantaores flamencos ya han incorporado a su repertorio los fandangos de Huelva. En 1917, con la guitarra de Currito de la Jeroma, La Niña de los Peines grabó en el sello Odeón bajo el nombre de Fandanguillo de Alonso unas letras tradicionales de la comarca:
Cabezas Rubias y El Cerro
tienen los pastos comunes,
y yo los tengo contigo
sábado, domingo y lunes
 Como vemos, El Andévalo ocupa un lugar destacado en la geografía del cante.
Continuará…

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy interesante. Enhorabuena.