jueves, 17 de mayo de 2012

El Andévalo: Una Mirada Desde La Antropolog​ía. Y 3ª parte



III. El Andévalo una tierra ganadera

                              Por no meterme al ganao
                                 yo me metí al piojal,
                               saqué pa comer un día,
                               y me jarté de trabajar,
                               ¡valiente potra la mía¡


Frecuentemente se define esta comarca por su carácter ganadero. El poco desarrollo agrícola se suele explicar por la pobreza de sus suelos y su clima árido. Esta aparente “vocación” pecuaria ha sido una constante desde la conquista castellana hasta la actualidad. Planteado así, parecería que hay una especie de determinismo físico que empuja al aprovechamiento ganadero de la tierra. Aun reconociendo la importancia que los factores físicos han podido tener en la orientación económica de la comarca, no podemos dejar de lado factores de índole social: la estructura latifundista de la propiedad de la tierra y el ganado, y los intereses económicos de los grandes propietarios que han favorecido el fomento de la cría de animales frente a la agricultura.



El conocimiento directo de la evolución económica de los pueblos de la comarca nos permite tener información que, si bien, no lo contradice del todo, al menos, matiza lo dicho anteriormente. Un ejemplo lo tenemos en el número de personas que se han empleado en el cultivo de la tierra, en algunos pueblos, la cantidad de campesinos ha sido mayor que la de ganaderos. Igualmente significativo es el número de hectáreas dedicadas al trigo o la abundancia de molinos harineros. Estos datos son indicadores del peso que ha tenido la agricultura y que nos lleva a replantearnos cuál fue el papel de esta actividad dentro de un mundo, aparentemente, dominado por la ganadería. Se trata de una agricultura de subsistencia, de rozas, con muy baja productividad, que necesita una vasta extensión de terrenos para producir muy poco, de ahí que se haya ignorado.
 
Habitualmente se entiende que la actividad agrícola ha estado al servicio de la cría de animales. Pero no para todos ha sido un simple complemento a la ganadería. Lo fue para los grandes propietarios que constituían las élites locales. En cambio, para el resto de la población, compuesta, hasta finales de los cincuenta, por pegujaleros, pequeños agricultores que para poder sembrar debían obtener tierras cedidas por los latifundistas, el complemento económico era la ganadería. El uso extensivo del territorio, tanto para el ganado como para el cultivo de cereales por rozas suponía una lucha por la tierra entre propietarios de ganado y agricultores. Los ganaderos han presionado continuamente para conseguir pastos a costa de las pocas tierras agrícolas, mientras que los agricultores han demandado constantemente parte de las tierras donde pacían los rebaños de los hacendados. Hasta que se produjo la privatización de las tierras municipales, los señores velaron por el mantenimiento de las dehesas para favorecer los intereses de los ganaderos, a la vez que los agricultores pedían más tierras de cultivo a costa de esas dehesas. El hambre de tierra nunca se sació a pesar de la amplitud de los términos municipales y de la escasa presión demográfica de la zona.

Es esta lucha entre ganaderos y agricultores la que explica el actual paisaje de la comarca que podemos considerarlo una parte más de la cultura. En las zonas de mayor aprovechamiento ganadero se han mantenido frondosas dehesas como las de San Silvestre o Cabezas Rubias. En cambio, donde los agricultores lograron las ansiadas tierras predominan los espacios sin arbolado. Entre ambos paisajes, encontramos áreas salpicadas de encinas que asemejan El Andévalo y África, como una especie de sabana andaluza.

Un paisaje que responde a factores muy distintos es el de los eucaliptales que cubren una vasta porción de esta comarca. Los primeros eucaliptos se introducen en la década de los veinte del siglo pasado, pero no será hasta los años sesenta cuando se extienda por todo El Andévalo, como consecuencia de la crisis agraria que llevó a la emigración y al abandono del campo.


Cultura e identidad: El Andévalo como comarca
                                 
                                 Con los mineritos, madre,
                                    poquita conversación,
                                   porque suelen alabarse
                                    de cositas que no son


Cuando desde un punto de vista antropológico definimos comarca no nos referimos únicamente a unidad político-administrativa, ni tampoco a un espacio de carácter exclusivamente geográfico, sino a un conjunto de poblaciones que interrelacionan entre sí y constituyen referentes unas con respecto a las otras, generando una identidad común:

“Una comarca se define como la articulación de un territorio por parte de una población que comparte unas determinadas formas económicas, de organización social y de expresión cultural que le dan especificidad con respecto a otros territorios.” (Escalera, 1997: 40)

Evidentemente, administrativamente El Andévalo constituye una comarca diferenciada ¿Pero lo es en relación a su identidad?

Hasta ahora hemos venido hablando de cultura, de factores que han influido en que estas tierras tengan una personalidad cultural incuestionable, sin embargo, cultura e identidad no son exactamente una misma cosa. La identidad se construye sobre la cultura pero implica algo más, un grado de conciencia sobre las diferencias. Para que esto se produzca, para que podamos hablar de comarca en este sentido tiene que haber una articulación del territorio ¿Existe esa articulación en El Andévalo?

Todas las tierras centrales de Huelva desde una perspectiva geomorfológica poseen un alto grado de homogeneidad geográfica, con un terreno ligeramente ondulado, al ser una zona de transición entre Sierra Morena y la llanura costera, con suelos pedregosos de una gran riqueza en minerales. 

Hasta el XIX presentaban, también, una continuidad paisajística y humana, con un terreno adehesado y pequeños pueblos de base económica agroganadera. Afínales de ese siglo, con la puesta en explotación de importantes yacimientos de pirita como Riotinto, una parte de esta región sufrió una espectacular transformación, modificando el paisaje, la economía y la vida de muchas poblaciones. Como resultado de esos cambios, distinguimos en El Andévalo dos zonas claramente diferenciadas: en el poniente, el denominado Andévalo Occidental, el área que menos impacto ha sufrido de la actividad minera, que continúa manteniendo un paisaje de dehesa y una base económica agroganadera. En el extremo oriental, la denominada Cuenca Minera, una zona de especialización minera donde los efectos de esta actividad extractiva han sido mayores. Entre ambas, un área de transición, a la que genéricamente se denomina Andévalo Oriental, que aunque ha tenido importantes núcleos mineros, mantiene parte de su economía agraria. Hasta tal punto ha quedado individualizada la Cuenca Minera que cuando hablamos de Andévalo hacemos referencia exclusivamente a El Andévalo Occidental y Oriental.

El territorio que constituye El Andévalo Occidental y Oriental aunque presenta diferencias está unificado por el predominio del aprovechamiento agropecuario frente a la minería. El impacto de la minería no eliminó sus dehesas. Es significativo que hasta hace muy poco, a pesar de que en estas localidades existían núcleos mineros y una parte de sus vecinos encontraban empleo temporal en esta actividad, la minería no se ha constituido en un referente identitario, al contrario, todo lo relacionado con las minas ha tendido a ser interpretado negativamente frente a los valores positivos del mundo agrario. Al hombre del campo se le presupone una superioridad moral frente al minero (1) La identidad de estas localidades se ha ligado al mundo campesino y sólo algunas poblaciones como Tharsis, en oposición a El Alosno, utiliza su condición minera como parte de su identidad. El rico patrimonio minero de esta tierra aún no ha sido reivindicado como parte de la identidad comarcal.

(1)Un caso parecido es el de Zalamea la Real, población de la Cuenca Minera estudiada por José María Valcuende (1998), donde la identidad local se ha vinculado al mundo agrario por rechazo de la minería.
Sin restar importancia a factores históricos y administrativos, es evidente que la vertebración de la comarca está íntimamente relacionada con el modo en que se articulan las redes viarias. La comunicación en el interior de El Andévalo de oeste a este ha sido deficiente. Hasta hace muy poco, no podríamos calificar de carreteras a las vías que enlazaban El Andévalo Occidental y Oriental y es algo que queda patente en la desvertebración del territorio de comarcal.

Otro problema es la falta de centros que articulen las distintas poblaciones. Mientras que en la parte oriental Valverde del Camino ejerce esta función, la zona occidental no dispone de un centro comarcal que pueda funcionar como capital, y los pocos servicios se han concentrado en las poblaciones de mayor tamaño, El Alosno, La Puebla de Guzmán y Villanueva de los Castillejo. (IES, servicio veterinario, juzgado de distrito...). Casi todas las prestaciones supra-comunales están fuera.


Desde la administración se ha hecho poco por vertebrar el territorio. La creación en 1834, de los denominados partidos judiciales afectó a la articulación de El Andévalo Occidental. Sus poblaciones quedaron enmarcadas en dos partidos judiciales distintos que tenían su centro en poblaciones fuera de la zona, Ayamonte en la costa y Valverde del Camino en El Andévalo Oriental. Es importe tener presente el significado que ha llegado a adquirir esas circunscripciones ya que terminaron funcionando como especies de comarcas.

La identidad no es estática sino que se construye y transforma, por eso son importantes las medidas que se tomen en este sentido. Para constituir una comarca no basta con tener una base cultural común, no basta con tener la etiqueta. El Andévalo tiene que ejercer de comarca, construirse como comarca. En este proceso es fundamental la articulación del territorio pero, también, el autoconocimiento, tener conciencia de sí misma, conocer cuáles son sus recursos. No es necesario romper con el pasado, al contrario, el pasado es fundamental para anclar una identidad pero requiere tener un proyecto de futuro. Equilibrio entre pasado y futuro que no siempre es fácil de lograr.


BIBLIOGRAFÍA


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