martes, 12 de noviembre de 2019

6ª Parte. 1853: “Llamaremos Tharsis a las minas del término de Alosno”


6ª Parte.
1853: “Llamaremos Tharsis a las minas del término de Alosno”

La contemplación de tan inmensos escoriales les tuvo un rato inmovilizados. El francés les daba una interpretación histórica que mantuvo a Escobar atento:
-”La minería antigua ha dejado escrita su historia en inalterables caracteres. Si se observan con escrupulosa atención los escoriales que permanecen intactos al pie de estas minas, se reconocen muy pronto dos clases de escorias, diferentes en su composición, en su riqueza en cobre, en su aspecto y forma exterior y hasta en su colocación o agrupamiento”.
-Estoy de acuerdo, se observa la diferencia - dijo Escobar.
-”Las escorias son pues, los caracteres indelebles de un cambio radical en el método de fundición y semejante cambio tiene todas las probabilidades de haber seguido a un largo periodo de paralización”.
Por supuesto que la destreza y los ingenios que aplicaron los romanos mejoró el rendimiento de los minerales en comparación a cómo fundían los fenicios. Este rendimiento se relacionaba con las más altas temperaturas que se alcanzaban en los hornos de fundición, donde los romanos, expertos constructores, no solo construían mejores hornos, también aplicaron ingenios para insuflar aire a la combustión elevando la temperatura de fundición.
-”Las escoria fenicias se presentan esparcidas en montones extensos de poca altura. Son rugosas, mal fundidas, pastosas. Contienen hasta 2,5 % de cobre. Las escorias romanas se encuentran en montones altos y por su posición, por la forma de los montones, se reconoce que el fundidor ya se preocupaba de obtener un cómodo descargadero de aquellos restos. Estas escorias se presentan perfectamente fundidas. Y su contenido en cobre, mucho menor, oscila entre el 0,45 y 0,55 %.”
-¿Según usted, la minería dio comienzo con los fenicios y continuó con los romanos? -Preguntó Escobar.
-No. Los fenicios que eran expertos comerciantes, encontraron aquí a un pueblo dedicado a la minería y añadieron a su comercio los metales que los antiguos habitantes de esta parte de Iberia elaboraban, lo que fomentó la explotación.
-Usted no ha tenido tiempo de visitar una mina que yo sí he visitado, y donde he encontrado inscripciones y restos muy antiguos. Los llevé al párroco don Manuel Ambrosio, que como le he dicho sabe tanto de historia, y la respuesta que me dio es que los conservara, porque alguien me tendrá que confirmar lo que él sospechaba, que pertenecían a los primeros pobladores, antes que fenicios y romanos. - dijo Escobar.
-Lo creo. Igual que los romanos continuaron a los fenicios y usted y yo continuaremos a los romanos, si conseguimos poner en explotación estas minas.
-Entonces, ¿después de los romanos no hubo actividad minera, se paralizaron las minas? -Preguntó Escobar.
-No. En la provincia de Huelva no hubo continuidad a la dominación Romana. Los musulmanes laboraron en Córdoba y poco más. Con la importancia que tuvieron estas minas y también las de Río Tinto, pues en ninguna de las dos han aparecido hallazgos de la dominación musulmana.
-Me lo confirmó don Manuel Ambrosio, que los hallazgos mineros en los alrededores de Alosno no eran de procedencia árabe.
-Las monedas que usted me mostró son todas romanas. -dijo Deligny.
Continuaron hablando de minería y de historia. Cuanto más hablaba el francés más interés despertaba en Escobar. Le consideraba un hombre versado en historia y por eso volvió a invitarle que se reuniera con el párroco. Reunión a la que él se daba por invitado.
-Usted sabe que lo que me urge es contactar con París, pero por supuesto que en cuanto tenga tiempo espero que usted me presente ante él.
Deligny sacó el cuaderno donde llevaba anotado todas las observaciones de los lugares que había recorrido desde el mes de Febrero. Buscó las últimas anotaciones desde la salida de la Puebla y cuando llegaron a la falda del Madroñal y a los escoriales. Tenía una hoja dedicada a los cálculos que había realizado y que actualizó sobre la marcha. Después le leyó a Escobar el resultado de sus anotaciones.
-Si las escorias que hemos visto le suponemos un volumen de tres o cuatro millones de toneladas, para que la mena extraída dejara tal cantidad de residuos tenía que ascender entre 4 y 5,5 millones de toneladas. Unas cantidades de pirita extraída considerables.
Durante el recorrido había ido colocando las estacas que le preparó el mozo de la fonda. Él clavaba en un sitio y le pedía a Escobar que clavara en otro lugar, a una distancia que calculaba mentalmente. Conformaba así los cuatro puntos de un polígono cerrado donde se contenía la extensión del terreno que se quería solicitar para ejercer la minería. Después consultaba la orientación con la brújula y lo anotaba en su cuaderno. Cuando completaban los cuatro vértices de un registro, marchaban a otro lugar que señalaba el francés y volvían a repetir la operación: clavar estacas, orientación, y anotar en el cuaderno. Así acabaron delimitado cinco polígonos irregulares y Deligny creyó que era el momento de regresar. Comprobó que todos limitaban en parte con terrenos comunales de Alosno, con la sierra de Santo Domingo, o con el nombre que le daban a los escoriales. Observó que desde la cumbre más alta de la sierra no solo se podían contemplar todos los escoriales y labores mineras abandonadas por los romanos, también las demarcaciones que acababan de hacer. Preguntó a Escobar si la cumbre más alta tenía un nombre particular, pero al responderle que lo desconocía, que todas las cumbres y sus estribaciones eran conocidas por sierra de Santo Domingo, optaron por abandonar el lugar y marchar de regreso a Alosno. Deligny tenía anotado referencias suficientes para la demarcación de los registros mineros, que esperaba denunciar a su nombre y al de Decazes.
De regreso al pueblo toparon con el pastor que les había saludado unas horas antes. Les condujo a un pozo donde dieron de beber a las mulas y llenaron su calabaza de “peregrino” para el regreso. Escobar aprovechó para preguntarle si la cumbre más alta de esta sierra era conocida por un nombre distinto. El pastor dijo que sí, que esa cumbre más alta era la cumbre Tarse, que así se lo habían trasmitido su padre y su abuelo, que también traían hasta aquí animales a pastar. Escobar repitió el nombre al francés que no lo había escuchado. Al oírlo se acercó al pastor y le pidió que lo repitiera.
-Ese es el monte Tarse, señor -dijo el pastor señalando.
-¿Y siempre se ha llamado así?.
-Señor, mis antepasados lo llamaban así, y así lo llamamos.
Escobar observó que el francés quedó paralizado al oír el nombre de Tarse. Pensó que no era importante para ubicar los registros porque ya tenía otros nombres de referencias con los que delimitar perfectamente los denuncios mineros.
-Señor Deligny, ¿hay algún problema con el nombre Tarse para los registros?
-¿No comprende usted la antigüedad que tiene este nombre que nos ha descubierto el pastor, para entender la importancia de estas minas? -preguntó Deligny. 
-La verdad que no, desde la capital se conoce como la sierra “Ensillada”. Otros nombres que se dan aquí a otras cumbres también pueden tener un significado misterioso o desconocido: Juré, Hueca, Gua, seguro que relacionados con la actividad minera. Pero en el de Tarse, la verdad, no había reparado en su importancia histórica.
Para Deligny el nombre es toda una revelación. Entiende que están reconociendo escoriales del reinado de Hiram rey de Tiro. La Turdetania, cuyos habitantes se sabían descendientes de los antiguos tartessos, y que el historiador griego Estrabón admite en sus crónicas. Después es bautizada por los romanos cómo Baetica, en alusión al nombre del río Guadalquivir.
-El párroco que usted conoce seguramente encontrará en el nombre de Tarse la misma importancia que encuentro yo.

Continuará...
José Gómez Ponce

Noviembre 2019

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