6ª
Parte.
1853:
“Llamaremos Tharsis a las minas del término de Alosno”
La
contemplación de tan inmensos escoriales les tuvo un rato
inmovilizados. El francés les daba una interpretación histórica
que mantuvo a Escobar atento:
-”La
minería antigua ha dejado escrita su historia en inalterables
caracteres. Si se observan con escrupulosa atención los escoriales
que permanecen intactos al pie de estas minas, se reconocen muy
pronto dos clases de escorias, diferentes en su composición, en su
riqueza en cobre, en su aspecto y forma exterior y hasta en su
colocación o agrupamiento”.
-Estoy
de acuerdo, se observa la diferencia - dijo Escobar.
-”Las
escorias son pues, los caracteres indelebles de un cambio radical en
el método de fundición y semejante cambio tiene todas las
probabilidades de haber seguido a un largo periodo de paralización”.
Por
supuesto que la destreza y los ingenios que aplicaron los romanos mejoró el rendimiento de los minerales en comparación a cómo
fundían los fenicios. Este rendimiento se relacionaba con las más
altas temperaturas que se alcanzaban en los hornos de fundición,
donde los romanos, expertos constructores, no solo construían
mejores hornos, también aplicaron ingenios para insuflar aire a la
combustión elevando la temperatura de fundición.
-”Las
escoria fenicias se presentan esparcidas en montones extensos de poca
altura. Son rugosas, mal fundidas, pastosas. Contienen hasta 2,5 % de
cobre. Las escorias romanas se encuentran en montones altos y por su
posición, por la forma de los montones, se reconoce que el fundidor
ya se preocupaba de obtener un cómodo descargadero de aquellos
restos. Estas escorias se presentan perfectamente fundidas. Y su
contenido en cobre, mucho menor, oscila entre el 0,45 y 0,55 %.”
-¿Según
usted, la minería dio comienzo con los fenicios y continuó con los
romanos? -Preguntó Escobar.
-No.
Los fenicios que eran expertos comerciantes, encontraron aquí a un
pueblo dedicado a la minería y añadieron a su comercio los metales
que los antiguos habitantes de esta parte de Iberia elaboraban, lo
que fomentó la explotación.
-Usted
no ha tenido tiempo de visitar una mina que yo sí he visitado, y
donde he encontrado inscripciones y restos muy antiguos. Los llevé
al párroco don Manuel Ambrosio, que como le he dicho sabe tanto de
historia, y la respuesta que me dio es que los conservara, porque
alguien me tendrá que confirmar lo que él sospechaba, que
pertenecían a los primeros pobladores, antes que fenicios y romanos.
- dijo Escobar.
-Lo
creo. Igual que los romanos continuaron a los fenicios y usted y yo
continuaremos a los romanos, si conseguimos poner en explotación
estas minas.
-Entonces,
¿después de los romanos no hubo actividad minera, se paralizaron
las minas? -Preguntó Escobar.
-No.
En la provincia de Huelva no hubo continuidad a la dominación
Romana. Los musulmanes laboraron en Córdoba y poco más. Con la
importancia que tuvieron estas minas y también las de Río Tinto,
pues en ninguna de las dos han aparecido hallazgos de la dominación
musulmana.
-Me
lo confirmó don Manuel Ambrosio, que los hallazgos mineros en los
alrededores de Alosno no eran de procedencia árabe.
-Las
monedas que usted me mostró son todas romanas. -dijo Deligny.
Continuaron
hablando de minería y de historia. Cuanto más hablaba el francés
más interés despertaba en Escobar. Le consideraba un hombre versado
en historia y por eso volvió a invitarle que se reuniera con el
párroco. Reunión a la que él se daba por invitado.
-Usted
sabe que lo que me urge es contactar con París, pero por supuesto
que en cuanto tenga tiempo espero que usted me presente ante él.
Deligny
sacó el cuaderno donde llevaba anotado todas las observaciones de
los lugares que había recorrido desde el mes de Febrero. Buscó las
últimas anotaciones desde la salida de la Puebla y cuando llegaron a
la falda del Madroñal y a los escoriales. Tenía una hoja dedicada a
los cálculos que había realizado y que actualizó sobre la marcha.
Después le leyó a Escobar el resultado de sus anotaciones.
-Si
las escorias que hemos visto le suponemos un volumen de tres o cuatro
millones de toneladas, para que la mena extraída dejara tal cantidad
de residuos tenía que ascender entre 4 y 5,5 millones de toneladas.
Unas cantidades de pirita extraída considerables.
Durante
el recorrido había ido colocando las estacas que le preparó el mozo
de la fonda. Él clavaba en un sitio y le pedía a Escobar que
clavara en otro lugar, a una distancia que calculaba mentalmente.
Conformaba así los cuatro puntos de un polígono cerrado donde se
contenía la extensión del terreno que se quería solicitar para
ejercer la minería. Después consultaba la orientación con la
brújula y lo anotaba en su cuaderno.
Cuando completaban los cuatro vértices de un registro, marchaban a
otro lugar que señalaba el francés y volvían a repetir la
operación: clavar estacas, orientación, y anotar en el cuaderno.
Así acabaron delimitado cinco polígonos irregulares y Deligny creyó
que era el momento de regresar. Comprobó que todos limitaban en
parte con terrenos comunales de Alosno, con la sierra de Santo
Domingo, o con el nombre que le daban a los escoriales. Observó que
desde la cumbre más alta de la sierra no solo se podían contemplar
todos los escoriales y labores mineras abandonadas por los romanos,
también las demarcaciones que acababan de hacer. Preguntó a Escobar
si la cumbre más alta tenía un nombre particular, pero al
responderle que lo desconocía, que todas las cumbres y sus
estribaciones eran conocidas por sierra de Santo Domingo, optaron por
abandonar el lugar y marchar de regreso a Alosno. Deligny tenía
anotado referencias suficientes para la demarcación de los registros
mineros, que esperaba denunciar a su nombre y al de Decazes.
De
regreso al pueblo toparon con el pastor que les había saludado unas
horas antes. Les condujo a un pozo donde dieron de beber a las mulas
y llenaron su calabaza de “peregrino” para el regreso. Escobar
aprovechó para preguntarle si la cumbre más alta de esta sierra era
conocida por un nombre distinto. El pastor dijo que sí, que esa
cumbre más alta era la cumbre Tarse, que así se lo habían
trasmitido su padre y su abuelo, que también traían hasta aquí
animales a pastar. Escobar repitió el nombre al francés que no lo
había escuchado. Al oírlo se acercó al pastor y le pidió que lo
repitiera.
-Ese
es el monte Tarse, señor -dijo el pastor señalando.
-¿Y
siempre se ha llamado así?.
-Señor,
mis antepasados lo llamaban así, y así lo llamamos.
Escobar
observó que el francés quedó paralizado al oír el nombre de
Tarse. Pensó que no era importante para ubicar los registros porque
ya tenía otros nombres de referencias con los que delimitar
perfectamente los denuncios mineros.
-Señor
Deligny, ¿hay algún problema con el nombre Tarse para los
registros?
-¿No
comprende usted la antigüedad que tiene este nombre que nos ha
descubierto el pastor, para entender la importancia
de estas minas? -preguntó Deligny.
-La
verdad que no, desde la capital se conoce como la sierra “Ensillada”.
Otros nombres que se dan aquí a otras cumbres también pueden tener
un significado misterioso o desconocido: Juré, Hueca, Gua, seguro
que relacionados con la actividad minera. Pero en el de Tarse, la
verdad, no había reparado en su importancia histórica.
Para
Deligny el nombre es toda una revelación. Entiende que están
reconociendo escoriales del reinado de Hiram rey de Tiro. La Turdetania, cuyos habitantes se sabían descendientes de
los antiguos tartessos, y que el historiador griego Estrabón admite
en sus crónicas. Después es bautizada por los romanos cómo
Baetica, en alusión al nombre del río Guadalquivir.
-El párroco que usted conoce seguramente encontrará en el nombre de Tarse
la misma importancia que encuentro yo.
Continuará...
José
Gómez Ponce
Noviembre
2019
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