jueves, 2 de octubre de 2014

Recordando a José Alfonso. Y 3ª Parte.


 
En esta última entrega publicamos otra poesía inédita que José Alfonso escribió en la estación de Tharsis.

En su visita  en 1954 recorre aquellos lugares que tanto recuerda y que ha trasladado a sus escritos. Unas veces se hace acompañar por su cuñado Jerónimo, o por su sobrino Paco Gutiérrez; dando largas caminatas hasta la Huerta Grande, las oficinas de Pueblo Nuevo, o la chimenea Gorda. Después de esos paseos, sus familiares le recuerdan sentado a la mesa anotando sus impresiones en un cuaderno. Impresiones que acabaría de completar en Argentina recogidas en "Estampa sentimental...”

Otras visitas las realiza al nuevo Círculo Minero, que se había inaugurado en 1951, donde se reúne con antiguos compañeros recordando viejos tiempos. Estas visitas al casino le suponían un recorrido al que estaban acostumbrados los trabajadores de la Compañía, pues su hermana Custodia, con quien residía, vivía en las casas que estaban por debajo de la oficina de Filón Norte. Así se encontraba, en su caminar por "Vista Hermosa", a trabajadores que iban o regresaban del trabajo.

Sobre la Velada escribe, que toda la familia de su hermana se arreglaban para "ir a la mina", que era el nombre que le daban al pueblo quienes vivían en el extrarradio.

"Guardo un recuerdo imborrable de esas noches de fiesta en mi pueblo, en que nos íbamos todos los de casa, arriba a la Mina, y pasábamos unas horas en aquel llano frente al nuevo casino, todo iluminado y con el aspecto de feria que le daban los numerosos puestos y atracciones diversas, así como la caseta de baile del Círculo, donde danzaban incansables las parejas de mozos y mozas.

Luego, nos sentábamos en la terraza del Círculo, o acaparábamos una mesa en alguno de aquellos puestos donde se freían buñuelos y churros, y nos hacíamos servir sen­dos tazones de café con su correspondiente ración de ma­sa frita.­"
                                           

Cercana ya la fecha del regreso a Argentina, la melancolía por esa partida de la tierra que tanto añoraba, queda reflejada en la descripción de esas jornadas. O el relato de la serenata que sus sobrinos y amigos van a cantarla para su despedida.

"En esas noches, plácidas y serenas, solía yo dar, antes de acostarme, unas vueltas en torno de las casas del barrio, imbuida por aquella paz y aquel silencio.- Una luna hermosísima derramaba su luz de plata sobre el campo que teníamos bien cerca, y dibujaba con una línea sinuosa la cumbre de la Divisa.- Como ya se iba aproximando la fe­cha de nuestra partida de la patria, todos estos detalles, al parecer nimios, despertaban en mi ánimo un sentimiento de nostalgia y de tristeza indecibles, y ante la evidencia de la partida definitiva, que iba a llegar inevitablemente, una extraña angustia, una secreta pena, se iba apoderando de mí, más aguda y punzante en esos momentos de calma y de quietud que hacía más grave y solemne al espectáculo, sencillo y grandioso al mismo tiempo, de la naturaleza.­
Una  noche vinieron algunos amigos y conocidos a despedirse. Llegó también la sobrina de aquel paisano, muerto en la Argentina, con la prometida bolsita de tierra española que había de ir a juntar­se con la tierra argentina que cubría la sepultura de mi compatriota."

Sin embargo donde acudía más a menudo, por cercanía, era a la estación. Esperando a su cuñado al regreso del trabajo.

"Otras veces iba, con mi cuñado o con mi hermana, al huertecillo que tenían en el Tejar y traíamos desde allí algunas verduras o un puñado de higos chumbos, de los que gustaba mucho mi mujer. Pero mi paseo habitual era, parti­cularmente por las tardes, hasta la estación de ferrocarril donde ya había hecho buena amistad con el jefe y sus empleados y, conversando con ellos solía esperar allí la hora en que mi cuñado dejaba su tarea para volvernos a casa juntos."


Entabla amistad con el personal, con el Jefe de estación, Salvador Díaz Frías. Y allí, el siete de Septiembre de 1954, improvisa un poema que entrega a su sobrino Paco, y este nos entregó hace unos años.



DESPEDIDA, EN LA ESTACIÓN DE THARSIS

Allí, junto a la ventana

y hablando con Salvador,
he contemplado estos campos
que abandono con dolor.

Se ve el “Cerro de los Gatos”
y la mina de la Juana,
y más allá se contempla
un trozo de tierra llana.

Y todo me es tan querido
y tan grato a mi ilusión,
que sin saberlo lo llevo
dentro de mi corazón.

Tharsis, mi Tharsis querido,
ya no te volveré a ver
pues América está lejos
y ya no es fácil volver.

Pero hay algo que nos quiere,
y es el recuerdo latente
de la Patria, que como imagen,
siempre tenemos presente.

En esta estación de Tharsis,
un miércoles de mañana,
le dije adiós a mi Patria
de bastante mala gana.

Llevo en la mente el recuerdo
de este adiós que es postrero
y el eco triste y alegre
de un fandanguillo alosnero.
                                                    07 de Septiembre de 1954
                                                       José Alfonso Delgado

2 comentarios:

Un tharsileño dijo...

Gracias por darnos a conocer parte de nuestra historia que, siendo tharsileño, desconocía la existencia de la obra de José Alfonso. Soy de los que piensa que hay tharsileños hasta en la N.A.S.A., por ello le han puesto a un monte de Marte el nombre de Tharsis.

Siendo ésta una página cultural no entiendo algunos de los comentarios, no sé si es porque no estoy allí, pero no comprendo el sentido de los mismos.

Muchas gracias y espero que sigáis así.

Amigos de Tharsis dijo...

Gracias paisano. Aquí llevamos recopilado algo de nuestra historia, no mucho pero al menos donde poder asomarse. Ya nos gustaría que el interés por nuestro pasado no se perdiera.