Continuamos con la crónica
empezada el 28 de Febrero sobre la Mina del oro de Tharsis y que
habíamos suspendido. 1º para publicar el
escrito de Francisco Gómez Soria, y 2º para dedicarnos a preparar el 160
Aniversario.
Francisco nos comunica que nos
hará llegar la resolución que recaiga a sus denuncias.
Estrenamos también nueva portada
del blog. Este es un cuadro de una entrañable vista de Tharsis pintado por Santiago
Gallardo, que nos hizo llegar su hijo
Paco.
Los residuos ya calcinados los
depositaban sobre el mismo terreno y estos son precisamente los que actualmente
tienen en tratamiento la
Compañía para extraerles el producto que ellos, por los
medios rudimentarios que debieron emplear en aquella época, no pudieron
obtener.
Desde la ladera en que se
montaron las modernas instalaciones, contemplamos el intenso trabajo de los
nuevos “buscadores de oro”. Las pequeñas vagonetas se cruzan en sucesión
interminable, y a nuestra espalda el ruido ensordecedor de trituradoras,
émbolos, y poleas, es una nota más en el bello paisaje mutilado que dora
piadosamente el buen sol de primavera.
Don Juan M. Muir director de la Compañía , y nuestro buen
amigo don Cayetano Salamanca, alto empleado de Administración, atienden con
toda amabilidad nuestras preguntas, facilitándonos los datos precisos que
anotamos cuidadosamente.
Los concentrados húmedos que se
obtienen alcanzan una riqueza de 40
kg de oro y 350 de plata por tonelada, habiéndose
conseguido algunos concentrados secos de 90 kg de oro y 800 de plata. Ya mencionamos la
producción del último año de 1940 que alcanzó 303 kg de oro y 3.970 de
plata.
La total purificación de los metales
hasta convertirse en barras se verifica en Inglaterra, y su valor neto en
libras esterlinas está obligada la
Compañía a entregarlo al Instituto Español de Moneda
Extranjera.
Como ejemplo del alto valor que
alcanza los concentrados auro-argentíferos, hemos recabado datos de una de las últimas
facturaciones de Tharsis: 1.367
kg en húmedo producen en cáscara 993 kilos de mineral y
su importe asciende a 5.277
libras esterlinas.
Nada sabemos y nadie nos dijo cómo
se obtienen los metales puros en Inglaterra. Por ello hemos de limitar nuestra
información a los concentrados obtenidos en España, deteniéndonos allí donde
las cajas precintadas desaparecen en las bodegas de un barco inglés.
La necesidad de fijar nuestra
atención en las minas de Tharsis hace también que dejemos de consignar datos
muy curiosos e interesantes relativos a Río Tinto y, en general, las
posibilidades de explotaciones auríferas en la provincia de Huelva, la primera región
productora de este metal en España, según los recientes estudios de la Comisión técnica
designada a tal fin que preside el
prestigioso ingeniero don Juan Hereza.
Observando la complicada
instalación, y los costosos procedimientos para lograr la relativamente escasa
producción de metales nobles que hemos señalado, asombra pensar el profundo
conocimiento que debieron tener los antiguos en aquellas remotas edades, para
ir directamente a los yacimientos más ricos, encontrando y beneficiando con los
más rudimentarios sistemas las menas auríferas de que habla la leyenda.
Se ha puesto en duda que hubiese
en realidad oro en Tharsis en tiempos de fenicios y romanos. Ya hemos explicado
cómo la voz Tharsis era una expresión vaga más que un lugar concreto de la Turdetania. Aseguran
algunos que la fama aurífera de Tartesio fue motivada a que en la ría de Onuba
cargaban las naves fenicias, junto con el cobre de estas minas, el oro traído
de Asturias y el estaño de las Casiterides.
Es indudable que fue
principalmente el cobre lo que movió a los hombres de edades remotas a arañar
nuestras tierras, encontrando después el oro como un inesperado regalo.
Entre los útiles encontrados en
los viejos socavones de Alosno, figura un escoplo de piedra toscamente tallado,
que revela la existencia protohistórica de trabajos mineros. Corresponden
por ello los primeros indicios de tales labores al principio del periodo
cuaternario.
Nada sabemos de aquellas razas
primitivas ni aún de la llegada a nuestro suelo de los llamados tartesios,
pueblo íbero que ya los estimaba Estrabón "los mas doctos de los
españoles, pues usaban gramática y monumentos escritos de mucha antigüedad, y
poemas y leyes en verso de 6000 años ha, según dicen".
En realidad, son los íberos los
que tienen la primacía de beneficiar los criaderos ferro-cobrizos de la
provincia de Huelva, para lo cual emplearon conjuntamente instrumentos de
hierro y piedra, aprovechando el procedimiento de trabajo de los nativos. Se
supone que la calcinación casual de algunas menas, originó el principio de la
fundición de los metales.
LOS FENICIOS
Dijimos anteriormente que los
mercaderes fenicios conocían desde muy remotos tiempos las riquezas de Iberia.
No está señalada con exactitud la fecha de arribada a nuestras costas de la
emprendedora raza asiática. Herodoto dice que "en el VIII siglo antes
de Jesucristo una nave de Samos cruzó el estrecho y llegó a Tartesos".
Imposible llegar a un acuerdo
entre los diferentes autores que estudiaron el tema, aunque todo hace suponer
que debió tener lugar XVI siglos antes de nuestra era, llegando desde África
adonde huyeron después de la victoria de Josué.
Perdidas las hermosas tierras de
Canaán, aquellos fenicios, gergeseos, y yebuseos, fundaron Tánger, y
perseguidos por las tribus africanas, se asientan en las riberas andaluzas
haciéndose fuertes en ellas.
Poco a poco las naves de Tiro y
Sidón comienzan a transportar colonos de la otra banda mediterránea, y se
apoderan de toda la Tartesia
activando de una manera intensiva la producción de los metales. Don Joaquín
Gonzalo Tarín, gran autoridad en la materia, del que hemos tomado muchas
notas que nos guíen en el laberinto de aquellas edades, dice a este respecto:
"El engrandecimiento de
la ciudad de Tiro se debió precisamente al satisfactorio resultado que tuvieron
las expediciones de los fenicios a nuestras costas, y la época de mayor
producción de metales debió corresponder al año 1013 antes de Jesucristo, o
sea, el primero del reinado de Salomón, cuando las flotas del rey de Judea
marchaban unidas con las de Hiran rey de Tiro, haciendo juntas su comercio en
la gran región del país de los Tartesios"
De la época fenicia ningún rastro
queda en Tharsis que nos sea conocido. Es de suponer que en el pequeño museo
establecido por la Compañía
deben de existir útiles de trabajo correspondiente a esta época, y que
nosotros, poco doctos en la materia, no podemos clasificar entre los muchos
vestigios romanos que allí se encuentran.
Entre los montones de escoria se
señalan claramente dos épocas, fenicia y romana. A la primera pertenecen las
capas inferiores, más rugosas y peor fundidas, y a las segundas las superiores,
de un color negro metálico más compacta y con cristalizaciones en sus
oquedades.
No se puede tampoco determinar la
cantidad de escorias que corresponden a los fenicios, pues aparte de que, como
hemos dicho, aparecen mezcladas con otras de épocas posteriores, muchas de
ellas fueron refundidas de nuevo, arte ya conocido en aquel tiempo, pues Estrabón
aseguraba que se refundían las escorias que sus predecesores habían dejado en
las minas de Ática.
Continuará...
1 comentario:
Hola, preciosa la imagen de la locomotora entrando en Tharsis e interesante como siempre la historia, buen gusto, amigos.
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