No obstante creemos que lo encontrarían en grandes proporciones en su
estado nativo. Está demostrado que al convertirse las capas superiores de los
criaderos de pirita en óxidos de hierro, estas capas se hacen más blandas y
casi pudiéramos decir esponjosas. El oro, más pesado, se filtra a través del
hierro concentrándose precisamente sobre la masa de pirita virgen, y así
debieron hallarlo aquellos mineros, extrayéndolo sin grandes dificultades.
Los modernos conocimientos sobre la formación de los concentrados de oro
bajo los crestones ferro- cobrizos, hacen recordar la vieja teoría del filosofo
Artephio, que vivió allá por el 1130 antes de Jesucristo y que aseguraba en su
“Libro secreto sobre la piedra filosofal”, que “el sol vivifica el suelo,
algunos de sus rayos penetran más profundamente en la tierra, se condesan en
ella y forma un metal brillante que es el oro”
LOS ROMANOS
Los romanos dejaron en Tharsis, como en toda España, indelebles huellas de
su paso. Desde la obra de fábrica, hasta los más simples utensilios de uso
domestico, se encuentran profusamente allí donde sentaron su planta los
legionarios de Roma.
La Compañía de Tharsis ha formado un pequeño museo donde se fueron
recogiendo algunos de los restos arqueológicos encontrados en distintos sitios
de las minas.
El busto que reproducimos, tallado en mármol blanco, debió ser el monumento
erigido a uno de los Cesares del Imperio. Hay también ánforas, objetos de cristal,
hierro y cobre, de las más variadas formas, lucernas de barro y monedas de
distintas épocas.
Las labores mineras debieron alcanzar un gran desarrollo. Se abandonan las
explotaciones a cielo abierto, pues estarían ya casi agotados aquellos
criaderos cuyas riquezas metalíferas aparecían a flor de tierra, y se hace
necesario buscarlo a mayor profundidad.
Todos los cerros aparecen agujereados de pozos unidos a veces entre ellos
por tortuosas y estrechas galerías, donde hoy le sería muy difícil arrastrase a
un hombre, y que hace pensar en las penalidades que habrían de pasar los
esclavos traídos para tal fin.
Esos trabajos debieron realizarse por el sistema llamado de “gavia”, que
consiste en ir dándose de uno a otro el mineral arrancado en las profundidades
de la sierra, y de las cuales sólo el último veía la luz del día.
Plinio habla de esta forma de trabajo para la extracción del oro.
Ya dijimos al principio que no se explica cómo pudieron los antiguos ir
directamente a los yacimientos mejores. Estas galerías se ensanchan al
encontrar uno de los llamados “riñones”, masa de mineral rica, y una vez
agotado prosiguen nuevamente enrevesándose en la montaña hasta toparse con
nuevos filones. Desconocedores de la brújula habían de guiarse por pozos o
lumbreras que se encuentran a pocos pasos unos de otros, y a veces hallamos
estos socavones superpuestos aprovechando la lumbrera superior para las
explotaciones a nivel más bajo.
Estas galería debieron servirles igualmente para el desagüe y así aparece
su trazado, estudiada de una manera asombrosa la inclinación del terreno.
Cuando el desagüe de los pozos no podía efectuarse por este sistema
emplearon unas ruedas hidráulicas en forma de noria. En el criadero llamado del
Norte se encontró una de estas instalaciones compuesta por 14 ruedas
superpuestas en escalones, de las cuales solo las dos superiores estaban
intactas. Se labraban generalmente en pino y encina, y nos consta que en las minas
de Santo Domingo (Portugal) fue hallado uno de estos complejos mecanismos que
se encuentra en tan buen estado que podría utilizarse hoy.
En el museo de Tharsis, al que hemos hecho referencia, figura una
reproducción exacta de la encontrada en el criadero del Norte.
Pero nada de lo brevemente expuesto nos dice nada respecto a la extracción
del oro, tema principal que motiva el reportaje, pues al igual que los
fenicios, los romanos no nos dejaron tampoco datos históricos sobre el
beneficio del codiciado metal.
Sus métodos de fundición estaban tan adelantados, que los hornos
encontrados son parecidos a los que aún se utilizan en Cataluña y los Pirineos
para la fundición del hierro, y las escorias tratadas nada tienen que envidiar,
en cuanto a limpieza, a las que se obtienen hoy por los más modernos
procedimientos.
Existen en los viejos montones de escorias unas matas que el vulgo llama
metal “blanquillo”, y que según el señor Tarín corrobora, que los romanos no
ignoraban el procedimiento de fundición de metales cupro-argentiferos con
agregados plomizos en la copelación del plomo argentífero obtenido por este
tratamiento.
Todo induce a pensar a la vista de las tierras calcinadas hoy en
explotación, que no fue sólo el cobre y la plata lo que extrajeron de sus
fundiciones los romanos, los últimos en explotar la riqueza aurífera de los
criaderos, y aunque la leyenda conservó a Tharsis durante muchos siglos la fama
de sus viejas “minas de oro”, hasta nuestros días no han sido posible conseguir
los métodos de extracción que consiguieron hacer remunerados los trabajos.
Hay oro en Tharsis efectivamente. Más de lo que creen algunos y menos de lo
que creen muchos. Esta es la conclusión a qué nos lleva el estudio de tema tan
interesante.
Francisco Jiménez.
Huelva, Abril de 1941
P.D.
Para ampliar conocimientos sobre el eficiente grado de desarrollo que
alcanzó la minería en la época romana, y que tardaría siglos en recuperarse, pueden consultar aquí.
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