Aunque ya hemos escrito aquí
sobre la "mina del oro", y en varias entregas, en realidad no
era tal mina, sino una planta de cianuración, descrita técnicamente por PinedoVara, hemos encontrado este reportaje publicado en 1941 en la prensa de Huelva.
Como otros muchos escritos de
nuestro pasado minero que hemos ido rescatando, este nos pareció igualmente
interesante y lo hemos vuelto a reescribir, porque la calidad de la impresión
hacía difícil su lectura.
Su autor, Francisco Jiménez,
aunque no cita a Deligny, afirma que cabe la posibilidad que el Tharsis actual
esté relacionado con el Tarsis bíblico, y vuelve a resaltar que la tradición
oral haya conservado durante siglos el nombre de Tarse.
Os dejamos la 1ª parte.
Os dejamos la 1ª parte.
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LA MINA DEL ORO DE THARSIS.
(Francisco Jiménez)
El viajero que cruza de noche
los campos de Andévalo, podrá ver a lo lejos, coronando las altas cresterías de
la sierra de Tharsis, un círculo brillante de luz recortado en exacta
geometría.
Y si pregunta al pastor,
labriego o trajinante, le responderán todos
con una exaltación mítica en la voz:
-Es la “Mina del Oro”
¡Oro! Mito legendario y cruel
que atrajo en todas las edades muchedumbres ansiosas, aventureros del mar,
mercaderes audaces de la ribera mediterránea y legionarios invictos de la Roma eterna. Ya la Biblia cita y elogia el oro
de Tharsis. Los bajeles salomónicos y del rey Hiran conocían las rutas auríferas
del Tinto y del Odiel y, después de los siglos, el mito perdura, la leyenda
atrae, y la realidad canta en números
concretos la eterna actualidad del tema: 300 kilogramos de
oro extraídos en Tharsis en 1940.
Nosotros hemos querido ver de
cerca la “Mina del oro” y contar a nuestros lectores con amenidad de reportaje
algo de su historia y de su producción, sin pretensiones de doctos y mucho
menos de descubridores. Y acompañados de nuestro redactor grafico, camarada Benítez,
allá nos fuimos por los bellos caminos del Andévalo.
EL PUEBLO Y LA MINA
Nadie puede asegurar ni
desmentir, que el Tharsis bíblico corresponde exactamente a los actuales
yacimientos ferrocobrizos de la sierra de Alosno.
Parece ser que con este nombre
genérico y vago “última terrae” según Bethan, señalaban los antiguos las ricas
costas de Iberia.
En la vieja cultura mediterránea,
los audaces mercaderes fenicios fueron quizás los únicos conocedores de este “país
delicioso” que había cantado Homero, y durante mucho tiempo guardaron recelosos
toda noticia concreta del lugar en que se encontraban las fabulosas riquezas
que cargaban sus naves.
El nombre de Tartesos con que
se designó después la región occidental de España, proviene según Brochard de
la conjunción por los fenicios de la voz Tharsis. Esta se convirtió en Tarseis
o Tarseitos de que fácilmente pudo provenir Tarteso, duplicando por pleonasmo la
primera letra o mudando la “g” en “t”. Sea cual fuere la exactitud de tanta
hipótesis, es lo cierto que la tradición ha conservado el viejo nombre de
Tharsis a las más altas sierras de Alosno, en las ultimas estribaciones de
Sierra Morena, cuyas riquezas mineras en piritas de hierro y cobre son
conocidas en el mundo entero.
Como dato curioso, Alosno, uno
de nuestros pueblos más bellos y emprendedores, ha vivido siempre de espaldas a
la mina. Cuanto son y valen sus hombres lo buscaron siempre cara al viento y al
sol.
La explotación del subsuelo de
Tharsis pertenece en la actualidad a la Compañía Inglesa
“The Tharsis Sulphur and Copper C.L. cuyo contrato de arrendamiento al estado
español por tiempo de 98 años, data del
1º de Noviembre de 1866.
El número de habitantes de la
mina pasa de 4000, gente venida de todas las regiones de España y afincadas ya
aquí de una manera permanente. El contacto diario y la igualdad de hábitos y
trabajos, creó a esta buena gente trabajadora, de costumbres sencillas y sanas,
una idiosincrasia especial cuya compenetración psicológica fue vilmente
explotada en otros tiempos por los jerifaltes y embaucadores de la demagogia
obrera. Pero no es ocasión de hablar de esto ahora.
Desde Alosno a Tharsis hay
cinco kilómetros largos. El paisaje, como todo el Andévalo, es agreste y bravío,
más acusado aún en los alrededores de la mina, donde las cortas, socavones, y
los inmensos escoriales, producen a ratos una visión dantesca que no se olvida jamás.
Antes de llegar al poblado, un
camino bordeado de eucaliptos a cuyos lados se alinean viviendas de los altos
empleados y oficinas, nos llevan directo a la “mina del oro”.
La mina dista mucho de serlo,
aunque el vulgo simplemente la haya denominado así. Benítez ha recogido
gráficamente algunos aspectos de las instalaciones, así como el lugar donde se
extraen las tierras de los crestones ferrocobrizos, y que beneficiados después
por los modernos procedimientos, han llegado a alcanzar una producción
remuneradora de metales nobles.
Estas tierras, en sus capas
superiores o monteras, se convirtieron por la acción del tiempo en oxido de
hierro, con una riqueza de 4
gramos de oro y 90 de plata por cada tonelada de mineral
bruto.
Las que se benefician
actualmente en Tharsis se cree fueron ya calcinadas en tiempos remotos, y son
residuos de las excavaciones hechas en cerros circundantes. Parece que fueron
machacadas para reducir su tamaño y la trituración obtenida la depositaban en artesones
rústicos con agua, haciendo con la mezcla bloques que fundían después,
obteniendo por este procedimiento la mayor cantidad de oro y plata que les era
posible.
Continuará...
Continuará...
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