lunes, 7 de octubre de 2019

ENTRE EMIGRANTES




El mes pasado fui de excursión a Barcelona. No era algo que me sedujera mucho, ya la visité hace años y me gustó, igual que ahora; pero como hace décadas que le pagamos al gobierno catalán sus correrías y veleidades, pues mi desprecio también se lo han ganado. En 1968 viajé en tren con mi padre para visitar a su hermana María, que vivía en la calle Marqués del Duero, junto al Molino Rojo, aunque ahora la calle tiene otro nombre y del Molino solo queda el nombre, que se lo han puesto a un local construido en su lugar. Vimos la Sagrada familia, paseamos por las Ramblas, fuimos al mercado, al parque zoológico, al canódromo, a la fuente Montjuic o monte de los judíos, nos montamos en “las Golondrinas”, y subimos al Tibidabo. Pasamos una semana muy turística.
En este último viaje, ademas de visitar la capital, recorrimos pueblos de la costa brava, y en uno de estos coincidimos con otros viajeros que hacían una parada como nosotros. Nos preguntaron, al oírnos hablar, de qué provincia veníamos. Les dijimos que de Huelva. Nos dijeron que entre ellos también había amigos de Huelva, que todos eran jubilados, y que vivían en Cataluña, pero que habían emigrado desde otros lugares de España. Mientras la mayoría del grupo se fueron a visitar no sé qué zona antigua, y otros de compras, yo seguí hablando con aquellas personas, que al igual que yo, decidieron no andar más y tomarse un descanso.
El que decían que era de Huelva, al preguntarme si de la capital o pueblo y decirle que de Tharsis, me dijo que su padre era de Alosno, que había trabajado en la mina. Me citó nombres que le había comentado su padre, y yo también recordaba oírlos del mio. Sin quererlo salió el tema de la emigración. Todos opinamos un poco, por que todos habíamos pasado por esa experiencia. Quien decía una cosa la confirmaba otro, o la detallaba. Se notaba que entre ellos, algunos se conocían ya. Uno dijo que si pudiera dar marcha atrás no hubiera tomado esa decisión, emigrar, si no quedarse en su pueblo. Otro, que lo trajeron de niño, que nada podía hacer. Que aquí nos encontramos con emigrantes que hacían lo mismo, huir del desempleo, de la miseria. Que al emigrar, los padres pensaban en el futuro de los hijos. Otro, que también había pasado por Suiza y la mujer, que era extremeña, no quiso regresar al extranjero. Que salir de la casa a la que no vas a volver es triste, por muchos proyectos que hagas, que el cambio es para mejor, pero no siempre, y de esto asistieron tener todos ejemplos. Que dejaron atrás unas vivencias, unas amistades, una forma de ver y encarar la vida, a lo mejor incomprendida, pero nuestra. Que si vienes en edad de trabajar, es a lo que te pones, porque los gastos de vivir en una gran ciudad te eran desconocidos, y toda la ayuda de la familia para salir adelante es poca. Haces de todo para llevar un sueldo a casa, y una vez que vas conociendo esto, hablas con uno y con otro y cambias donde estés mejor valorado y pagado. Uno detalló sus comienzos con 18 años: Que sabía hacer de casi todo, pero profesional de nada. Que se presentó un día a un anuncio de pintor, y con el señor que le pusieron a pintar, desde el primer momento le dijo que él no había pintado en su vida, pero que tenia más voluntad que nadie y eso le gustó tanto que lo acogió de aprendiz, con lo que le enseñó todo lo que sabia. Después lo dejó porque le salio algo distinto y mejor. Y con el “gallego”, así le llamaban porque era de Pontevedra, tuvo mucha amistad hasta que murió hace unos años.
Otro decía que la mayoría hemos formado la familia aquí. Conoces gente, os veis, habláis, acabáis compartiendo muchas cosas y empezáis a proyectar.
Yo cambie el Sur por el Oeste, mi mujer es gallega y viajé a su pueblo a los dos años después de casarnos, porque aún le quedaban familiares. Al mio no fuimos nunca, porque la hermana de mi padre y mis primos salimos juntos, ellos a Zaragoza. Ya solo parientes lejanos nos quedan.
Se viajaba menos, todo ahorro era poco para pagar las letras del piso.
Que recordaban las fiestas de su pueblo, lo bien que lo pasaban. Que algunos conservan fotos con sus amigos de antes.
El del padre de Alosno recordaba el San Juan, y que también había estado en La Velada. Que aquellas diversiones de la juventud siempre les traían buenos recuerdos, y al principio echaban mucho de menos.
No ir de visita ya jubilado a sus pueblos, tampoco les preocupa.
Sí, algunos de nosotros van a sus pueblos alguna vez, pero mi mujer prefiere que vayamos más al suyo. Decía el de Suiza.
Regresar definitivamente lo ven difícil, hay hijos, nietos, amigos, que te atan más que volver a los recuerdos.
Todo mi tiempo lo dedico a la familia y a un hobby que tengo, la pintura. Mi “obra pictórica”, ja ja, la tiene toda mi familia. A todos he regalado un cuadro. Dijo otro.
Tampoco estoy contento con lo que está pasando, ni como actúa un hijo mio, pero procuro no sacar algunos temas y ellos delante mía no sacan su deriva. Decía el aprendiz de pintor.

La vida del emigrante es dura, más, si estas solo y en un país extranjero. Adaptarse cuesta y no siempre se consigue. Si después de los años decides regresar, lo que dejaste ya no es lo que era y necesitas otra adaptación. Comparas lo que has dejado con lo que te encuentras al volver: en servicios, en posibilidades, en futuro. Eso, y las raíces que atan, hacen difícil el retorno definitivo.
Pero difícil no es imposible.
En esto llegó mi mujer para decirme que ya se estaban montando en el autobús. Regresábamos a Lloret de mar. Me despedí de estos señores. Les deseé mucha salud. Y les dije que los españoles eramos los mejores.

José Gómez Ponce
Octubre 2019


1 comentario:

Anónimo dijo...

Como observo que muchas personas vuelven a sus pueblos después de una vida de trabajo fuera, creía que la decisión era sencilla. Pero no. Muchas veces el cónyuge no está de acuerdo. Por otra parte hijos y nietos, se da por descontado, no te van a acompañar. Y regresar para sólo recordar es abrumador. Yo lo sé por mi amigo de la infancia que con 13 años se fue a Barcelona a trabajar. Después de estar desaparecido media vida contactó conmigo hace unos diez años y desde entonces hemos vuelto a tener contacto. Él quiere regresar a su pueblo, pero él solo, nadie le quiere acompañar. Por eso sé algo de esta problemática. Estoy muy deprimido por lo que está pasando en Cataluña. Yo siempre he tenido el concepto de que nadie me puede echar de ser parte activa en lo que respecta a mi país, pero me quieren echar. Nos quieren echar. También me crea incertidumbre económica... Algún inocente cree que con la desmembración del país va a seguir cobrando su sueldo o su pensión como si nada hubiera pasado?. Con respecto a Tharsis, había gente que pedía excedencia de un año para, lógicamente, buscar fuera otras posibilidades. Si el jefe consideraba que esa persona no le era imprescindible pues se la concedía. De lo contrario, nada. En algún caso, si alguien había encontrado algo fuera y no podía regresar, autorizaba a su mujer o a un familiar, que aún seguía en el pueblo, a que hiciera las gestiones pertinentes en su nombre. Para reincorporarse al trabajo, si decidía volver tras la excedencia, había que comunicarlo con antelación. Saludos