jueves, 20 de junio de 2019

HACIENDO LA RABONA. 3ª Parte




Los “tres mosquetero” marcharon a casa con indisimulada alegría. Se sentían importantes, iban a desenmascarar a unos ladrones. La Guardia Civil no vendría a por ellos, tenía que estar con ellos. Pero la euforia no les duraría mucho, porque ya en casa, algunos empezaban a ver complicaciones. O lo peor, que se estaban metiendo en un problema gordo, y lo mismo sin solución.
Juan, lo primero que hizo al llegar a casa fue preguntar por el abuelo. Le dijo que le iría a comprar el tabaco, un cuarterón, que le había encargado el día anterior. Al estanco de Domingo, donde siempre le mandaba. Cogió una peseta y dos monedas de 25 céntimos que le había dejado en el poyo de la cocina, y pasando por detrás del casino llegó al estanco. El trayecto se le hizo muy corto, porque seguía pensando la forma de abordar con su abuelo el problema que se le había presentado. Pensó: “Le llevaré el tabaco y le liaré algunos cigarrillos, porque él lo agradece por la dificultad que tiene en sus dedos. Después le pediré que me cuente lo que pasó a su primo Antonio, que ya lo tiene referido en casa, pero yo nunca le había prestado atención”. Tal como lo pensó, le salió la charla con el abuelo. Esta vez puso toda la atención al relato que era conocido en casa, pero comprendido por Juan por primera vez.
El abuelo le había contado que su primo Antonio, que marchó al extranjero, y que él no llegó a conocer porque aún no había nacido, era guarda de la Compañía; y en el departamento que trabajaba se produjo un robo de poca monta. No se pudo demostrar que ese día tenía que estar de guarda en el departamento donde robaron, y le sancionaron con multa de 20 reales y con apercibimiento. Al mes volvieron a robar en el mismo departamento, y por más que alegó que ese día alguien cortó la corriente eléctrica y no pudo cumplir bien su cometido, lo despidieron, lo obligaron a desalojar la vivienda y salir del pueblo. Y por supuesto que el ladrón recibió el mismo castigo.
Juan recordaba que el dueño del huerto donde están las cajas robadas, tiene un hijo algo mayor, en la clase de D. Antonio. Que la hermana es de su misma edad, y algunas veces coinciden en el camino a casa.
Pedro, quiso contagiarse de la alegría que él veía en los otros dos “mosqueteros”, pero su mente ya estaba trabajando un paso más allá, porque aunque creía tener la solución del problema, no conseguía imaginarse la forma de llevarla a la practica.
Es que al salir ese día de clase le había explicado D. Gonzalo que esas piezas tan finas y otras muchas, muy bien trabajadas, se hacían en la Fundición, Sí, se refería a la pequeña polea de bronce. Ya se veía como un detective, resolviendo el problema que les tenía preocupado. Bueno, a él no tanto como a Juan, que poco menos que se veía preso. Esto pensaba: “La solución está en que nosotros sepamos quienes trabajan en la Fundición, porque está claro que ese material ha salido de allí. Y como nosotros hemos visto al que trasportaba la caja; su cara, su estatura, su forma de andar. Y También conocemos al dueño del huerto, pues si trabajan en la fundición, caso resuelto. Porque seguro que esas piezas robadas les faltaran a alguien y lo harán responsable sin tener culpa ninguna”.
Estos razonamientos suyos resolviendo el problema, estaba ansioso por compartirlo con su “equipo”, como mentalmente los había calificado.
Dieguito, era el menos implicado en las repercusiones que pudieran tener lo que sabían y habían visto Pedro y Juan, pero como se ha comprometido a ayudarles, su palabra es Ley. Recuerda lo que su padre le refiere alguna vez: “hijo, lo que digas que vas a hacer, lo tienes que hacer siempre, porque si no, nadie creerá en ti”. Y él le ha dicho a sus amigos que cuenten con su ayuda.
Aunque también tiene una duda: que el problema sea mayor del que le han contado, por eso el temor que tienen a la Guardia Civil. Pero que él no cree que sus amigos hayan cometido delito. Que son testigos de un robo, y solo le han robado a los ladrones una pequeña pieza. Pero de eso están arrepentidos, pues así se lo ha dicho Pedro sin que Juan se enterara: “Que no la tenía que haber cogido, que Juan lleva razón”. También piensa decirles que él va al cuartel y juega con hijos de los guardias. Que van andando por detrás de las casas hasta la vieja iglesia, y después al “tenis”. Y bajan al cuartel pasando por la casa de huéspedes y las oficinas, donde vieron una vez la fuente echando agua. O que su padre va de cacerías con el “jefe” de los guardias, el brigada Cadenas, (Comandante del puesto de Tharsis) De cualquier manera, cuando se vuelvan a reunir, piensa que se aclararan algunas cosas.
El domingo se vieron en el cine. La cartelera anunciaba la película: “El Gafe”, con José Luis Ozores y Antonio Garisa, para todos los públicos. Juan estaba en la cola y apareció Pedro, que haciéndole seña se acercó y le puso dinero en la mano. Cuando llegó su turno, Juan le pidió a Felipe dos entradas. Pasaron dentro donde estaba Dieguito, al que había avisado Pedro porque sabía que Juan iría al cine. Se fueron directamente a los bancos, el sitio donde se vivía el cine, donde nadie se contenía metiéndose en la película: Cuando había que reír, las primeras risas salían de los bancos. Cuando aparecían los “buenos”, los primeros gritos de apoyo y aplausos salían de los banco. Pero cuando las escenas eran tristes y en otras partes del cine se escuchaba algún lloriqueo, en los bancos estaban más en callados que en misa. Antes que se apagaran las luces hablaron entre ellos.
-Deja ya de preocuparte, esto está solucionado -dijo Pedro dirigiéndose a Juan.
-Yo no estoy preocupado. ¿Porqué? - contestó.
-Pedro quiere que hablemos, no te lo he podido decir antes, dice que tiene la solución -dijo Dieguito.
-Bueno. ¿qué queréis? ¿que salgamos? -respondió Juan.
-Que no hombre, vamos a ver la película. Tranquilo. En el descanso hablamos -dijo Pedro.
Se había apagado la luz y se estaba proyectando el NODO (Noticiarios y documentales). Se escucharon algunos “schsssss”, y los “mosqueteros” dejaron de cuchichear.
Cuando se encendió la luz, porque anunciaba el descanso, los tres salieron juntos. No se tuvieron que decir que iban a orinar, eso se suponía siempre. Llegaron hasta el huerto de Moquilla, donde los muros de piedras toscamente construidos, denotaban el paso de los años y parecían mantenerse en pie de milagro. Los tres apuntaron hacia la pared, no fuera a pasar alguien y les diera vergüenza. Pedro terminó primero y esperó que terminaran los dos para empezar a contar su buena idea: La solución.
Juan estaba preparado para contar el temor que sentía ahora con lo que le había contado el abuelo. No sabía qué le preocupaba más, si acabar en manos de la Guardia Civil o que pasará lo que al familiar de su abuelo. Por eso decidió no mencionar el asunto y escuchar la “solución” de la que hablaba Pedro.
Dieguito también decidió callarse la valoración que él tenia del asunto, hasta esperar a escuchar la “solución” de Pedro.
Con una explicación mentalmente preparada, y que consideraba producto de su ingenio, Pedro se dirigió al “auditorio”. En la escuela los compañeros tenían buena opinión de él, pero si lo vieran en este momento comprobarían que derramaba arrogancia por sus poros.
-¿Sabéis donde se utiliza el bronce, y para qué se utiliza?. Se utiliza en la Fundición. Y se utiliza... (aquí repitió de memoria lo que había oído de D. Gonzalo) Luego, no me digáis que no se os ocurre la solución -acabó su discurso el perspicaz “detective”, mirando la cara que ponía su auditorio de dos personas.
Dieguito recordó en ese momento, que en su casa había una pequeña campana de bronce, que él solía tocar para disgusto de la madre. Que que su padre le había dicho que se hacían en la Fundición. Y que en las casas de los obreros había otras muchas piezas que se hacían allí. No era ninguna noticia que el bronce y otros metales se funden para hacer piezas, objetos, o adornos.
-Sí, a mi abuelo le regalaron unos cuchillos que también lo hacían en la Fundición -comentó Juan.
-Bien, si el bronce se utiliza en la Fundición. ¿donde tenemos que buscar a los ladrones? Pues en la Fundición -remachó el “detective”.
-Pedro, ¿quieres decir que como vosotros conocéis al dueño del huerto, y habéis visto al hombre que transportaba otra caja robada, si trabajan en la Fundición tienen que ser los ladrones? -preguntó Dieguito.
-¿Quien puede ser si no? -contestó Pedro.
-¿Y ahora qué tenemos que hacer, ver a los obreros que trabajan en la Fundición y si son los dos que nosotros conocemos? -preguntó Juan.
-Exactamente, nada más que eso.
-¿Y cómo vemos a los obreros de la Fundición? -insistió Juan.
-Eso no lo tengo aún resuelto, por eso os lo quería comentar -respondió Pedro.
Decidieron regresar al cine. Habían reído con la película y lo mejor es que siguieran riendo. La puerta estaba cerrada. Golpearon y les abrió Cayetano.
-¿Donde vais, si la película va a terminar?.
Ni se habían dado cuenta que Valdemiro ya había recogido el puesto.

Continuará...

José Gómez Ponce
Junio 2019