INTRODUCCIÓN
Cuando publicamos el artículo
“Libro de obreros despedidos”,
expusimos la necesidad de constatar que las normas de obligado cumplimiento
exigidas por la Compañía de Tharsis para imponer sanciones a los obreros,
fueran de dominio público. De todas las sanciones recogidas en el libro,
pudimos comprobar que no se establecía diferencias a que la falta se cometiera
en el trabajo o en el poblado para
exigirles responsabilidad a los infractores, o si eran menores, a sus padres o
tutores. En la documentación que de la Compañía está depositada en el Museo
puede que se encuentre alguna aclaración a lo que decimos. Incluso hemos podido
comprobar que otro ejemplar del “Libro de obreros despedidos”, junto a otra
mucha documentación, se encuentra en la Universidad de Glasgow. Ir tan lejos a
investigar es posible, pero no está al alcance de cualquiera; y mucho más
cerca, en Tharsis, para nosotros es imposible.
En nuestra curiosidad por
despejar interrogantes, encontramos lo que podría confirmar la adaptación de la
empresa a las normas de convivencia reguladas en las Leyes españolas, y que
Alcaldes y Gobernadores civiles se encargaban de velar por su cumplimiento. Ya
que nos parece interesante que estos documentos sean conocidos por quienes nos
siguen, nos tomamos el trabajo de pasarlos a caligrafía más legible para su mejor
comprensión.
Estas son algunas de las
disposiciones publicadas en el Boletín de la provincia en 1858. Similares a las que fueron aplicadas a nuestros
antepasados por la Compañía de Tharsis. Normas publicadas por el Gobernador civil
de la provincia en Huelva, D. Ildefonso López de Alcaraz, y que exponemos aquí algo resumidas, pero
conservando la literalidad.
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GOBIERNO DE LA PROVINCIA:
A LOS HABITANTES DE LA MISMA
Con profundo sentimiento observan
todos los buenos patricios y amantes del país, cuya moralidad y honradez fueron
proverbiales hasta el último siglo, el fomento que han ido tomando toda
clase de vicios, por efecto de los malos ejemplos de las guerras y honda
perturbación que nuestras discordias civiles han traído en pos de sí. Para
desarraigarlos en la parte que me sea posible y promover todos los ramos y
bienestar de los pueblos de esta provincia, confiado a paternal administración
del Gobierno de S. M. (q.D.g.); preciso me es llamar muy particularmente la
atención de las justicias y funcionarios de los mismos, hacia los más
principales, para que coadyuven conmigo a su oportuno remedio, y a que una
rígida moralidad vaya sustituyendo o reemplazando las malas costumbres
adquiridas...
Campea en seguida el feo y
funesto vicio del juego, fuente o venero de otros muchos que atormentan a
la sociedad con el abandono, mal trato y ruina de las familias; notándose que
los que de él se ocupan, no escasean las palabras obscenas, los juramentos y
las ofensas a Dios y a los hombres; convirtiéndose los cafés, cantinas y casas
de bebida, en talleres donde los tahúres y gentes de mal vivir ejercen su
punible industria; de que se sigue la mayor parte de los robos y la inseguridad
en vidas y haciendas a que todos estamos expuesto...
La vagancia, hija de falta de
educación y amor al trabajo, es otro de los graves daños que nos acosan, y que
unida a la de respeto debido a la propiedad, base principal del fomento de
nuestra riqueza y aumento de la del Estado, paraliza las plantaciones y
empresas útiles, que los propietarios temen ver destruidas por la ignorancia y
malos hábitos de los pueblos, retardándose así nuestra buena constitución
social. Si a males tan sentidos de todos, se añaden los que se rozan con la
política. Las rencillas y desavenencias de algunos hombres y familias
influyentes en las poblaciones en razón de intereses encontrados y de falta de
civismo y amor a la patria. En la carencia de costumbres públicas y respeto a
las leyes establecidas. En el espíritu de bandería, intriga é inmoralidad que
nos domina, persiguiéndonos mutuamente, según las situaciones que dominan, sin
tener en cuenta para nada lo que reclama la justicia, la conveniencia y los
derechos individuales; se echara de ver el malestar que nos cobija y la
imperiosa necesidad de acudir a su remedio saliendo de la apatía o
indiferentismo con que son mirados por los que tiene un interés y obligación de
corregirlos...
Celoso por mi parte de
corresponder a dicha confianza, al par que al decoro y prestigio de la
provincia que me está encomendada; deseando evitar, en cuanto esté en mi mano,
males de tanta trascendencia y contribuir a que se reconstruya el edificio de
prosperidad y buen nombre que gozaron nuestros mayores, con el poder que les
prestaba su virtud, valor y buenas costumbres; me veo en la necesidad de
ordenar lo siguiente:
POLICÍA URBANA
Siendo el establecimiento de
guardas rurales una institución de tan provechosos resultados como los que está
dando la de la Guardia civil y cuando la experiencia nos ha hecho conocer el
poco respeto con que se ha mirado hasta el día la propiedad particular,
creyéndola privativa suya la multitud de holgazanes que con desdoro de algunas
de nuestras poblaciones rurales se pasean por sus plazas públicas, visitando
tabernas y garitos, sin procurarse un trabajo que abunda y se demanda con afán
por falta de brazos; es de absoluta necesidad combatir esta perniciosa
vagancia, que no ha sido fácil cortar de raíz con las leyes comunes, por no
poderse recurrir entre nosotros a levas provechosas que los utilizasen en bien
de la sociedad.
Ningún medio mejor, aunque
indirecto, que el empleo de guardas rurales, mediante a que la propia
experiencia ha acreditado, donde están establecidos con atinados nombramientos
en licenciados del ejército con buena nota,
o en personas de la confianza de las poblaciones; pues que el sagrado
derecho de la propiedad ha empezado a respetarse, animándose los labradores a
hacer plantíos útiles, que antes veían destruidos, especialmente en arbolados y
frutos, con conocido perjuicio en los intereses particulares y generales.
Continuará…
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