jueves, 9 de mayo de 2019

El pino de la calle Larga, referencias a Tharsis



Tenía subrayado párrafos en varias páginas del libro: “el pino de la calle Larga”, del puebleño Sebastián García Vázquez, que ahora, cuando van a rendirle homenaje en su pueblo, me vienen a la memoria.
Aparte de su interesante relato costumbrista, donde se recogen tradiciones, fiestas, y habla popular que nos son tan familiares, destaca igualmente la relación mantenida con Tharsis. No solo que puebleños abandonaran una larga tradición agrícola para emplearse de mineros, también que utilizaron el transporte ferroviario para un más cómodo y rápido desplazamiento a la capital. O mantuvieron con la Tharsis Sulphur relaciones comerciales.
Debió de ser, después de Alosno, de donde más personas acudirían al poblado que se estaba formando y que tanta mano de obra necesitaba, tanto mujeres como hombres. Que se emplearon en cometidos que poco tenían que ver a los que estaban acostumbrados. Quizás el más familiar pudo ser el de transportar mineral a lomos de caballería hasta Gibraleón, antes de la construcción del ferrocarril. Aunque este cometido parece que los desempeñaron principalmente arrieros de Alosno. La mayor parte de estos nuevos mineros debió ser empleada en el desmonte y apertura de los tajos. Después, a medida que se incrementaban las exportaciones del mineral, se irían consolidando otros trabajos, aumentando la población y la mano de obra: en las galerías, en la fragua, en la construcción de viviendas, y sobre todo en la del ferrocarril; que una vez en servicio amplió la oferta de nuevos oficios: equipos de mantenimiento, guardafrenos, guarda agujas, fogoneros, maquinistas, llamadores, etc. Esta afluencia de puebleños nos dejaron costumbres, apellidos, y familias en los dos pueblos; que se visitaban con regularidad. Compartían vivencias y seguramente arrastraban a otros familiares a abandonar el campo para cambiar de profesión. Mi abuelo, Francisco Ponce Macias, puebleño, cuenta mi madre que periódicamente, en un burrito y en compañía de su esposa, visitaba a los familiares que allí tenían, y que en estas visitas se intercambian regalos; telas o prendas compradas en Huelva, por productos del campo que traían a la mina. Entre las tradiciones, la más importante, la devoción por la virgen de la Peña, que trasladaron a sus hijos imponiendoles el nombre de la virgen. Esta relación entre puebleños viviendo en Tharsis y las familias que aquí crearon se mantuvo durante muchos años, quizás por eso, la colaboración de la Compañía para dar realce a la peregrinación al cerro del Águila, fue importante.
Pero la apertura del ferrocarril de Tharsis para viajeros, en 1881, supuso un fuerte estímulo económico para los pueblos cercanos, o por los que pasaba el ferrocarril. Relata Sebastián García, que en La Puebla se organiza el traslado en coche de caballos para recoger o trasladar viajeros hasta la estación. Si nosotros, una vez que bajábamos del tren, y en compañía de otros viajeros y los familiares que allí esperaban, hacíamos el camino a casa como en una peregrinación, que eso parecía Vista Hermosa; pero entre contar las anécdotas del viaje con los ojos llorosos de la carbonilla de la locomotora, con los coscorrones del traqueteo de los vagones, en un santiamén estábamos en el llano de la Escuela Grande. Los viajeros de La Puebla montaban en coche de caballos para llegar a sus casas mucho mas tarde. El autor, en el libro, incluso le pone nombre al conductor del coche que dos o tres días por semana hace el camino entre la Puebla y Tharsis trasladando viajeros.
Este interés por mejorar el transporte en ferrocarril fue puesto de manifiesto en 1882, cuando vecinos y autoridades de La Puebla y Paymogo vinieron a protestar a las oficinas de la Compañía para que pusieran un apeadero de la linea en Pueblo Nuevo, lo que acortaría algo el trayecto para quienes se desplazaban desde estos pueblos. Igualmente el reemplazo de mozos para el ejercito, que salían de La Puebla, acudían en caballería hasta la estación.
Aunque el hilo conductor del libro gira en torno a la fiesta del Pino, el Pino de San Juan alegre que decíamos entre nosotros, a su alrededor se tejen unas vivencias y unos personajes muy bien “retratados” por el autor.
Se habla igualmente de los varios casinos con los que constaba el pueblo, aunque por la descripción no creo que alcanzaran la dotación y servicios que prestaba el de Tharsis desde 1880. Sí destaca el autor que los mineros que acuden a estos casinos, trabajadores del Lagunazo o Las Herrerías, solían leer la prensa. El trabajo del campo requería mucha mas horas de dedicación diaria, mientras que el minero que terminaba su turno, la caminata hasta el pueblo no le robaría tanto tiempo como a quienes emigraron a Tharsis, para quienes seria mas factible quedarse a vivir allí, y con ello formar una familia.
Si por la distancia y la dificultad del transporte en el siglo XIX es más asequible el desplazamiento desde Alosno, el conocimiento de la puesta en explotación de los “grandes escoriales del Alosno” debió ser conocido en ambos pueblos antes que en otros más alejados. Deligny relata que se dejó acompañar por un guía desde la Puebla para reconocer los escoriales. También entre La Puebla y Alosno se plantearon recursos por el uso de los terrenos para pastoreo de la Huerta Grande, donde confluían ganaderos de uno y otro pueblo, por lo que pudieron estar al tanto de la actividad minera que se estaba desarrollando. Pero por lo que sabemos, la influencia de Francisco Limón Rebollo, alcalde de Alosno, fue muy importante en los primeros años de la minería en el poblado que acabó llamándose Tharsis.

José Gómez Ponce
Mayo 2019

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