viernes, 11 de diciembre de 2020

EL CASINO QUE CENTRALIZÓ LA POBLACIÓN

Fue un gran acontecimiento la inauguración del segundo Círculo Minero de Tharsis. Un Casino de aquellas características era de los edificios más grandes que tenía el pueblo. Ni el primer hospital, situado junto a la curva del Malacate; ni el segundo, construido hacia 1873, que hemos conocido hasta los años setenta del siglo XX, tenía la superficie del Círculo Minero de 1951. Tampoco la iglesia de Pueblo Nuevo le ganaba en superficie.

Su construcción, cerca de la Plaza y de la Posada, iba a condicionar la vida de sus habitantes, porque trasladaba de lugar el centro del poblado.

Si hasta ese momento el núcleo giraba en torno a la Plaza de España, era porque allí y en sus alrededores se habían concentrado los acontecimientos importantes: La Velada, que se desarrollaba desde la calle Barcelona hasta la de San Alberto. A las puertas del Círculo Minero actuaba todos los domingos y días de fiesta la Banda de Música de Tharsis, y lo hizo por última vez en 1951. En la plaza de España paraban los autobuses de Damas, y se acudía para recibir o despedir a los viajeros; o pasarse por la estafeta de correos. En sus alrededores estaban el bar de Perianez, la tienda de María Antonia, la fabrica de gaseosas, el estanco de Mora, la tienda de la Fernanda; y sobre todo, porque desde 1880 el primer Círculo Minero fue el lugar de encuentro de los trabajadores.

Aunque el traslado de población en la actividad minera siempre fue una constante: teleras, humos, barrenos, nuevos tajos; ubicarse hacia dónde se prolongaba el poblado lo podía hacer más llevadero, pero mudarse a una vivienda mejor, o con aseo, no iba a borrar los sentimientos de una niñez y una juventud vivida felizmente. Tristeza y algunas lagrimas les costó a muchos abandonar el Casino Viejo.

Pero la vida continuaba, y la década de los 50 traería nuevos acontecimientos. Lo hacía aumentando la producción de mineral. Al emplearse mayores y mejores máquinas para los nuevos desmontes, aparecieron muchos restos arqueológicos. Entre ellos un importante sarcófago de mármol, lo que venía a confirmar la importancia que tuvo la minería en épocas romanas o anteriores a ella. También se recuperaron monedas, herramienta, y recipientes de vidrio finamente elaborados. En el improvisado museo que había en una de las casas en Pueblo Nuevo, se conservaron muchos de estos hallazgos. Años después aparecieron otros restos notables; el torso de un posible emperador romano, y el busto de Calígula, ambos depositados en el Museo de Huelva.

Mientras, la directiva del Casino Minero tenía que hacer frente al empréstito con la Compañía para saldar la deuda por la adquisición del mobiliario. También al arriendo simbólico, fijado por la Compañía en 25 pesetas anuales.

Si desde mediados de los 40 el trabajo no faltaba si no que iba en aumento, otras deficiencias que se venían arrastrando se denunciaron públicamente en los 50. No había fuente de agua potable, y las amas de casa principalmente, tenían que cargar con cántaros y búcaros para su aporte diario. El reparto de agua potable por las casas con “la Pipa” vendría después, algunos lo conocimos al precio de una peseta el cántaro. Antes, la Compañía había construido un depósito de agua no potable en una altura que dominaba el pueblo, la Posada, y desde allí, por gravedad, se distribuía a otros grifos situados por el pueblo. Este agua venía canalizada desde el Lagunazo. Dato curioso es que las tuberías de hierro se tendieron en muchos sitios por la superficie, y en verano tocar el agua que salía por los grifos era achicharrarse.


El siguiente paso fue la construcción de depósitos de depuración, los “filtros”. En la Posada, debajo del depósito, se instaló el primero, que después se trasladó unos metros más abajo, frente a la casilla de la subestación. Otro por el Casino Viejo, al final de la calle Sevilla.

Cuando se entregaron las primeras viviendas, plaza de San Benito, calle Doctor Fleming; se dotaron con cuartos de aseo, pero ni las más modernas construidas en los años 30, Casas Nuevas, ni los cuarteles, mucho más antiguos, tenían aseo. Para ello la empresa había instalado varias letrinas públicas. Eran edificios rectangulares de mampostería ordinaria, con entradas para mujeres en un extremo y para hombres por el otro. Aunque sobre 1880 ya existían estos retretes públicos, por una fotografía de aquella época parece que eran de otro material, y se copió el diseño para su construcción al siglo siguiente. Eran de lo más insalubre y algunas protestas hubo. No tenían puertas de acceso, y se sabía la entrada que te correspondía por la costumbre de visitarlos. Pidieron que se pusieran letreros para señalar la entrada de los hombres y de las mujeres. En la Zarza le llamaban “los comunes”, y eran igual de sucios. Estos retretes públicos generaron otro servicio paralelo, pues los residuos orgánicos había que acarrearlos a las afueras del pueblo, y de ello se encargaba... sí, eso, "el carro de la mierda". Cuando en las noches de verano las familias se sentaban a las puertas de las casas para combatir el calor, el ruido de aquel carro acercándose les hacía levantar de sus asientos para huir.

Otras mejoras que trajo aquella década fue el servicio telefónico con toda España en 1956, lo que permitió que muchas familias se hablaran por teléfono acudiendo a la centralita que se instaló, y previa petición de conferencia esperaban impaciente saludar a un hermano o a un hijo; o que unos padres hablaran con un hijo que estaba haciendo el servicio militar en Galicia.

Se cercó el campo de fútbol, donde jugaba el Club Atlético de Tharsis. Se construyó la nueva Iglesia, dejándose de celebrar misa en la Escuela Grande, en la clase de doña Pepita.

Se instaló una oficina municipal en la calle Cánovas, para acercar los trámites del Ayuntamiento de Alosno del que se dependía.

Se acabó asumiendo que había que abandonar la “zona peligrosa”, y encontraron justificación no solo por las mejores viviendas.

El cine mudo, que empezó a proyectarse en el primer Casino, y al que ponía música la Banda de Música de Tharsis, contaba ya con un local mucho más amplio para las películas sonoras, el Teatro; y estaba a escasos metros del nuevo Casino.

La Plaza Vieja había sido sustituida por la nueva: amplia, perfectamente distribuida, techada, con el Economato, la oficina de Anticipos; a la espalda del Casino.

Y por supuesto la Velada, que se organizaba ahora en la gran explanada que dominaba desde la altura el nuevo Casino.

Pero el motivo oficial para que desapareciera aquella zona céntrica de Tharsis, hasta entonces: La Plaza de España, el Casino Viejo, El Corralón, la Escuela Grande; lo justificó el proyecto de la “Gran Corta”, proyecto del que se venía hablando desde hacía décadas. Llevándose a cabo sin pausas; trasladando familias de las casas más cercanas a la explotación, a las nuevas y más alejadas. Este proyecto pretendía unir Filón Norte con Sierra Bullones, y consiguió acabar definitivamente con la zona.

El ímpetu por despejar terrenos para ampliar la Gran Corta, se trasladó después a despojarnos de nuestras señas de identidad, y el Malacate, el “Oro”, el Hospital; acabaron derruidos o en la chatarra. Y continuó en este siglo, con Talleres, el Ferrocarril, la Estación, la Central Eléctrica, la Creosota, la Planta de trituración, la oficina de Sierra Bullones; y todo nuestro pasado minero.

Un cambio radical en la empresa se produjo en la década siguiente, en el que tuvo gran protagonismo quién sería el director hasta la gran crisis de la minería en los años 80, Carlos Strauss; mediador en la compra de acciones de la Compañía por parte de Antoine Velge en 1963, que acaparó la mayoría accionarial de la compañía Británica.

Aunque quedaban cuarteles ocupados, con el abastecimiento de agua que llegaba a todas las viviendas desde el nuevo depósito del Madroñal, los cuarteles sufrieron tales cambios: a lo largo, a lo ancho, a lo alto; que se hicieron irreconocibles, mejorando el bienestar de sus moradores.

José Gómez Ponce

Diciembre 2020

P. D.

Aprovecho para desearos a todos Feliz Navidad, Prospero Año, y mucha salud.




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