miércoles, 6 de marzo de 2019

CAMINOS, ARRIEROS Y BALANDRAS... 2ª PARTE

EL CHARCO 

El lugar conocido como El Charco, situado en la margen derecha de la desembocadura del Odiel, fue el primer enclave portuario que la Compagnie habilitó para el trasbordo de mercancías. 

Los únicos datos aportados sobre este sitio, así como de El Fraile y las primeras instalaciones construidas en el Puntal de la Cruz, los da Carvajal Quirós (2004) en su libro sobre Corrales, poblado minero surgido al amparo del Muelle de Tharsis. Basándose en los inventarios de la compañía custodiados en el Archivo Histórico de las Minas de Tharsis, el autor daba unas pinceladas sobre la importancia de estos tres emplazamientos en la consolidación de la empresa durante el periodo anterior a la construcción de las dos grandes infraestructuras, ferrocarril y muelle metálico. Nosotros, tras un estudio minucioso de tales inventarios(18) y añadiendo datos procedentes de fuentes coetáneas, como los Letterbooks del Fondo de la Compañía de Tharsis en el Glasgow University Archive, hemos podido reconstruir en parte la historia de El Charco y sus características como centro operativo de la compañía. 

Entre marzo y abril de 1857 comenzaron los franceses a construir el embarcadero y las instalaciones de El Charco en la capellanía de Luis Moret, con su aprobación verbal y la de Diego Garrido(19). Moret es probablemente el «cura de Gibraleón» mencionado en el citado informe dirigido a los accionistas (junio de 1860), quien tenía sólo el usufructo del terreno, por lo que no podía venderlo directamente sino intercambiarlo por otro. Parece ser que las negociaciones, iniciadas a fines de 1856, no fueron fáciles, pero Moret aceptó finalmente que la compañía diera inicio a la construcción de las instalaciones hasta que ésta pudo alquilar unas tierras colindantes y cedérselas al cura para su uso agrícola. El otro personaje mencionado debe de ser el olontense Diego Garrido y Melgarejo, perteneciente a una importante saga de políticos provinciales(20) y propietario de numerosas tierras tanto en Gibraleón como en otros pueblos de la provincia(21). Según leemos de nuevo en la carta de Solande a Mercier, parece ser que Garrido era íntimo amigo de «los Señores Deligny»(22) y tenía la dirección de los transportes bajo su responsabilidad, por lo que entendemos que tendría alguna relación contractual con la compañía francesa. Quizá las tierras de la capellanía habían sido cedidas por él a la iglesia de Gibraleón y de ahí la necesidad de contar con su aprobación para que la transacción tuviera efecto. 

                                    

Desconocemos las razones que motivaron la elección de este lugar ciertamente alejado del fondeadero de la ría, que era donde calaban los grandes buques a la espera de las embarcaciones que desde El Charco conducían las cargas de mineral aguas abajo. La poca profundidad de los brazos del Odiel obligaba a verificar estos trayectos de ida y vuelta en marea alta(23), de hecho, era necesario sortear una de las zonas más difíciles para la navegación en la desembocadura del río, el conocido como Torno del Olivillo. Al respecto del problema que para el tráfico portuario entre Huelva y Gibraleón suponía este torno, se pronunciaría Carlos Ma Cortés, primer Ingeniero Director de la Junta de Obras del Puerto, en 1878: 

“La completa perturbación del régimen de dicho río […] empieza como unos dos kilómetros aguas arriba de Huelva y se extiende en el mismo sentido hasta unos diez kilómetros de la misma población […] Fijando algún tanto la atención se comprende bien pronto, que el pronunciado torno del Olivillo, es el origen de toda la gran perturbación que se ha operado en esta parte del río, por consecuencia de las repentinas vueltas que obstruyen el paso de las corrientes” (24) 

Este gran inconveniente sería resuelto con la construcción de una de las primeras grandes obras de ingeniería hidráulica acometidas en la provincia de Huelva en periodo contemporáneo, la Corta del Torno del Olivillo, un canal de trazado recto de 1 km de largo por unos 40 m de ancho que atravesaría la Marisma del Burro hasta enlazar con el Estero de Cuartos, muy cerca de El Charco. No obstante, este cauce artificial no fue terminado hasta 1890(25), por lo que las balandras de la compañía, o surcaban el torno o el Caño de la Herrera, menos tortuoso pero que obligaba a rodear la Marisma del Burro 


Sin embargo, el lugar ofrecía también unas ventajas que debieron de considerarse prioritarias en un primer momento: una amplia extensión de terreno donde los cuadrúpedos de carga y de tiro podían pastar y descansar tras el duro y largo viaje desde las minas; tierra firme que permitía el acceso de los carros sin hundirse hasta la misma orilla del río; y el espacio necesario para construir cuarteles, chozas, almacenes, alpendes, etc. En total, según consta en el inventario de 1862, la compañía dispuso de cinco fanegas y media de tierra –cerca de 1,4 hectáreas– cuyo alquiler ascendía a 500 reales anuales más 1.000 por contribuciones territoriales y arbitrios al municipio de Gibraleón(26). Desconocemos la distribución de estas tierras en el territorio y en qué medida fue aprovechado, pero se trataba sin duda de una vasta extensión de terreno, como puede observarse en la figura 6.



Veamos ahora qué clase de instalaciones se construyeron en El Charco. En el inventario más antiguo que hemos consultado, el de 1862, se incluye el epígrafe «Inmuebles y construcciones del Charco», del que podemos inferir cómo el conjunto se había ido completando desde 1857: habitaciones compuestas de un gran almacén y alojamiento para empleados, oficina, cocina, casita para la báscula, alpende grande, un horno para cocer pan, un lugar para escusado, 11 chozas para obreros, un muelle construido de madera y piedras, un cuarto de recibir y 15 casas de obreros construidas en 1862. Con respecto al material de servicio de que se disponía para las labores allí realizadas, leemos en el artículo 3: 

Tabla 1. Material del Charco 

“1 Báscula de 5.000 Ng. 1 Aguadera. 2 Básculas de 3.400 Ng. 2 Cabrias. 2 Básculas de 1.100 kg. 4 Azadones. 1 Báscula de 1.000 kg. 3 Espiochas(27).1 Romana de 10 quintales. 4 Rodos(28) 2 Romanas de 3/2 quintales 1 Rastrillo 1 Peso de cruz con 19 pesas 11 Picos 32 Carrillos(29) 3 Marrillos(30). 14 Palas nuevas. 1 Palanqueta. 4 Planchas para embarque(31) . 3 Pisones(32).1 Banco de carpintero. 1 Torno de hierro colado. 1 Piedra de amolar. 3 Medidas para grano. 1 Maza de encina. 4 Faroles. 1 Almacén para agua. 50 Sacos de cáñamo nuevos. 4 Barriles para agua. 80 Sacos de cáñamo a medio uso.” 

Es decir, estamos ante un pequeño poblado minero-portuario dotado prácticamente de todo lo necesario para el trabajo y la vida de los jefes y operarios que allí habitaban. Habida cuenta de que en la partida de mobiliario se especifica el existente en los cuartos de Rafael González y Manuel Monsalve, es posible que ambos fueran los encargados del lugar. Quizá el segundo tuviera alguna relación de parentesco con José María Monsalve y Avendaño, representante oficial de la compañía en Madrid. Asimismo sabemos por el inventario de 1864 que el puesto de guarda almacén lo ostentaba un tal Agustín Horment. Custodiar las grandes cantidades de productos que allí se almacenaban (cobre fino, cáscara, lingotes, mineral calcinado y crudo, etc.) supondría una enorme responsabilidad que debía recaer en un hombre de absoluta confianza, por ello es posible que Horment fuera el hermano de Isabel Horment Lavignasse, esposa de Alfonso Le Bourg(33), Director General de la Compagnie. En los inventarios siempre se da cuenta del stock de estos productos en El Charco, contándose por miles de toneladas -hasta 8.000 según el Informe Anual de 1867(34)-, por lo que se trataba de un depósito de mineral de cierta capacidad. 

Entre 1862 y 1868 las instalaciones y el material de servicio de El Charco irán ampliándose progresivamente: en 1864 se incluyen 123 m de carriles y dos vagones; en 1866 se habilita otra cabria(35); y en 1868 se construyen dos alpendes para almacén de cebada y otros dos para depósitos de mercancías, se instalan una báscula para carros y una grúa y se incluyen tres lanchas y un bote de remos(36). La construcción de los alpendes para cebada ha de estar relacionada con el aumento exponencial de la cantidad de bestias de acarreo que vemos reflejado para estos años. En el inventario de uno de los almacenes en 1866 se da cuenta de la existencia de 678 piezas de hierro «para hornos Gerstenhofer»(37), tipo de partida que veremos repetida, junto con la de ladrillos y piezas refractarias para los mismos hornos, hasta el inventario de 1874. Carvajal Quirós (2004, 28), citando la misma fuente, afirma que estos hornos estaban situados en El Charco, pero creemos que se trata de una interpretación poco acertada del autor. Ni en éste ni en ninguno de los inventarios queda explícitamente indicado que los hornos estuvieran ubicados en este poblado, limitándose sólo a dar cuenta del depósito de tales piezas a la espera de ser enviadas a Tharsis, donde, lógicamente, se verificaban las operaciones metalúrgicas. De hecho, Checkland da cuenta de una carta de 14 de julio de 1868 que no deja lugar a dudas: «There were erected at Tharsis Gerstenhofer furnaces for the extraction of sulphur. The Tharsis Company had bought the exclusive Spanish rights for using these furnaces»(38)
Como ya hemos tenido ocasión de mencionar, en el embarcadero aquí construido, aparte de cargar el mineral se desembarcaban todos los materiales, de importación o de cabotaje, cuyo destino eran las minas, así lo vemos confirmado prácticamente en todos los inventarios consultados(39). Argumenta Carvajal Quirós en favor de su hipótesis que el motivo de ubicar aquí estos hornos era «evitar los continuos robos de torales de cobre que sufrían los arrieros y carreteros durante su transporte desde las minas a El Charco», por lo que era preferible transportar la cáscara, mucho más difícil de colocar en el mercado negro de la época, y transformarla en los supuestos hornos de El Charco. Es posible que esta relación que establece el autor provenga de una equivocada apreciación de las palabras de Checkland cuando dice: «The Company suffered heavily from thefts of copper in transit. It became necessary to acquire the land at El Charco where the depôt stood, in order to safeguard the installations and their use» (1967, 72). Realmente, lo que Checkland da a entender es que la necesidad de establecer las instalaciones de El Charco no sólo derivaba de las imprescindibles operaciones de trasbordo sino también de habilitar un lugar que garantizara la seguridad y vigilancia de las mercancías en depósito. 
Los robos debían de ser bastante comunes y el mismo Checkland (1967, 73) vuelve a referir a ellos para decir que la sociedad francesa tuvo que despedir a uno de los contratistas del transporte por sufrir hurtos por encima de lo tolerable, como si fuera algo asumido por la empresa de manera resignada. Ya comentamos lo precario del trabajo de arriería, por lo que no debe extrañarnos que algún arriero más espabilado de la cuenta hiciera su negocio a espaldas de la compañía. Esta situación es la que posiblemente explique que en el mismo año de creación de la Tharsis Sulphur (1866) los nuevos gestores rescindieran el acuerdo con los contratistas del transporte(40). Finalmente, otras objeciones a la aseveración de Carvajal son, de un lado, el hecho de que en las numerosas cartas que refieren a El Charco entre 1861 y 1875 no hemos leído ni una sola mención a los susodichos hornos, algo bastante chocante tratándose de un elemento tan importante. 
De otro lado, en los inventarios se incluye siempre el apartado «Fábricas», que da cuenta de instalaciones situadas todas en las minas (Fábrica nueva, Casa laboratorio, Hornos de cloruración, Canaleos, Corral de la cáscara, Almacén del cobre, etc.), y aquí es donde también aparece la partida «Hornos Gerstenhofer», sin especificar nunca que están ubicados en El Charco. 

El lo que respecta al transporte entre El Charco y los buques mineraleros que anclados en la ría esperaban su cargamento, sabemos que se usaron las conocidas como balandras. Probablemente, entre las embarcaciones pesqueras que entonces operaban en el puerto de Huelva –balandras, faluchos, místicos y laúdes–, era la mejor capacitada para maniobrar con grandes pesos. De hecho, de las mencionadas era la única que tenía cubierta, siendo además la favorita tanto para las aduanas marítimas como para los contrabandistas. 

El primer inventario que da cuenta de éstas es el de 31 de diciembre de 1864, repitiéndose esta partida, a partir de entonces, en todos los demás que se han examinado. Las que aquí aparecen sólo son las cinco balandras en propiedad, ya que parte del trabajo de carga y descarga de los buques estaba sujeto «a las condiciones de un contrato»(41). Aunque la empresa intentó siempre «hacer el servicio con menos barcos, a fin de utilizar de forma prioritaria los de la Cía.» y conservar un precio bajo de transporte para los que hacía falta «alquilar externamente», para 1870, año en que ya están rindiendo los embarcaderos de El Fraile y La Punta, cerca del 40% de las aproximadamente 650 toneladas de mercancías que embarcaban diariamente eran transbordadas por los contratistas(42). En una carta de 5 de noviembre de 1870 se relacionan todas las balandras particulares y su capacidad(43):
Tabla 2 . Nombre de la balandra y tonelaje 

Santa Isabel 27. S. Eduardo 27. Juana 25. Georgina 25. Sol 26. Fama 26. Venus 18. Carolina 23 



En lo relativo a los métodos de embarque, suponemos que serían distintos según el producto, ya que no es lo mismo cargar mineral en polvo, por ejemplo, que las planchas de cobre conocidas como torales. De hecho, por las cartas consultadas en el G.U.A., conocemos que los precios acordados con los contratistas de las balandras, que para 1869 son los señores Narváez y Welton(45), varían según el tipo de género trasbordado (mineral, carbón, madera, ladrillos, cal, etc.). Para las mercancías a granel se usaban los esportones, que tenían una capacidad aproximada de un quintal y aparecen siempre inventariados –hasta 6.000 llegan a registrarse en 1869–. Pero ¿cómo eran exactamente las maniobras de embarque y desembarque? Lo mencionado en la partida de material de servicio puede darnos alguna pista. 

Por una parte, las cuatro planchas de embarque conectarían con las balandras, bien desde tierra o bien desde el embarcadero, constituyendo el soporte para el paso de los operarios con las cargas menos pesadas. Por otra parte, es muy probable que las dos cabrias, o al menos una de ellas, estuvieran instaladas en el embarcadero para izar los grandes pesos, como los cargamentos de hierros o maquinaria. 

No sería sencillo para los encargados de cada embarcadero dirigir todas estas operaciones, ya que debían registrarse minuciosamente en las relaciones de carga y descarga y coincidir con las papeletas expedidas a los patrones de las balandras, sobre todo en el alijo de los efectos importados, que se verificaban bajo la vigilancia del lista de la aduana. Por las cartas sabemos que en muchas ocasiones no coincidían los datos de las relaciones con las papeletas expedidas, lo que obligaba a los encargados a realizar continuas revisiones y rectificaciones(46). Otro problema era la continua pérdida de los imprescindibles esportones de esparto, de cuyo suministro dependía la eficacia del embarque. Justo Rodríguez Alba, jefe de explotación, en carta de 28 de abril de 1870 dirigida a Alejandro Fernel, por entonces inspector del embarque, le habla sobre la necesidad de colocar un guarda esportones a bordo del buque que se esté cargando y lo insta a cobrar a los patrones de las balandras los esportones que falten en el retorno(47). Asimismo, encontramos otras misivas con quejas por el mal servicio dado por los patrones(48), por la falta de personal e ingobernabilidad de algunos trabajadores del embarque(49) o por la exigencia de los contratistas para aumentar el coste de los fletes, llegando a amenazar a la compañía con organizar huelgas(50). Sobre los precios de este transporte fluvial, comenta el ingeniero Sévoz (1860, 68) que, aumentado con los costes de carga y descarga en los buques, oscilaba entre 8 y 12 reales por tonelada. 

Continuará... 
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(18) Archivo Histórico de las Minas de Tharsis (A.H.M.T.), Inventarios Generales Minas de Tharsis. Los inventarios consultados pertenecen a los años 1862 (Libro 471), 1864 (Libro 472), 1866 (Libros 473 y 475), 1868 (Libros 475 y 477), 1869 (Libro 481), 1870 (Libro 483), 1871 (Libro 485), 1872 (Libro 487), 1873 (Libro 489) y 1874 (Libro 491).
(19) G.U.A., Carta de Alfredo Solande a Víctor Mercier, 26-10-1875. LetterbooNs 4/11 May 1874-Dec 1875, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd.
(20) Fue el Diputado Provincial que tuvo mayor continuidad durante el reinado de Isabel II, llegando a ser Senador Electo en 1872 (1úñez García 2005, 142).
(21) Archivo del Senado de España, Expediente personal del senador D. Diego Garrido y Melgarejo, por la provincia de Huelva, 1872. En la Certificación de la Administración Económica de Huelva, fechada en 21 de mayo de 1872, se recogen propiedades suyas en Huelva, Aljaraque, Beas, Bollullos, Cartaya, Gibraleón, Niebla, Santa Bárbara, San Juan del Puerto y Trigueros.
(22) El hermano menor de Ernest Deligny, Oscar, trabajó para la compañía desde noviembre de 1857 como jefe de los servicios administrativos.
(23) G.U.A., Carta de Gregorio Coto, encargado de las balandras, a Alejandro Fernel, inspector del embarque, 19-03-1871. Letterbooks 4/8 Mar 1871-1ov 1871, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd.
(24) Archivo del Puerto de Huelva (A.P.H.), Memoria del Proyecto de una Corta en el Torno del Olivillo del río Odiel, por Carlos María Cortés, 28-02-1878. Expediente de Obras “Corta en el Torno del Olivillo del río Odiel”, 1878-1910, leg. 110.
(25) A.P.H., Liquidación de la Corta del Torno del Olivillo con el contratista Andrés Sáenz España, 04-03-1890. Expediente de Obras “Corta en el Torno del Olivillo del río Odiel”, 1878-1910, leg. 110.
(26) Los datos los hemos recogido de dos cartas: Carta de Alfredo Solande a José Sevillano, 28-05-1874 y Carta de Alfredo Solande a Víctor Mercier, 26-10-1875. G.U.A., Letterbooks 4/11 May 1874-Dec 1875, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd.
(27) R.A.E., espiocha: especie de pico.
(28) R.A.E., rodo: cilindro muy pesado para allanar el suelo.
(29) R.A.E., carrillo: polea.
(30) R.A.E., marrillo: palo corto y algo grueso.
(31) R.A.E., plancha: tablón con tojinos o travesaños clavados de trecho en trecho, que se pone como puente entre la tierra y una embarcación, o entre dos embarcaciones y, por ext., puente provisional.
(32) R.A.E., pisón: instrumento pesado y grueso, de forma por lo común de cono truncado, que está provisto de un mango, y sirve para apretar tierra, piedras, etc.
(33) La Provincia 21-11-1925, a. LII, n. 13.254, p. 3, «Fallecimiento de Isabel Horment».
(34) R.I.U.H., Report by the Directors of the Tharsis Sulphur & Copper Co. Limited, to the First Ordinary General Meeting of the Members, 23-10-1867, p. 6.
(35) A.H.M.T., Inventario General Minas de Tharsis (1866), libro 473.
(36) A.H.M.T., Inventario General Minas de Tharsis (1868), libros 475 y 477.
(37) El químico alemán Moritz Gerstenhofer fue quien inventó este tipo de horno en 1860, poniéndolo a funcionar por primera vez en Freiberg (Sajonia) en 1864 (Kustel 1870, 58; Spude 2003, 117). Se trataba de un horno de cuba compuesto por terrazas en el que se vertía la pirita triturada para su tostación y extracción del azufre; tuvo un relativo éxito en la época.
(38) G.U.A., Carta del 14 de julio de 1868. Working Papers S. G. Checkland 11/36, Minute Books & Letterbooks, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd.
(39) Sólo por citar un par de ejemplos, diremos que en el inventario de 1864 aparece la descarga en El Charco de un total de 1.059 toneladas de hierro colado traídas por seis buques: Lancashire Wirk, Exeel, Janet Jane, Halhamiel, Margaret Jane y Messinger. En el de 1866 aparecen en depósito 878 «palos» de distintos tamaños y 87 «palos cortados para traviesas» de la vía férrea.
(40)G.U.A., Carta de Alfredo Solande a Víctor Mercier. 26-10-1875. Letterbooks 4/11 May 1874-Dec 1875, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd.
(41) G.U.A., Carta de Justo Rodríguez Alba, Jefe de Explotación de la Línea, a Adolfo Genot, Representante de la Sociedad V. Mercier y Compañía, 31-08-1869. Letterbooks 4/7 Dec 1868-Mar 1871, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd.
(42) G.U.A., Carta de Justo Rodríguez Alba a Adolfo Genot, 04-11-1870. Letterbooks 4/7 Dec 1868-Mar 1871, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd.
(43) G.U.A., Carta de Justo Rodríguez Alba a Adolfo Genot, 05-11-1870. Letterbooks 4/7 Dec 1868-Mar 1871, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd.
(44) Faro de Vigo 08-05-2014, «La imperecedera estética de la vela cangreja», Luis Tourón Figueroa. (http://www. farodevigo.es/portada-arousa/2014/05/08/imperecedera-estetica-vela-cangreMa/1019160.html)
(45) G.U.A., Carta de Justo Rodríguez Alba a Alfonso Le Bourg, 14-07-1869. Letterbooks 4/7 Dec 1868-Mar 1871, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd.
(46) G.U.A., Cartas de Justo Rodríguez Alba a Gregorio Coto, 15-05-1869 y 18-05-1869. Letterbooks 4/7 Dec 1868-Mar 1871, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd.
(47) G.U.A., Carta de Justo Rodríguez Alba a Alejandro Fernel, 28-04-1870. Letterbooks 4/7 Dec 1868-Mar 1871, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd.
(48) G.U.A., Carta de Justo Rodríguez Alba a Gregorio Coto, 19-08-1869. Letterbooks 4/7 Dec 1868-Mar 1871, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd.
(49) G.U.A., Carta de Justo Rodríguez Alba a Adolfo Genot, 31-12-1869. Letterbooks 4/7 Dec 1868-Mar 1871, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd.

(50) G.U.A., Carta de Justo Rodríguez Alba a Adolfo Genot, 04-11-1870. Letterbooks 4/7 Dec 1868-Mar 1871, UGD 57 Tharsis Sulphur & Copper Co. Ltd. 



1 comentario:

Anónimo dijo...

No tiene desperdicio en absoluto. Leyendo el capítulo se me viene a la memoria el paralelismo, salvando las distancias, con el transporte del azogue desde Almadén hasta Sevilla, para ser embarcado rumbo a América para la amalgamación. Las pesadas carretas de bueyes (13 kilos de azogue ocupan el volumen de 1 litro) tardaban entre 40 y 45 días para un recorrido de unos 220 kms. En plan arriero la expedición era más rapida y se empleaba unos 20 días en atravesar Sierra Morena hasta Sevilla. Las Minas de Almadén eran fundamentales. Sin azogue no había oro ni plata. De hecho encontrar nuevas minas en el Nuevo Mundo era crucial, de ahí la existencia de Huancavelica. También veo paralismo en otro objeto, como el caso de los hurtos Pero aquí en Almadén la cosa era más bestial, por el tipo de penas: destierro de un año, vergüenza pública, cien azotes y seis años en galeras, pena de muerte... La vigilancia aquí era prácticamente paranoide. Con los Fúcares y reyes no se jugaba. Los hornos de Almadén se llamaban hornos Bustamante, hornos rarisimos formados por cientos de vasijas unidas al objeto de crear un circuito cerrado. Hay que tener en cuenta que el mercurio es extremadamente tóxico. La Escuela de Minas de Almadén fue la primera de España y empezó a rodar allá por 1777. Y, por último, otra relación acontece con el personal extranjero. A Almadén llegaron principalmente técnicos alemanes, mientras que en Tharsis, obviamente, se trataba de personal francés. Se me vinieron estos paralelismos mientras leía el texto. Si no habéis visto las Minas de Almadén os habéis perdido medio mundo.