viernes, 17 de febrero de 2012

3ª Entrega del libro de Checkland

Para explotar todo lo que había sido reclamado para el joven Decazes, sus socios y para sí mismo, era necesario formar una compañía que suministrara al menos el capital inicial. Decazes aceptó la visión optimista de Deligny y buscó apoyos importantes. La primera compañía tuvo en su nómina de directores, además del joven marqués, a un antiguo Ministro de Finanzas de Francia y a tres miembros de la Comptoir d’Escompte  de París, una de las casas financieras líderes. Estos hombres inicialmente no deseaban invertir grandes sumas en un proyecto aún por definir: así que era esencial, para mantener su confianza, trabajar de tal manera que se consiguieran beneficios tan pronto como fuera posible, y sólo entonces se empezaría a suministrar el capital adicional necesario.
Deligny parece que había prestado poca atención a esta necesidad. Se puso a diseñar un programa de desarrollo bastante ambicioso que por supuesto habría sido realidad a largo plazo, pero que necesitaría ingentes cantidades de capital mientras tanto. Tomó  la determinación de resolver el problema de achicar las aguas que inundaban Tharsis y La Zarza, la gran barrera a la reapertura de las minas desde época romana. Encargó tres máquinas de vapor para el bombeo y para la ventilación en Tharsis; para que éstas pudieran funcionar tuvo que buscar operarios con la necesaria formación técnica. Emprendió la tarea de despejar el gran túnel de desagüe de época romana, conocido como El Algaida en la Zarza. Más costoso resultó el proceso en Tharsis al no encontrarlo, por lo que tuvo que abrir él mismo uno nuevo través del Filón Sur, usando para ello maquinaria de mano y pólvora. Un desembolso menor en Filón Sur hubiera supuesto una vuelta al tajo mucho más rápida.
La actividad a tal escala estaba obligada a dar que hablar: el resultado fue un cierto auge, con unos 250 nuevos denuncios mineros emplazados en la provincia en 1853. Pero Deligny se había asegurado la mayor parte de los mejores.
Deligny no estaría preparado para extraer mineral de Tharsis  hasta el verano de 1854, y además a pequeña escala. Por entonces ya había sufrido una serie de calamidades. Hubo desfalcos de fondos por parte de sus socios. El cólera azotó Andalucía, aislando  los pueblos del interior y provocando la huida de sus operarios de máquinas. El importante proyecto de drenaje de las instalaciones tuvo que quedar en suspenso. La Corona de España rechazó la petición que pedía la resolución de las reivindicaciones; la rebelión estalló, y Sevilla se unió también. La provincia de Huelva fue mucho  más beligerante. La insurrección se hizo revolución en 1854. La Bolsa de Madrid, aterrorizada con la idea de una guerra civil, se hundió, causando serias pérdidas a los socios del Duque. La compañía se disolvió y su capital se esfumó. Parecía que los cautelosos banqueros españoles, que habían rechazado los planes de Escobar, habían estado en lo cierto.
Pero Deligny y Decazes no perdieron la esperanza. Deligny continuó el trabajo, usando sus propios y limitados recursos, y Decazes luchó para formar una nueva compañía. Tanto patrón como trabajadores de las minas, apoyaron a Deligny en sus esfuerzos. Y el pueblo de Alosno y su gente, conscientes de la importancia de la mina para su futuro, ayudaron también todo lo que pudieron.
A comienzos de 1855, las expectativas parecían desoladoras. Deligny continuó abriendo su túnel  en el que ya tanto había gastado, esperanzado en que podría terminarse y la empresa asumirlo en toda su magnitud. Al final, alcanzó los 591 metros. Los inversores eran muy cautos a la hora de facilitar capital para una empresa minera que hasta la fecha había tenido poco o ningún resultado en lo relativo a minerales, además de otros problemas añadidos,  sin mencionar los relativos a su procesamiento. Las deudas del Duque en la filial parisina de la Casa Rothchild, contraídas para subvencionar el proyecto minero, obligó a los Rothchild al envío de un ingeniero que informara acerca de las posibilidades  en Tharsis. M. Benoit, ex­-profesor de la Escuela de Minas “Saint Etienne”, les informó en términos muy negativos. Sin embargo, en contra de Benoit, los ingenieros de Rio Tinto apoyaron la visión de futuro defendida por Deligny. Éste, lejos de abandonar las piritas ibéricas, compró los denuncios de otras cinco minas en Portugal, incluyendo la de Santo Domingo, de un antiguo patrón.
Con gran esfuerzo, Decazes consiguió interesar al financiero Eugène Duclerc, y cerrar un pacto con él. Duclerc fundará una nueva compañía, la Cie des Mines de Cuvrie d´Huelva, registrada en Paris el 23 de junio de 1885, con un capital inicial de seis millones de francos. La compañía  pagaría a Decazes la suma de 640.000 francos en concepto de gastos por él efectuados derivados de la exploración  y los trabajos preliminares ya realizados. Deligny, que tenía un 10% en la antigua compañía, vería reducido su participación al 3%. Duclerc recibiría un salario anual de 24.000 francos. Finalmente, el grupo de directivos formaría un Comité de Vigilancia, que dotado intencionalmente  de grandes poderes para intervenir,  iba a tener a Deligny bajo control. Sus miembros, hombres sin conocimientos específicos en minería, pero versados en la teoría y el asesoramiento, serán tanto un freno como una afrenta para Deligny.
Duclerc era el director general, con Deligny como ingeniero. La compañía adquirió de la sociedad originaria, el Duque Glücksberg (Decazes) y Messiers Gosse y Hasselden, todas las concesiones que poseía en la provincia de Huelva, incluyendo 50 en Tharsis y 10 en La Zarza. También se hizo poseedora de más de la mitad de las acciones de otro consorcio que se creó aparte para la explotación de la mina de San Telmo, uno de los primeros denuncios de Deligny.
Es posible que los Pereire estuvieran detrás de la nueva compañía. Durante la Segunda República, Emile Pereire había tomado la iniciativa de fundar la Comptoir d´Escompte; tres de sus directores habían sido miembros de la primera sociedad de Deligny. Cuando Luis Napoleón, con su golpe de estado del 2 de diciembre de 1852, se autoproclama Emperador de Francia, los Pereire lo apoyaron. El mismo año, los Pereire, habiendo roto con los Rothchild, y a la espera de financiar ferrocarriles y otros proyectos suyos, formaron la Societé Gènèrale de Crédit  Mobilier. Sería en 1855, cuando finalmente consigan la autorización del Gobierno español para crear su filial española, la Sociedad General de Crédito Mobiliario Español. De ésta, Duclerc era vicepresidente. Rápidamente, se haría muy activa en el desarrollo industrial español. Entre uno de sus muchos proyectos, construiría la red de gas de Madrid.
Messiers Gosse y Hasselden, directores e ingenieros de los trabajos de esta red de gas, habían sido accionistas de la primera de las compañías de Deligny. Hasselden, como Duclerc, era el director de varias sociedades mineras.
Los miembros de la Junta de Vigilancia mantenían a Deligny con poco margen de maniobra; por supuesto bloquearon los trabajos de su ambicioso túnel y lo destinaron a las minas menores de San Telmo y Poyatos, donde, para su mayor fastidio, iba a dirigir ensayos sobre cementación, una materia que personalmente consideraba ya suficientemente investigada. Incluso confinado de esta manera, llevó a cabo muchas de sus ideas; sus infraestructuras resultaron grandiosas, incurriendo de esta forma en grandes gastos.
La Junta envió a M. Garnier Pages a Tharsis para velar por sus intereses. Deligny le instó a autorizar nuevos trabajos para prolongar los túneles de Tharsis y La Zarza, comenzar el trabajo
Continuará...

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