jueves, 17 de septiembre de 2015

DE CUANDO APRENDIAMOS CON LA ENCICLOPEDIA ALVAREZ



Este libro de texto se estuvo utilizando hasta mediado de los 60 en las escuelas que la Compañía de Tharsis tenía en los tres centros: Tharsis, La Zarza y Corrales.

Varias generaciones hemos aprendido con la enciclopedia que D. Antonio Álvarez Pérez, maestro nacional de Zamora, imprimiera allá por 1951. Donde, aparte del texto incluía también los correspondientes ejercicios, y unos sencillos dibujos e ilustraciones de los que también fue primer autor.
               
Esta enciclopedia la componía tres libros: primero, segundo, y tercer grado. Y al igual que otro material, lo facilitaba gratis la Compañía. Esto le ahorraba a nuestros padres algunas pesetas de sus escasos salarios, y apenas si necesitábamos maletas cómo las tan ostentosas que se ven hoy día para ir y venir a la escuela. Era habitual que los libros pasaran de un curso a otro, aunque nos hacía mucha ilusión que al inicio del curso estrenáramos nosotros la enciclopedia.

Los Reyes Magos completaban nuestro espartano material escolar, que invariablemente constaba de la caja de lápices "Alpino", el estuche para los lápices, donde el modelo de madera abatible con uno o dos departamentos era más habitual verlo en manos de las niñas. El nuestro solía ser de plástico con cremallera, donde colocábamos ordenadamente los alpino, el lápiz, la goma, el sacapuntas y la regla.

La enciclopedia Álvarez estaba ligada a otras experiencias de aquellos años que se vivieron en los tres centros mineros, cual eran las escuelas particulares. En Tharsis los más pequeños empezábamos en la escuela "La Balsa", donde había que asistir provisto de asiento. Allí comenzaba nuestra instrucción, y que Carmen ejercía con la pedagogía de la época, "la letra con sangre entra". El palmetazo nos persuadía si no nos tomábamos aquello en serio.
Estas escuelas particulares se convirtieron en una aspiración de nuestros padres y donde nos volvíamos a encontrar muchos niños que coincidíamos por la mañana en la Escuela Grande. Las niñas eran más asiduas que acudieran al corte, donde aprendían a bordar, al punto de cruz, y a confeccionar vestiditos para sus muñecas. Sus madres les compraban un bastidor y así continuaban preparándose la dote. Estas escuelas de corte prosperaron por el pueblo, donde se hacían primorosos trabajos.   
 

No todos tuvieron la suerte de asistir a estas clases particulares. Unos, porque empezaban a ayudar a sus padres en tareas agrícolas al margen de la Compañía. Otros, porque trabajaban de pastor o porquero para ayudar a la economía de la familia.

Las diversiones se circunscribían a las fiestas que conocemos, y que con el trascurso del tiempo se han adaptado a una realidad distinta.

Cómo no había televisión, lo más moderno era la radio a válvulas, donde nuestras madres escuchaban las famosas radionovelas, y una de las más famosa fue "Ama Rosa". Nosotros, niños, sí nos gustaba escuchar en horario de noche "Matilde Perico y Periquín", que oíamos la familia al completo junto con los abuelos. Pero no siempre era posible, porque también se sufrían cortes de luz y para apañarnos se encendía alguna "mariposa".

A medida que íbamos dejando la pizarra y el pizarrín y aprendíamos a leer, la lectura era práctica diaria, al menos con D. Gonzalo teníamos que seguir la lectura en un libro compartido para cada dos alumnos. Había que respetar los signos del lenguaje, y cuando  no dabas la cadencia adecuada eras corregido. Tenias que repetirlo y entonar adecuadamente un signo de interrogación, una admiración, un punto y aparte, etc. Creo que el libro se titulaba: "Cien figuras universales".  
 
 
Es normal guardar gratos recuerdos de aquella época, pues el único problema que teníamos es asistir a clase. Solo pensábamos en jugar y pasarlo bien, el futbol era el juego favorito y se improvisaban partidos en cualquier sitio, el más cercano era detrás de la Escuela Grande,  que tenía un enorme desnivel y aun estaban en pie los restos de un antiguo lavadero. Pero así aprovechábamos el recreo, dándole patadas a una pelota de goma que cuando mandábamos  abajo, a los eucaliptos, corríamos a buscar para no perder tiempo.

En invierno, y los días de lluvia,  -que hay que ver lo que llovía antes y el frio que hacía, pasábamos el recreo en el patio, bajo el techado que había en un lateral, aunque en clase se solía estar calentito porque en la chimenea ardían gruesos troncos de leña que la Compañía acercaba a la escuela para su calefacción.  

Alguna que otra vez, en días de lluvia,  nuestras madres nos esperaban a la salida de la escuela provistas de paraguas, o con aquellos fríos impermeables de la marca "Dugan".

Si conserváis vuestra enciclopedia Álvarez, repasarla os traerá gratos recuerdos, valorando el paso del tiempo y recordando de qué forma aprendíamos y cómo nos enseñaban.
                                    
 
 

 

   

                      

 

                                                

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