Todos solemos recordar a personas que pasaron por nuestra vida dejándonos alguna huella. Ese recuerdo pasa a veces de generación en generación, bien por la importancia que le damos a sus actos, o porque su dilatada actuación influye en más de una. Sobre personas que pudiéramos señalar de trascendentes, o importantes, en la historia de Tharsis, hay muy poco o nada escrito.
Hasta no hace mucho vivió entre nosotros una persona que ha despertado general simpatía entre la población. Aun siendo extranjera y perteneciendo al equipo directivo de la Compañía de Tharsis, los recuerdos que de ella tiene la mayoría de quienes la trataron suele ser de respeto. Nos referimos a Phyllis Gray. ( 1892 - 1988 )
Recordamos su influencia entre nosotros, escolares, cuando en el mes de Diciembre nos convocaban a recoger los premios que otorgaba la Compañía: por asistencia o por aplicación. Aquella señora, que imaginábamos con una aureola de poder y presidía la mesa representando a la empresa donde trabajaban nuestros padres, era “la señorita”. Sus cuidados modales nos resultaban extraños en alguien considerada tan poderosa.
Nos refieren que se interesaba por la situación de familias necesitadas, a quienes hacia llegar algún dinero. O por los trabajadores que habían sufrido algún accidente.
Otro cometido, quizás el más importante asumido por la “señorita”, era la dirección de la Casa de Huéspedes en Tharsis. Edificio dotado de las mejores comodidades de la época y que podríamos considerar el “Gran Hotel” de la Compañía. Escaparate de la Empresa para agasajar a los visitantes que acudían a Tharsis, y donde era la responsable de su buen funcionamiento. Teniendo a su cargo el personal de servicio, con el que se mostraba estricta y exigente, a la par que generosa, haciéndoles regalos. Según nos refieren familiares de quienes estuvieron a sus órdenes.

También mostró gran interés por la ornamentación de ese Gran Hotel, al que hizo traer variedad de plantas desconocidas en Huelva y que procedían de sitios tan lejanos como Méjico o Sudáfrica. Esta faceta por la jardinería ha traspasado incluso el ámbito local, despertando interés entre quienes estudian la jardinería inglesa en la provincia de Huelva.

Otra tarea que nos refieren, responsabilidad de la señorita Gray, era el abastecimiento de medicamentos del Hospital. Hospital que regentaba y mantenía la empresa. Situado frente a las instalaciones del Malacate y derruido hace años.
Esta labor, que bien podríamos calificar de social, la tenía asumida la empresa. Tiene su importancia por la implicación directa de la Dirección, adonde llegaban las quejas y necesidades planteadas por los obreros y que eran estudiadas para el mantenimiento de la necesaria paz social.
En Glasgow estaban al corriente de estas necesidades en la fluida correspondencia mantenida con Tharsis, así como las soluciones que se adoptaban. Asuntos que no podían ser desconocidos por quienes tenían que presentar Balance de la actividad minera.
En esto hay que reconocer una eficiencia y seriedad que aportaron los extranjeros, donde impusieron el respeto a la autoridad y la observancia de una rígida disciplina. Estableciendo una relación de faltas y las sanciones que acarreaban. Se castigaba con el despido fulminante si se empleaban armas en una disputa, por el empleo de dinero falso, o por suplantar otra identidad; al igual que la embriaguez continuada.
En esto hay que reconocer una eficiencia y seriedad que aportaron los extranjeros, donde impusieron el respeto a la autoridad y la observancia de una rígida disciplina. Estableciendo una relación de faltas y las sanciones que acarreaban. Se castigaba con el despido fulminante si se empleaban armas en una disputa, por el empleo de dinero falso, o por suplantar otra identidad; al igual que la embriaguez continuada.

Es por ello comprensible que toda la labor social llevada a cabo por “la señorita”, al igual que la desarrollada en épocas anteriores, debía estar planificada, presupuestada, y evaluada.
Hemos repetido en otras ocasiones, que las exigencias a los obreros de un determinado comportamiento, dentro y fuera del trabajo, sobre todo hasta los años veinte del pasado siglo, no desmerece la actuación en otros aspectos: facilitando vivienda, educación, o lugares de recreo. Y esto tiene una interpretación fundamental, desde nuestro punto de vista: la necesidad de supervivencia de la empresa. Por ese motivo, la Compañía asumía esos estipendios, premios, o regalos, cómo un gasto más en la explotación de la pirita.
Pero valorar su actuación, o la de cualquier otro directivo, sin tener acceso a documentación, o a un trato personal, donde se desvelen opiniones, actitudes, u obligaciones; hacen difícil establecer la importancia de su cometido. Nadie puede negar que el “buen samaritano” ha existido siempre, ahora quizás menos, pero esa dimensión humana podía adornar a “la señorita”, que junto a su educación y modales, han contribuido al favorable recuerdo que de ella se tiene. Y así, en su ejercicio profesional influyó su condición humana.
Sabido es, que en los años setenta del pasado siglo ya se había contratado una Asistente Social para el desempeño profesional de tareas que pudieran definirse como Servicios Sociales. Esto no desmerece toda la labor que anteriormente hubiera desempeñado la señorita Gray.
Sabemos igualmente, que la relación de españoles y británicos en el trabajo no tenían nada que ver con las mantenidas fuera del ámbito laboral, que eran prácticamente inexistentes.
Sí existía un acercamiento fuera del horario laboral, pero esporádico, organizado, y manteniendo diferencias: el palco del Teatro-Cine; la mesa de autoridades en la “Velada”; o algunas partidas de caza, donde participaban jefes y obreros.

Si tuviéramos que analizar el comportamiento de la población extranjera residente en Tharsis, referido lógicamente a quienes ocuparon cargos directivos o de representación, hemos de partir de una realidad evidente, vinieron aquí para mantener una actividad empresarial y esa actividad les obligaba a sobrevivir, en el sentido de adaptarse a las condiciones del lugar, por muy adversas que estas fueran.
Que esta población se mantuvo al margen de la española, y portuguesa podríamos decir, dado el elevado número de súbditos de este país que llegaron a vivir en Tharsis; es algo evidente. Pero esto por sí sólo no descalifica ningún comportamiento.


La experiencia de trabajar en el extranjero, cuando se es consciente de la provisionalidad de esa situación, nos lleva por lo general al comportamiento más fácil, al aislamiento con tus compatriotas. Si además el idioma y las costumbres te son tan extraños, auto-excluirse, rodeado de comodidades, no se contempla como un gran problema. Este principio se lo suponemos a quienes, por motivos laborales, vinieron aquí desde otros países. Y ni quisieron ni sintieron la necesidad de integrarse con la población nativa. También sabemos que el estamento directivo de la Compañía no era partidario al acercamiento con la población más allá del estrictamente laboral. Incluso persuadía a quienes no observaban esta regla. En épocas no tan lejanas, un directivo extranjero que estuvo en Tharsis, nos confesó el toque de atención recibido de su superior cuando a principio de los 70 frecuentaba el lugar de reunión de los obreros, el Círculo Minero, y le hicieron saber la conveniencia de frecuentar mejor el Círculo de Pueblo Nuevo.
Analizar la influencia y las repercusiones, que en el contexto histórico tuvo la explotación de las minas de Tharsis, es ampliar mucho más el enfoque que reducirlo a la convivencia con la población extranjera, o la labor social desarrollada por una de sus empleadas. Acercarse a un personaje sin una fuente documental puede ser atrevido. No obstante, sí podemos constatar una opinión generalizada aprobando la labor desempeñada por la “señorita”.
****************
P.D.
-La semana próxima se celebra la fiesta, quizás más entrañable, a la que estamos unidos por tradición y por historia, Santa Bárbara. No publicaremos esa semana, lo haremos la siguiente.
-Aquí os dejamos nuestro pequeño homenaje a la “señorita”.