(1) José Ortega y Gasset, uno de los
impulsores de la caída de la monarquía y "padre espiritual" de la II República
junto a Pérez de Ayala y Gregorio Marañón, exponía en su artículo, "Un
aldabonazo", publicado el 9 de Septiembre de 1931, su desacuerdo con el
sectarismo que emanaba de la Constitución Republicana ,
que unido a la permisividad del Gobierno por la quema de iglesias y conventos,
acabó por manifestar públicamente su rechazo y vaticinar un trágico final:
"La República es una cosa.
El radicalismo es otra. Si no, al tiempo".
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Los resultados de las últimas
elecciones municipales propiciaron, según algunos, el necesario revulsivo que
la desacreditada “casta” política se había ganado a pulso.
Utilizando con fruición todos los medios para hacer propaganda
de una ideología que, afortunadamente, reposa en el basurero de la historia,
unos profesores universitarios han propiciado la subida de un partido instalado
en el odio y el revanchismo, que defiende las dictaduras más abyectas. Aunque
no menos trascendente para este auge, es la cantidad de “tontos útiles” que han
encontrado por el camino y en tantos
medios de comunicación.
El sonsonete de sus soflamas les sigue sonando
a música celestial a una población cada
vez más ideologizada, influenciada por los medios, y carente de espíritu
crítico. Y es qué, como buenos
propagandistas, saben vender humo disfrazándolo de mercancía.
Todo está inventado. Todo se puso
en práctica en 1917, y todo se desmoronó en 1989; pero es duro reconocer lo
equivocado de una trayectoria, porque en el fondo, la dignidad había que
perderla para seguir en la secta.
Es imposible rebatir argumentos e
intenciones tan bellas: igualdad, justicia, paz. Las utopías no son de este
mundo, y por definición no se pueden objetar. Pero cuando estos demagogos
iluminados han aterrizado en el mundo real, hacen y dicen cosas tan despreciables
como las de quienes tanto han criticado. Abonados a sintonizar con los medios
cuando difunden tragedias y miserias, reparten culpas por doquier, pero son
mudos para aportar soluciones.
Utilizan y abusan del poder al
que han accedido para controlar la información; para diseñar nuevas formas de
propaganda; o para, disfrazando de legalidad, acabar eligiendo de asesores
exclusivamente a sus incondicionales.
No pueden ser más cerriles. La máxima
del socialismo-comunismo, concebido por Marx en el XIX, implicaba el control por
el Estado de todos los medios de producción, y eso es inviable e imposible en
el XXI. La única alternativa al capitalismo demostró su fracaso, pero aún creen
en ella quienes leyeron, pero no vivieron, las "bondades" de la
dictadura del proletariado.
Hoy, cuando tantos
"socialistas", expertos en tapar o minimizar errores pero
escandalosos en airear los contrarios han copado el poder, no saben hacer otra cosa que servirse del
capitalismo, aplicándolo de una forma u otra: con más control, con más
impuestos. Y sobre todo con alegatos a los pobres, a los desfavorecidos, a
traernos para todos la felicidad terrenal. Utopía en definitiva, y con utopías
no se pueden ofrecer soluciones a los problemas que el capitalismo genera.
Ojala que nadie tenga que
recordar el desprecio que sintió Ortega y Gasset ante la llegada al poder de
unos liberticidas.
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P. D.
Os dejamos más imágenes para nuestro museo fotográfico
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