El Capítulo XV al completo lo tenéis en nuestra Web. Aquí
A finales de
los años ochenta (s. XIX) hubo acusaciones de que los directores británicos
tenían la costumbre de considerar la propiedad de la mina como sus propios
dominios, y de no tomar verdadero interés por los efectos sociales de lo que
estaban haciendo. Fueron comparados desfavorablemente, por algunos críticos, a
sus colegas alemanes. Y acusados de dedicar mucha menor atención al
alojamiento, calidad social, y entretenimiento que debían haber ofrecido. Un
directivo, después de una visita a las minas en una época de desempleo, deseó
hacer un reparto de dinero; el director general tuvo que quitarle esa idea en
el acto, ello podría haber alterado el orden establecido y generado serios
disturbios en las delicadas relaciones entre la dirección y los trabajadores.
En RioTinto el sistema escolar empezó, pero no a cargo de la propia Compañía,
sino con cargo a los gastos personales del presidente Hugh Matheson. Para
demostrar al personal la necesidad de la enseñanza y probar con la experiencia
de que era apreciada, tuvo que organizar una escuela antes que la
Compañía asumiera el cometido. Matheson también luchó duro y mucho, para
persuadir a su colegas de RioTinto de que no se debería trabajar en domingo.
Hubo
demasiadas acusaciones de que los directores británicos fallaron en apostar
más por la formación en la minería británica, esa falta de vigor que deberían
haber tenido, denunciaban, es lo que ha permitiendo a los ingenieros de minas
alemanes, con sus acertadas ciencias y su adiestramiento técnico, sobrepasar al
británico.
Inactiva
hasta al menos terminados los 80 del (s. XIX), la formación minera en
Inglaterra estaba en peligro de convertirse en una mera introducción a la
formación que se llevaba a cabo en el continente. La "Real Escuela de
Minas", evolucionada desde las "Prospecciones Geológicas", fue
creada en 1851 para impulsar la explotación de los recursos mineros de Gran
Bretaña y las colonias, aunque hizo también notables contribuciones a la
ciencia a través de Playfair, Huxley, Tyndall, Hofman y otros, y contribuyó
mucho al debate en la educación científica y técnica, su futuro estaba todavía
en el aire a finales de los 70 del (s. XIX).
No
contribuyó realmente a la ingeniería minera en ninguna escala de valores hasta
muy a finales del siglo diecinueve, con la atención dirigida a Malasia e India.
La Escuela de Minas de Camborne, en Cornwalles, se constituyó desde distintas
iniciativas en los años 50 (s. XIX) y se fusionaron en 1909. Se hizo buen
trabajo en la educación de los mineros, pero fue verdaderamente pequeña la
contribución a la ingeniería de minas.
Grandes sin
embargo, fueron los esfuerzos de la Compañía para anticiparse a los intentos de
organización sindical, que no eran posibles paralizar: mediante visitas del
presidente, con el mantenimiento del empleo incluso en los malos tiempos, y con
la negativa de un lugar de reunión para los agitadores.
Hubo
tumultos entre los obreros de los hornos de RioTinto en 1888; allí los intentos
de huelga habían sido anteriores. Las primeras huelgas en Tharsis (desde 1873)
vinieron en Junio y Julio de 1900, la primera duró ocho días y la segunda doce.
La Compañía encontró toda la cuestión de la organización de trabajadores y la
agitación demasiado inflamable incluso para permitir sus debates. Una petición
para usar la escuela de Corrales para una conferencia sobre los asuntos de
cooperativas y huelgas, fue rotundamente rechazada. En lo referente a las
huelgas, dijo William Rutherford I, “Lo menos que se use la palabra mejor para
los trabajadores”. Pero tal resistencia, todo lo más, retrasó lo inevitable.
Algunos trabajadores probaron a resolver sus problemas emigrando a Brasil y a
Argentina.
Por 1912 el
unionismo sindical verdaderamente había llegado. La Unión de trabajadores del
Ferrocarril, los "Ferroviarios", fueron muy activos; incluso hicieron
una huelga general de ferrocarriles en 1912 amenazando con hundir el país en la
anarquía. Habían reclutado el 29 por ciento de los trabajadores de la Compañía
de Tharsis. Su objetivo era aumentar la escala de salarios y las condiciones de
empleo, pero fue también fuertemente sindicalista, preparándose para el día en
que una huelga general podría ser proclamada y tuviera que intervenir el
estado.
Siempre que
no se recurriera a la violencia, estas huelgas fueron (desde 1881)
completamente legales. La Unión de Ferroviarios no se limitó a los trabajadores
del ferrocarril sino que enroló a trabajadores de todos los estamentos. Uno de
sus principales agitadores fueron los sastres en Tharsis. Los “ferroviarios”
pidieron al director que despidiera al maestro de escuela de Corrales porque
era "un inútil viejo estúpido, continuamente en contra de las demandas de
ellos mismos desde que ingresó en la Unión".
Había habido
problemas en las minas de RioTinto y Perrunal. Estos se extendieron a los
centros de Tharsis. Los mecánicos y otros trabajadores cualificados de
Corrales, apoyaron entusiastamente la huelga, bloquearon el muelle y el
depósito. Sin embargo, en general, los trabajadores de La Zarza se mantuvieron
detrás de sus líderes, en contraste con los mucho más combativos de RioTinto.
La Compañía
recibió peticiones para un aumento en las pagas, una disminución de las horas
de trabajo, y pensiones para los de mayor edad. En general, por la
recomendación del director, las pagas fueron aumentadas y las horas fueron
acortadas como premio por la lealtad. El sueldo mínimo de once reales por día
fue elevado a doce, y aquellos que estaban percibiendo doce pasaron a recibir
trece. El tiempo medio de trabajo por día en la Compañía paso de nueve horas y
cinco minutos, a ocho horas y media, el tiempo restante se pagó como horas
extraordinarias.
Nada hubo de
la propuesta de pensiones, aunque la Compañía mantuvo a unos cuarenta
trabajadores ancianos necesitados, con una peseta por día. Los trabajadores en
La Zarza se tranquilizaron, aunque hubo algunas agitaciones en Tharsis y
Corrales. La Unión del Ferrocarril fue abandonada, sus líderes fueron
repudiados verbalmente y por escrito Pero esta pronto resucitaría.
FIN DEL
CAPITULO XV.
Prefacio
Gran parte de este libro supone la publicación
conjunta de una serie de investigaciones mías realizadas en torno a la historia
de la Tharsis Sulphur & Cooper
Company. Al reunirlas en un solo manuscrito, he hecho mis propias
interpretaciones sobre los hechos recopilados y en muchos casos, éstas son
contrarias a las opiniones compartidas por altos cargos de la compañía,
especialmente de aquellos que cubren el periodo que va desde 1912 hasta el
momento. Éste es el caso particular de las interpretaciones acerca de las
condiciones sociales y hechos, incluyendo la guerra civil, que todavía suscitan
una gran disparidad de puntos de vista. Aunque la Compañía me ha dado permiso
para su publicación, se me ha insistido en que aclare que no comparte todos los
puntos de vista y conclusiones que aquí expongo.
Con el fin de extraer todo el interés de la
historia, la exposición se ha enriquecido ampliamente. Se expone así nociones
sobre geología y química de la pirita ibérica, y los medios disponibles en las
diferentes épocas para explotar sus diferentes componentes, con el propósito de
que pueda resultar comprensible su potencial económico en cada periodo. No
existe realmente un estudio histórico ni sobre el cobre ni el azufre: también
aquí era necesario centrar el tema al respecto. El tratamiento biográfico de
los hombres que han sido importantes en el desarrollo de las minas es bastante
amplio, por lo que rápidamente conseguiremos una rica variedad de visiones al
ponernos en el lugar de Deligny, Sir Charles Tennant o los Rutherford. Lo mismo
ocurre con aquellos personajes vinculados con la química y la metalurgia de la
pirita: Henderson, Claudet, Merz, MacArthur y los hermanos Forrest. Se
cuestiona también la dificultad que tuvo la nueva aventura de la pirita que
lideraron Tennant y sus asociados, junto con la dirección que tomaron antiguos
asuntos que van a aparecer, ajenos a sus intereses en el mundo de la pirita. Se
ha aprovechado también la oportunidad para valorar la contribución de Tennant
al mundo empresarial en la época victoriana. La historia del proceso de
Leblanc, especialmente en su última fase, veremos que tendrá una repercusión
decisiva en su vida. Ha sido necesario además, subrayar aquellos aspectos de la
historia de España que nos son relevantes: no existe ningún estudio sobre la
historia económica de España disponible en inglés. Finalmente, se ha hecho un
intento por ampliar el enfoque e introducir así algunos temas generales que
resultan importantes para la obra.
A la hora de mostrar mi gratitud, tengo que señalar
algunos casos especialmente; a todos aquellos con los que estoy en deuda,
decirles que les estoy profundamente agradecido. Los mandos de la Tharsis Company me han dado acceso a
toda la información disponible y me han ayudado de todas las maneras posibles,
tanto aquí como en España. Andrew Kent del Departamento de Química, me ha dado
muchos consejos valiosos, haciéndome muchas recomendaciones de utilidad y
brindándome mucho ánimo. El profesor David Williams del Royal Collage of Mines, me ha hecho detallados comentarios acerca
del Capítulo 2. Hubert Chalk del Departamento de Griego me ha ayudado mucho
sobre el contexto histórico del mundo antiguo. Margaret Davies, Sheila Beaton y
Margaret Marlow me han facilitado ayuda
administrativa. El Rvdo Dr. J. S. MacArthur me ha suministrado material
sobre su padre, J. S. MacArthur. Los planos y gráficos han sido realizados por
Finlay MacLennan. Mi mujer ha realizado la labor de ayudante indispensable y ha
recopilado el índice. El profesor D. J. Robertson, editor general de la
colección, que me ha mostrado un gran interés en la obra.
Tan numerosos y diversos son mis compromisos, que
sólo puedo mencionarlos acompañados de un cálido agradecimiento: a mis colegas
de la Universidad de Glasgow -Mary J. Davidson, William Forsyth, Elizabeth
Jack, John Kellett, John P. Larner, Peter L. Payne, David W. Powell, Anne S.
Robertson, Anthony Slaven, Robert Tyson y Nathan Warman; y a otros -John Butt,
John Campbell, William C. Campbell, Mary Carnduff, profesor Juan de Mata
Carriazo, Deborah Checkland, A. Gervasini, I. M. Hemstead, Lord Morton de
Henryton, George Hibberd, John Hume, Sheina M. Marshall, D. Thomson McVie,
Judith Sachs y R. P. Wright.
Por supuesto, ninguno de los
citados es responsable de los errores que yo haya podido cometer.
Gran parte del trabajo
inicial de esta obra se realizó durante mi estancia en el Institute for Advanced Study de Princeton en 1964. Agradezco al Institute y al Court de la Universidad de Glasgow por hacerlo posible. Para
terminar, estoy también en deuda por el apoyo financiero necesario para la
publicación de esta obra.
S.G.
Checkland
Departamento
de Historia EconómicaUniversidad de Glasgow
Septiembre, 1966
Traducido por J.
Alberto Fernández. 22/09/2013